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El insomnio era el peor enemigo de Elizabeth, era raro que este la atacara pues ella podía dormir por horas, en cualquier lugar, incluso si por la tarde había tomado una siesta, era capaz de conciliar el sueño con facilidad, pero hoy no fue así.

Optó por prepararse un té caliente, tal vez eso la ayudaría a conciliar el sueño. Se adentró a la cocina a oscuras tratando de encender a tientas la luz qué estaba sobre la estufa.

- Maldita sea - soltó después de tirar una pila de cucharas provocando un ruido ensordecesor por el golpear del metal contra el suelo de madera.

- ¿Quien esta ahí? - ese timbre de voz y el acento español de inmediato delataron a la persona que iba entrando a la cocina.

- Soy yo Calos.

- Elsie, madre mía, ¿estas bien?

Carlos se alarmó al ver las cucharas y algunos tenedores regados por el suelo, tal vez se hubiese alarmado más si Elizabeth no lo estuviera mirando de manera tan analítica.

- ¿Qué? ¿Tengo algo en la cara?

- De hecho si, ¿que te pusiste Calos?

El español se llevó las manos a la cara sintiendo una sustancia con consistencia viscosa, hasta que recordó que se había colocado una mascarilla casera qué había visto en Internet.

- Oh, esto. Es una mascarilla de arroz.

- Carlos, eso parece todo menos arroz.

- Claro que lo es, se como luce el arroz y estaba en el recipiente con su nombre en el.

- Pero si aquí no hay arroz crudo desde nunca.

- ¿Y esto? - Carlos tomo el recipiente de donde había sacado aquel ingrediente para su mascarilla - aquí dice arroz.

- Amm, Calos.

- ¿Tengo razón o no?

- Este es un tratamiento de mis perros.

- ¿Y por qué el frasco dice "Rice"?

- Es la marca.

- ¿Qué me puse en la cara Elsie? - El español ahora estaba un poco asustado.

- Solo no entres en pánico.

Muy tarde, el español parecía querer hiperventilar por no saber que era lo que se había colocado en el rostro.

- Elsie.

- Carlos - ella ya había buscado servilletas de papel - por lo que más quieras no le pongas agua.

- ¿No me dirás que traigo en la cara?

- No es la gran cosa - ella comenzó a limpiar el rostro del español - hace un tiempo Tico y Chilaquil tuvieron una infección en los ojos, y bueno, traes puesto el tratamiento en la cara.

- ¿Y por qué lo tienes en la cocina?

- En mi defensa, el frasco estaba escondido.

- No lo escondiste bien - el español estaba dejando que Elizabeth limpiara su cara - el día que tengas hijos deberías buscar mejores escondites.

Elizabeth lo disimuló muy bien la tensión que se creo en su cuerpo, pero continuó con su tarea de limpiar el rostro del español.

- Tal vez un hijo me preguntaría antes de embarrarse algo en el rostro.

Continuaron bromeando sobre como el español se quedaría sin rostro por no leer lo que se ponía. Eso le recordaba un poco al día que Lando casi pierde las cejas por colocarse una mascarilla.

Predestinado || Charles LeclercDonde viven las historias. Descúbrelo ahora