Nunca había sentido celos, nunca. Supongo que es porque nunca antes había estado enamorado, y ese nuevo sentimiento descubierto me hacía volver loco. "No la mires con esa cara", pensaba mientras observaba su batalla desde lejos.
Sentado al borde de un rascacielos en ruinas me gustaba ver el caos que todos habíamos creado en este mísero mundo moribundo. Ahora había dejado de chillar, ahora todo estaba en silencio, no había coches, no había contaminación, no había ruido... solo quedaba muerte, la muerte que nosotros provocamos, y vida. Sí, también había vida. El planeta se estaba regenerando después de cuatro años sin actividad humana que le afectasa ahora volvía a vivir.
Y todo esto gracias a nosotros, que vinimos aquí para convivir con los humanos, y al final por su culpa tuvimos que matarlos, pero por desgracia quedaron unos pocos. Por desgracia, pero también por suerte, porque sino no la hubiese conocido.
-Gabriel – me llamaron.
Volví la cabeza y vi a uno de mis compañeros de caza que me hacía señales para indicarme que era la hora. Los cinco nos levantamos, y saltamos del edificio hacia otras edificaciones, hasta llegar a una colonia de humanos que últimamente había crecido demasiado. Pasmos por entre los callejones y carreteras en ruinas, y vigilamos las esquinas, mientras otro grupo se colocaba en el centro.
Los humanos se quedaron mirándonos con mucho terror, pero otros con respeto. El capitán de nuestro otro grupo habló primero.
-Todos vosotros, abandonad vuestras pertenecías y seguidnos, si alguien intenta escapar lo degollaremos.
Y empezaron andar, los íbamos a llevar a nuestra colonia y allí cogeríamos a los más sanos y a los otros los volveríamos a soltar, para que sigan teniendo hijos. Y así nosotros podamos seguir alimentándonos de su sangre.
A medio camino me acordé de que había dejado algo a medias, y le pedí a un compañero que vigilase mi parte del ganado. Y así lo hizo. Yo, mientras, volví a ese rascacielos y para buscar entre el entramado de edificios y calles una hermosa guerrera. Y la encontré. Acababa de terminar una pelea con un grupo de 'vampiros'. Así es como nos llaman los terrestres, solo porque tenían un monstruo en su cultura que bebía sangre. Nosotros no nos gusta beber sangre, es más, casi que nos da asco tocar esos cuerpos sudados y débiles. Bebemos sangre porque es el único alimento que podemos comer aquí, y vinimos aquí porque en nuestro planeta se agotaron los recursos y llegamos en busca de ayuda. Y aquí nos recibieron con pruebas químicas y preguntas estúpidas, además de que nos dijeron que no nos iban a ayudar, porque se ve que la sangre para ellos es esencial para vivir y no quisieron llegar a un acuerdo. Finalmente no tuvimos más remedio que invadirlos a la fuerza.
No nos entristeció invadirlos, creemos que es una especie joven y poco desenvolupada.La única cosa que nos fascina de los humanos es que después de llegar nosotros con nuestra energía, su cerebro empezó a evolucionar de una forma bastante precipitada e impredecible. Empezaron a poder controlar la energía que poseían, la energía que mantenía unidas sus moléculas, y pudieron modificarla. Estas, y moléculas de materiales parecidos. Así que mientras los invadíamos, pudieron inventar un a material que al estar en contacto con la piel, se convertía en cualquier cosa. Y muchos los usaron para convertirlo en armas para derrocarnos, pero no armas de fuego, porque las balas eran demasiado lentas, lo convirtieron en espadas y armas de poco alcance para poder enfrentarnos cuerpo a cuerpo. Al final resultó que no eran tan tontos e inútiles como pensamos.
Ella subió al coche y abandonó el sitio lleno de cadáveres. El coche era lo único que se oía. Decidí seguirlos, pero alguien me llamó con voz cantarina.
-¿Qué quieres Wedy?
-Siempre tan terco y frío como de costumbre, solo he venido a hacerte compañía.