Volver a verlos

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-Hoy puedo ir a verlos.

-No.

-¿Porqué?

-Porque no.

-Te odio.

-Sabes que no.

Estábamos tirados en la gran terraza de Gabriel. Desde allí podíamos ver toda la ciudad. Reclinados en la pared y sentados encima de un mantel, separados por medio metro, observamos el amanecer de mi cumpleaños. Gabriel era un vampiro hijo de puta que me raptó porque se enamoró de mi y porque se vio obligado a hacerlo, me trajo hasta una casa ajena a las afueras de un pueblo, e hizo que me quedase allí unas semanas, que aún no sé porque. Al final nos hicimos 'amigos'. Y me trajo hasta a la colonia de los vampiros. Grandes edificaciones que ellos mismos habían traído de su planeta. Los edificios parecían gotas de agua caídas del cielo. Estos estaban recubiertos de un cristal que hacía que se reflejase el cielo. No podías mirar hacia adentro, pero ellos sí hacia afuera. Algunas, por el contario eran torres de grandes dimensiones ,como la casa de Gabriel, pero del mismo material que las gotas de agua.

Todo el planeta estaba lleno de colonias de vampiros repartidas en puntos clave de este.

-Te odio –volví a repetir.

-No me odias.

Durante todo este tiempo había intentado huir, día si y día también. Pero no podía. Y él me lo recordaba cada vez que le pedía volver a ver a mis amigos. No me gustaba pedir permiso para nada.

-Déjame marchar.

-No puedo.

-¿Porqué?

-Ellos son los malos.

-¿Y vosotros no?

Estábamos conversando desde la máxima tranquilidad, ninguno de los estaba alterado, aún.

-No.

-¿Por?, ¿No sois vosotros los que me retenéis aquí en contra de mi voluntad?

-Te dije que ellos te estaban haciendo algo en los genes, aquí te lo estamos quitando.

-Me lo estáis quitando para que la humanidad no gane ¿verdad?

Asintió. No me gustaba hablar sobre esas pruebas, me adormecían, pero seguían haciendo mucho daño, había veces que me despertaba a causa de este. Nunca llegué a ver que le hacían realmente a mi cuerpo, y el dolor era tan intenso que no llegaba a ubicar una parte en concreto.

-¿Hay más como yo?

-Ya sabes que sí.

-¿Falta mucho para que me lo quiten todo?

-No, mucho.

-Entonces ya no soy una amenaza al cien por cien ¿Verdad?

-No.

-Si voy a verlos iría y volvería contigo otra vez. Te lo juro. No me gusta tener esto en el cuerpo.

Se quedó meditando.

-Hoy es mi cumpleaños –añadí.

Al cabo de unos minutos dijo:

-Te voy a llevar yo, pero no quiero que entres dentro de las murallas.

Una gran euforia me inundó "¡DANTE!, Volvería a ver a Dante" pero no lo mostré.

En ese mismo momento me cogió en brazos y saltamos por encima de los edificios, yo miraba hacia atrás por encima de su hombro. Su pelo rubio me acariciaba la mejilla, y sus brazos me sujetaban uno por la cintura y el otro por debajo las rodillas.

La muerte nunca te detuvo (Owari no Seraph)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora