Mi corazón dio un vuelco "¿Que él me admiraba, no tendría que ser al revés?"pensé. Él era el listo, el guapo, el fuerte en resumen: el chico perfecto. Sabía que le gustaba pero que me llegase a admirar como una diosa.
-Tira el arma o lo mato.
Tiré el arma sin pensármelo dos veces.
-Lo iba a matar igualmente así que...- empezó a cortar su fina piel del cuello y yo me volví loca.
Pocos momentos después tenía el rostro lleno de lágrimas, y en una mano sujetaba el cuello de Watt.
-¿Cómo...? –dijo airado.
No me paré a preguntarme como había llegado a cogerle por el cuello y hacer que se quedase sin espada. Solo disfruté de su agonía.
-No lo sé –dije con sencillez- pero ¿a que es guay?
Apreté más la mano y su respiración se cortó mientras se le ponía la cara roja como un tomate.
-Pide perdón y te soltaré para seguir con la batalla limpiamente.
-Pe-perd...d-don...
Asentí con la cabeza.
-Bueno te iba a matar de todos modos así que; Adiós –dije con una sonrisa.
Le rompí el cuello y lo dejé caer en el suelo mientras las marcas que tenía en las manos se desvanecían. Corrí hacia Gabriel y me arrodillé a su lado llorando. Lo cogí en brazos y me lo acerqué al pecho.
-¿Qué haces Gabriel?
>>¡Vamos, reacciona!
Pero no hacía nada. Con la mano que tenía libre le di un bofetada.
-¡Reacciona, ahora!
Lo zarandeé.
-Mierda... ¡Piensa Kena, piensa!
>>¡Ya lo tengo!
Lo dejé en el suelo con cuidado y fui a buscar mi guadaña. Me hice un corte bastante profundo en la muñeca y volví al lado de Gabriel. Lo volví a abrazar y le pedí:
-Bebe, Gabriel, vamos...
Le puse la muñeca encima de la boca y apreté el puño para que saliera sangre.
-Venga...
La sangre le entraba dentro la boca pero no se la tragaba.
-Serás estúpido...
Me acerqué la muñeca los labios y me llené la boca de mi propia sangre. Y lo besé, hice que se la tragara. No iba a morir por mi culpa, y mucho menos a manos de un vampiro tan asqueroso como ese. El sabor de la sangre se mezclaba con mis lágrimas saldas.
Noté como su cuerpo se empezaba a mover. Así que retiré la boca. Él empezó a toser, y cuando terminó me cogió de la muñeca y empezó a beber de mi sangre. Le puse la otra mano en la cabeza y se la acerqué a mi cara. Le besé el pelo.
-Gracias a Dios...
Él paró de chupar cuando dije esas palabras. Me miró con ojos tristes y avergonzados dijo:
-Gracias...- yo le quise contestar, pero se me cerraron los ojos y caí en sus brazos desmayada.