Mis ojos habían perdido todo el color, mi memoria cualquier pensamiento y mi garganta el sonido. Dentro de tal oscuridad no podías hacer nada. El aborrecimiento te aplastaba como una maza, intentando exprimir tu mente poniéndola a prueba. Intentado buscar un recuerdo, una salida, algo a lo cual aferrarte para no volverte loco. Pero para mí era bastante fácil. Durante ese tiempo había tenido un recuerdo al cual aferrarme. Ella. Tantos años observándola y ahora me servía para algo. Lo peor, era que en esa habitación, el tiempo era una dimensión. Una parte de nosotros, los inmortales, con lo que podíamos jugar. Allí dentro el transcurso del tiempo era más lento y pesado, si a fuera pasaba una hora, dentro eran dos semanas. Así que si me quedaba allí tres meses, para mí abrían pasado 28 años, si me quedaba un año, para mí pasaban 112 años.
-Muévete.
La primera voz que oía durante mucho tiempo, pero no me alegré de eso. Aún había oscuridad a mi alrededor. Pero ahora no estaba solo, y eso no me reconfortaba para nada. Sentí un dolor agudo en la nuca.
-Vamos, muévete –su tono parecía una advertencia.
Me intenté levantar, las cadenas ya no impedían el movimiento así que me pude levantar con un poco de dificultad.
-Vamos.
Seguí esa voz hasta la luz, al llegar, vi a dos vampiros estos no me ataron más porque sabían que si quería escapar no lo podría hacer. Estaba débil y la falta de sangre nos afectaba mucho. Me llevaron hasta mi habitación nueva situada en una de las torres más altas, y me dejaron allí, con las únicas órdenes de vestirme y prepararme para el combate. Solo me dieron un frasco para recuperar algo de fuerzas, pero aún así se aseguraron de tenerme vigilado.
Hice todo lo que me pidieron sin rechistar, y cuando me vinieron a buscar me llevaron hasta las puertas de la ciudad, una vez allí el nerviosismo de volver a verla me atormentaba. Íbamos a atacar la ciudad, aunque el aviso fuese para aquí dos días. Cuando derribamos la primera puerta aproveché y me separé del grupo tanto como pude.
No tardaron en empezar a incendiar las ciudades, y el ejército no tardó en contraatacar.
Busqué a Kena por su olor, pero el olor a sangre se sobreponía al suyo. Debía de encontrarla rápido para poder salir de allí cuánto antes.
--------------------------------------------------------
Fuimos en busca de Lumen y los gemelos. Cuando estuvimos todos juntos Scarlet nos dictó que debíamos hacer. Lo que estaba claro era que no nos teníamos que separar para nada del mundo. Si lo hacíamos sería muy difícil volver a juntarnos en medio de la batalla.
Yo les dirigí hasta las puertas que habían sido derribadas y empezamos la lucha junto con los militares.
Iba a ser una larga noche, y como dije el día de mi cumpleaños, todo estaba yendo como había predicho.
-¡VAMOS! –gritó Lumen, y voz fue coreada por las nuestras y las de otros soldados.
Luchábamos fieramente. Codo con codo. Invencibles. Pero los vampiros no paraban de aparecer y nuestras fuerzas no eran inagotables. El fuego nos estaba alcanzando, y el calor no ayudaba.
Las cenizas volaban en el aire y llenaban mis pulmones. Los cadáveres estaban esparcidos en las calles, y la sangre bañaba nuestros rostros. Todos mis compañeros me rodeaban, y me transmitían una sensación de seguridad que no muchos podían alcanzar en medio de una batalla a muerte.
Cuando empezamos a correr hacia otro sector, porque el fuego nos alcanzaba, un grupo de nobles se interpuso en nuestro camino. No podíamos escapar. Por un lado el fuego, y por el otro los vampiros. Estábamos atrapados.