Mientras subíamos por las escaleras, antes blancas hacia la habitación de reina Gabriel me preguntó:
-¿Porqué lo besaste?
-Por que quería besarlo.
-¿No te ha hecho demasiado daño?
-Estoy dispuesta a hacer borrón y cuenta nueva.
Notaba como la ira se apoderaba de él, y la tensión en el ambiente se podía cortar con un cuchillo.
-Te ha hecho mucho daño. No pudo permitir que lo hagas.
Lo miré con odio en la mirada.
-No tienes poder sobre mi voluntad. No tienes ningún derecho de decirme como debo vivir mi vida.
Apartó la mirada del suelo, para posarla en mí. Sus ojos eran tan azules y tan hermosos. Ese tipo de azul de las pelis, cuando el cielo está despejado y los niños juegan en el parque.
-Pues tómatelo como una súplica; no se merece una segunda oportunidad.
-Lo tendré en cuenta, pero no te voy a hacer caso.
Dirigí mi vista al frente. No podía mirarle a los ojos ¿Nos estábamos peleando? Justo después de que él vino a buscarme, sacrificó su vida por mí, se puso a mis pies para todos mis caprichos... Estaba siendo injusta, estaba dando más afecto y amor a un capullo, que al príncipe azul.
-Kena, ¿Recuerdas es día en el tejado cuando nos escapamos de Watt?
-Lo recuerdo.
-Me dijiste que si Dante te hacía daño lo podía matar. Así que no voy a dudar en actuar.
-Pues muy bien.
Encontré la habitación de Reina justo cuando doblamos la esquina.
-Es allí –señalé.
Entré aguantando la respiración, el hospital estaba vació, y en las camas solo quedaban algunas personas que no se podían mover a causa de las heridas. Y allí estaba, pálida como la nieve. Su pelo dorado seguía estando despeinado encima del cojín.
Me acerqué a ella y la empecé a zarandear los hombros.
-Vamos Reina.
Pasados unos minutos Gabriel se acercó a ella y examinó su rostro.
-Parece muerta, pero su corazón aún late –Y se me encendió la bombilla.
Pero Gabriel se adelantó a mis intenciones y se hico un corte para darle de beber a Reina. Yo resté impasible, pero no pude evitar tocar mi herida lateral para ver si ya se había curada y así era.
Reina abrió los ojos y mordió a Gabriel en la mano. Gabriel parecía que sufría cuando Reina tragaba.
-¿Cuándo hace que no bebes Gabriel?
-No importa.
Cuando Reina me vio me abrazó y lloró. No teníamos tiempo para eso, así que la abracé unos momentos y le di ropa que había en el armario para que se vistiera. Creo que el hecho de que se había convertido en un vampiro lo tenía asumido, porque no se inmutó ni cuando vio a Gabriel ni cuando se limpió la sangre de los labios.
Mientras Reina se vestía salimos de la habitación.
Me quité el pelo del cuello y dije:
-Muérdeme.
-Kena... -pronunció mi nombre como si fuese una escusa.
-Por favor.
Gabriel no reaccionaba así que le acerqué el rostro a mi cuello.