Estaba en mi habitación a punto de irme a dormir, intranquilo por haberme peleado con ella, pero había ordenado a Kiro que le trajera comida. No quería que mañana estuviese peor conmigo, pero sabe que en el fondo se lo merecía.
Me estaba quitando la chaqueta reglamentaria, era como una americana de tejido grueso, que iba atada con dos rengleras de botones a ambos lados del pecho y costaba bastante desatarla y atarla, tardabas minutos. Me pasé una mano por el pelo negro sudado, y empecé a desatarme los cordones de las botas, pero cuando desaté el primer nudo alguien llamó a la puerta. No esperó a mi consentimiento para poder entrar, y lo hizo sin más, con una patada. Era Ren, un soldado del equipo de Kena.
-¿Qué.. –empecé, pero me cortó.
-¡Señor, son Kena y Kiro! Están luchando con un noble y Reina ha venido a avisarnos.
Me levanté de la cama cogiendo la chaqueta y mi espada, que siempre tenia materializada. Nos pusimos a correr los dos por el pasillo mientras intentaba inútilmente atarme la chaqueta.
-Lo he avisado porque como se trataba de Kena... bueno yo lo he creído oportuno...
-Has hecho bien...-no sé porque ella me metía en estos líos siempre.
Cuando salimos al exterior hacía frío, y yo llevaba la chaqueta desatada. Nos encontramos con Reina impaciente.
-¿Nos has avisado tu? –pregunté.
-Si pero nadie quiere ir a ayudarlos, todo el mundo dice que es un suicidio. Que si solo son dos que sería un daño colateral –estaba a punto de llorar.
La rabia empezó a crecer en mi interior, "un daño colateral", después de esta me iban a oír. Reina empezó a correr y nosotros la seguimos acompañados por Trebor y Leyla, dos soldados que también comandaba Kena. Kena era una chica singular, nadie se comparaba con ella. Era fuerte, aterradora, valiente y brusca. Pero nadie sabía como pero tenía algo que se la hacía querer. Ella comandaba a un grupo de cinco soldados, junto a ella seis. Cuando la nombraron comandante quiso seguir comandándolos en las operaciones de campo, seguro que les había cogido cariño por ser todos de la misma edad, pero no quería admitirlo.
Cuando llegamos y vi como un vampiro asqueroso estaba a punto de arrebatarme a Kena no pude mantener el temperamento y lo ataqué. Él esquivó el ataque aún con Kena en los brazos.
-Suéltala –le avisé.
Este no hizo ademán de hacerlo así que volví a atacarle con una estocada frontal, pero él extrajo su propia espada y la bloqueó. Allí tan cerca de él, pude ver como Kena aún respiraba, algo que me alegró gratamente. Eso me dio fuerzas para atacar repetidas veces. Al cabo de un rato me di cuenta de que no iba a soltar a Kena y que me quería matar fuese como fuese. Aún estando en el rango de comandante coronel no podía vencer a un noble. En verdad es imposible vencer a un noble si no es con un ejército. Pero eso no me asustaba, solo quería que muriera, no podía atacar a mis soldados y salir ileso.
-¡Coronel Dante!
Los chicos me llamaron desde el otro lado del campo de batalla.
-¡Kiro está herido!
-¡Llevadlo a la enfermería!
>>¡Leyla y Reina quedaos y ayudadme a matar a este hijo de..!
Me empujó hacia atrás y tuve que saltar un poco para aterrizar bien. Él aporvechó ese momento en el que estaba lejos para huir. Le había perdido la pista.
-¡MIERDA! –grité, estaba furioso, muy furioso.
Leyla y Reina tenía unos ojos enormes, estaban observando el lugar por donde se había marchado Kena. Di un patada a un trozo de cemento. Ese sonido las izo reaccionar y las dos empezaron a llorar. No sabía que hacer, aún estaba bloqueado, como si eso no acabase de pasar, como si fuese una pesadilla. Puse los brazos en jarras y miré hacia al suelo, estaba a punto de llorar, Kena era como mi hermana menor, o algo más, así que no se podía ir así como así.
-No pasa nada –me dije- Kena es fuerte, volverá con nosotros... Tiene su guadaña con ella.
-Coronel –me llamó leyla que aún tenía los ojos rojos de llorar- su guadaña esta allí.
Giré la cabeza, pero no quería verlo, en efectivo allí estaba su guadaña. Fui a recogerla, y cuando la cogí se transformó en la pieza de plata del colgante que llevaba siempre. Supongo que lo hacía así para transportar con más facilidad la guadaña, lo cogí, lo miré y lo guardé en mi bolsillo de delante el pecho.
-Vaya juego de mierda.
Y es que era verdad, esta batalla es como un puto juego de estrategia y arcade, y no iba a permitir que ganasen ellos. Me di la vuelta y me dirigí a la entrada de la muralla cogiendo antes mi espada que estaba clavada en el suelo.
-¿A dónde vas?- dijo Reina.
-Me vuelvo a dormí.
-¿¡Y ya está!? –dijo Leyla- ¿¡No vas a luchar por Kena!?
Me giré y le grité:
-¡Kena está muerta, no hay nada por lo que luchar! –me volví a girar con lágrimas otra vez en los ojos, no quería que me viesen llorar, Kena era la única que lo había hecho y quiero que siga siendo así- Mañana saldremos en busca de su cuerpo, no creo que vaya lejos ese noble. Vosotros os uniréis a mi escuadrón.
-¡Que duermas bien hijo de puta! –dijo Leyla llorando.
Sabía que esa noche y las próximas no iba a dormir, no iba a dormir por el peso de la culpa que me comía por dentro. Vi como Kena crecía y evolucionaba. La tenía en mucha estima y ahora ya no está. Así sin más, la muerte te acuchilla por la espalda cuando menos te lo esperas.
Cuando llegué a mi habitación lloré, me daba igual ser un hombre y estar llorando. Todos teníamos derecho a llorar.
-¡MIERDA! –volví a gritar- ¡MIERDA!
Esa noche no dormí me la pasé intentando recordar la cara de ese puto vampiro...
La mañana siguiente no encontramos su cadáver, ni la siguiente, ni al cabo de una semana, ni al cabo de tres...
Hoy hace tres meses que Kena se ha ido, yo aún tengo la esperanza de que siga viva. Aún llevo su colgante delante del corazón y hoy es su cumpleaños.