No había nada...

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-Estás muy seguro de eso ¿Verdad? -dije sacudiendo el barro de la mano.

Se volvió a acercar a mí, y me cogió  la mano limpia. Miré nuestras manos entrelazadas y luego a él. Gabriel me soltó la mano de inmediato.

-Creía que eso era un gesto de afecto –dijo excusándose como si hubiese hecho algo malo- vi que algunos humanos lo hacían...

Le sonreí y le cogí otra vez la mano. Anduvimos así por mucho tiempo.

-Me estoy cansando –dije arrastrando los pies.

-¿Quieres que vayamos saltando los edificios?

-Sí –dije mientras me colgaba de su cuello.

-¿Por qué no me lo has pedido antes?

-Porque antes quería caminar.

Sonrió y me cogió en brazos. Cerré los ojos y cuando me desperté estábamos volando por encima los edificios. No me gustaba las sensación de caída cada vez saltábamos.

Al llegar a las puertas de las murallas volví a dar mi número de soldado y mi nombre.

-¡Ahora os abrimos! –gritaron desde dentro.

Me pasé la mano en la que aún había restos de barro por los labios sin que Gabriel me viese. Acerqué mis labios a su mejilla y cuando se dio cuenta de lo que pasaba, ya era demasiado tarde, ya estaba sucio.

Me separé de él y le sonreí mientras le cogía la mano.

-Lo ves como he terminado ensuciándote.

Él iba a replicar, pero las puertas de metal de dos metros de alto empezaban a abrirse con gran estrépito y lentitud. Él me sonrió. Fue un momento. Una sombra pasó delante de mi, y tiró a Gabriel hacia atrás unos veinte metros detrás de mí.

-¡GABRIEL! –chillé.

Intenté correr hacia él pero alguien me había cogido de la mano, me giré, un soldado de dentro de las muertas me retenía.

-¡DÉJAME! –le chillé mientras hacía fuerza con el brazo.

Volvía llamar a Gabriel, y fue entonces cuando vi quién era la sombra. Un vampiro. Se estaba acercando a mí. Estaba a siete pasos de mí, cuando Gabriel se interpuso entre los dos con espada en mano.

-¡Entra!

Estaba en estado de shock, no sabía que hacer ni que había pasado.

-¡ENTRA! –y cuando terminó de pronunciar esa letra los dos vampiros estaban luchando.

El soldado que me cogía la mano tiró de mí, y cerraron las puertas. Me quedé derecha delante de la puerta una vez cerrada unos instantes. Nadie me sujetaba, solo estaba en blanco. En estado de shock. Reaccioné dando patadas y puñetazos a la puerta.

-¡ABRID! ¡ES UNA ORDEN! ¡ABRID DE UNA PUTA VEZ!

-Pero... -dijo uno de los soldados.

-¡OS VOY A MATAR! ¡ABRID!

Las puertas se abrieron. Tardaron unos segundos que se me hicieron eternos, cuando hubo suficiente espacio para que pudiese pasar salté al otro lado. Pero ya no había nada, ni nadie...


La muerte nunca te detuvo (Owari no Seraph)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora