IV

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Algo frío corría por mi cara. Mientras abría los ojos vi como Angelica me estaba poniendo paños fríos en la cabeza. Estaba de nuevo en aquella habitación en la que me encerró Arman tras llegar por primera vez a la gran mansión. Me zumbaban los oídos y me escocía el rostro. No recordaba exactamente qué había pasado, pero sí que había ganado un gran castigo como los que mi padre me imponía.

—Por fin despiertas. Estaba empezando a pensar que te habían dado un golpe de muerte —me dijo con voz calmada.

—¿Qué ha pasado? —pregunté desconcertada.

—Eso dímelo tú —me respondió con voz amarga—. Te dije que no hicieras nada que pudiera ponerte en más peligro. ¿¡Estás loca!? —añadió—. Ni aunque le hubieras clavado el cuchillo te hubiera salido bien la jugada. Damien te hubiera matado.

—Yo solo quería ser valiente —dije entre quejidos.

—Pero acabaste siendo imprudente. Si quieres salir de aquí no puedes hacer locuras. Tienes que ser más astuta.

—¿Alguna vez has intentado irte de aquí? —pregunté. Seguía sin poder comprender cómo es que había gente trabajando para esa familia. Quizás intervenía algo más que un simple contrato laboral a la hora de comenzar a trabajar para ese hombre rubio canoso llamado Damien. 

—No, yo... Aunque parezca mentira solo estoy a salvo aquí. —La mirada de Angelica parecía perdida. No sabía de qué huía, pero tenía que ser algo muy peligroso para que estuviera trabajando para la familia Volkov.

Traté de incorporarme y Angelica me ayudó a levantarme. Fui al cuarto de baño y vi mi horrible cara, tenía una señal de mano en mi lado izquierdo y el ojo hinchado. Había sido un golpe como los que me daba mi padre, de esos que ni con kilos de maquillaje puedes ocultar. Mientras me miraba los golpes pensé en qué estarían haciendo mis padres. Si me estarían buscando o, por el contrario, mi desaparición para ellos había sido un alivio. Y luego pensé en Klaus, ese imbécil me había traicionado, me había vendido como un saco de harina a mi suerte. ¿Cuánto le habían pagado? ¿Desde hacía cuánto que tramaba esto? Todo fue una mentira, sus palabras de consuelo cuando mis padres me pegaban habían sido falsos. Sus abrazos nunca fueron reales. Nunca fui nada para él y él lo fue todo para mí. Mi único amigo, mi Judas.

Lágrimas brotaron de mis ojos, lágrimas que rápidamente hice borrar. En ese momento me juré a mí misma que Klaus nunca más iba a formar parte de mi vida. Él ya no viviría en mi corazón. Lo desterraría para siempre.

Salí del baño y Angelica seguía ahí, ¿realmente debía confiar en ella? Sólo la conocía de horas y apenas sabía nada de ella. No conocía su origen ni lo que la había alentado a llegar a esa mansión. Parecía como si tuviera un secreto. Definitivamente, algo le había ocurrido. Algo que le había llevado hasta allí. A pesar de todo, ella tampoco sabía mucho de mí, porque yo apenas le había contado nada. Así que tampoco debía ser tan recelosa. Por el momento, ella era la única compañía que tenía; a pesar de que no quería volver a confiar. Confiar en alguien era lo que siempre me había traído la desgracia.

—¿Qué pasará ahora conmigo? —le dije. Me sentía tan inútil. A partir de ese momento Arman no iba a tener piedad conmigo.

—No creo que sea bueno —respondió en un susurro triste—. No me gustaría para nada estar en tu lugar. Debes ser fuerte.

—Siempre he tenido que ser fuerte. Y de nada me ha servido —dije resignada.

—Nunca se sabe cuando una mini puertecita al exterior se abre —respondió.

No creía lo que decía Angelica, seguir siendo fuerte no era la solución. No me traería nada. Quizás ya había llegado la hora de resignarme ante mi destino. Cuando Angelica se fue, intenté comer algo de lo que me había traído. Era una bandeja metálica con un cuenco de caldo, un poco de carne y pan. También había agua y un pedazo de fruta.

AgathaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora