XXVI

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Noviembre estaba llegando a su fin y no había culmen más idóneo que ascender a Boyevik justo antes de entrar en un nuevo mes, el cual iba a ser el más frío de todos. Todos los de mi pelotón habían tenido que realizar ciertos trabajos para Damien. Solo así el Pakhan podría determinar quién tenía las cualidades para un mejor cargo, el cual suponía mayor responsabilidad. Aunque los beneficios también aumentaban. Todos querían más dinero y poder, ser unos simples asociados no les satisfacía. Solo suponía trabajos fáciles, permanentes objetos de burlas entre Boyeviks y Brigadiers. Ellos estaban en un nivel superior. Dinero, poder y mujeres. Aunque nunca tanto como Damien. Aún así, todos los Shestyorkas que entrenaban en la mansión, querían tener esas tres cosas. Porque para ellos, eso suponía ser alguien.

Estábamos todos en el despacho de Damien aquel día. Contemplé al resto de compañeros, los cuales admiraban con asombro el lujoso y enorme despacho. Supuse que en sus cabezas se habían puesto un nuevo objetivo: llegar a ser algún día como Damien. Pero Damien solo hay uno y se encargaría de recordarles quién es el verdadero rey. Estábamos solos a excepción de unos guardias con metralletas y fusiles apostados en las puertas. Un halo de emoción y cierto temor les inundó a todos, jamás habían visto a Damien. Por el contrario, yo estaba más que tranquila.

Las puertas de madera se abrieron y nos giramos todos al unísono. Damien apareció, vestido como la primera vez que le vi. Trajeado y completamente de negro menos la chaqueta color rojo oscuro. Una pequeña flor color negro le adornaba el bolsillo del pecho. Supuse que era del invernadero de Ivan. Al pasar por la alfombra roja, todos nos apartamos para dejarle paso e hicimos el saludo del lobo. Ni siquiera nos miró, se dirigió a su trono en lo alto de la escalinata y se sentó. Levi venía con él, el cual se sentó en un sillón a su derecha. Antes de hablar, Damien sacó un puro de una caja que había sobre su escritorio y se lo llevó a la boca. También le tendió otro a Levi, el cual aceptó sin pensárselo.

—Buenos días. Aunque solo serán buenos para aquellos que verdaderamente han trabajado bien —dijo Damien, con su voz grave y resonadora. No se presentó ni lo acabó haciendo. Pensé que quizás eso suponía una muestra de poder, de dejar ver que él no necesitaba presentarse porque el resto ya debían saber quién era, a pesar de que no lo hubieran visto hasta ahora—. Seguro que queréis saber quién de vosotros podrá ascender. En realidad, serán relativamente pocos. ¿O es que acaso creíais que cualquiera podría trabajar para mí?

Damien tomó una pausa para seguir fumando. Hablaba con tranquilidad, sin prisa, cosa que desesperaba a muchos de lo que tenía a mi alrededor. Estaban nerviosos y algunos incluso sudaban. Era la primera vez que veían a Damien, con su larga y gruesa cicatriz en el rostro, su mirada profunda y gélida y su aura de eterno poder. Levi tenía una pierna apoyada en la otra y su codo descansaba sobre el reposabrazos del sillón. Su mano se mantenía en alto, sujetando el puro que se llevaba tranquilamente a la boca de vez en cuando.

—Os permití alojaros en mi mansión, mi casa, para que pudierais aprender. ¿Y así es como me lo pagáis? Con malos trabajos e ineficiencias. "Deseo trabajar para el Pakhan, prometo que no se arrepentirá". "Mi Pakhan, necesito dinero. Ayúdame. Haré lo que me pidas" —añadió, fingiendo una voz burlesca—. He sido demasiado benevolente. No debí haberos hecho caso a algunos de vosotros. Debí haberme negado a aceptaros en esta grandiosa organización. Pero mis Brigadiers me decían que erais los más obstinados. Aunque si hubierais utilizado esa obstinación para cumplir mis órdenes, ahora no tendríamos este problema.

Entendí que yo no tenía nada que ver con las palabras de Damien, así que relajé mi cuerpo en tensión. Cosa que el resto no podía hacer. Damien volvió a hablar, esta vez con decisión.

—Bueno, basta de rodeos. ¿No? —Rio—. Los únicos que han hecho un excelente trabajo han sido Agatha, Ignaty, Georgy, Eduard, Mikhail, Katya, Artem, Konstantin y Andrey. Estoy realmente complacido con vosotros —añadió, abriendo los brazos y sonriendo—. Habéis hecho lo que os pedí e incluso mejor. Por favor, pasad al frente.

AgathaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora