El champán me burbujeaba en los labios, de donde no les dejaba pasar más allá. Cuando acabé de fingir que había tomado un sorbo de la bebida, esbocé una amplia sonrisa. El hombre que tenía frente a mí me devolvió el gesto, mostrando sus blancos e impecables dientes. Fingí que tenía una urgencia y que debía acudir al cuarto de baño, a lo cual no dio mucha importancia. A paso tranquilo, pero ágil, me encaminé hacia la puerta blanca de la pared contigua. Una vez dentro, me encontré con que uno de los cubículos estaba ocupado. Debía esperar a que la mujer del interior se marchara.
Mientras tanto, me retoqué el maquillaje. Saqué el carmín rojo oscuro de mi pequeño bolso de mano negro y me repasé los labios. Mi vestido corto y ajustado iba a juego con ellos. Al poco rato, una mujer joven salió del cubículo y se detuvo frente al lavabo para lavarse las manos y retocarse el maquillaje. Le sonreí, mientras simulaba que me arreglaba el cabello suelto. Cuando la mujer finalmente salió, encendí de nuevo el pinganillo de mi oído.
—¡Por fin te conectas de nuevo! —me dijo una voz.
—Lo siento. El sospechoso sospecha demasiado —respondí en un susurro, mientras vigilaba la puerta.
—¿Al menos el sospechoso no sospecha que tú eres sospechosa? —me respondió con burla, por mi elección de palabras.
—Muy graciosa, Katya, pero no hay tiempo para tonterías. El sospechoso quiere llevarme a su casa, lo noto. Aceptaré la oferta. Así que eso significa que tienes que estar preparada.
—Me aburro de estar aquí esperando, por supuesto que estoy más que preparada —me respondió Katya.
—Bien. Nos vemos en breve —añadí antes de cortar la comunicación.
Salí del baño, de regreso a la pequeña mesa en la que el hombre de pelo rubio canoso me esperaba. Era Pavel Kuznetsov, un criminal al que se me había mandado atrapar. Se dedicaba al narcotráfico y había trabajado con Damien en muchas ocasiones. Pero el Pakhan de los Volkov sospechaba de él y de sus intenciones.
Este iba a ser uno de los trabajos que nos pondrían a prueba para poder ascender. Con la recomendación de Gerasim, el cual había dicho que éramos más que capaces de realizar el trabajo con éxito, Leonid le comentó a Damien los nombres de las personas que tenía en mente para esta misión en concreto: Agatha y Katya. Damien no vaciló mucho y enseguida aprobó el plan. Aunque supongo que Levi tuvo mucho que ver en la decisión. De todos modos, debíamos esforzarnos mucho. Estos trabajos nos pondrían a prueba para pasar a ser Boyeviks. Si hacíamos las cosas bien, ascenderíamos de rango y eso significaba más prestigio y dinero.
Pavel me sonrió y me cogió de la mano nada más sentarme de nuevo en mi asiento. El tacto de su mano era sudoroso y áspero, pero contuve mis ganas de apartarle. Nos encontrábamos en un lujoso, pero pequeño, restaurante dónde las luces eran tenues, creando una atmósfera intimista.
—Ya pagué la cena —me informó—. Este sitio es bonito, pero aburrido. Podríamos ir a otro sitio, ¿no te parece? —añadió.
—¿Cómo a cual? —respondí, haciéndome la tonta.
—Como a mi apartamento —dijo con una sonrisa.
—Oh, vaya —reí, tímida—. Está bien.
Pavel me sonrió complacido y me llevó fuera del restaurante. Había llovido hacía no mucho y los charcos de agua aún no habían desaparecido. Pasaba poca gente en esos momentos por las calles. Allí un coche negro nos esperaba. Nos sentamos en la parte trasera, en unos asientos de cuero negro. Pavel me toqueteaba el muslo izquierdo con babosería. Me apunté mentalmente darle un buen golpe de regalo, llegado el momento. Durante el trayecto me sumí en mis pensamientos. Habíamos conseguido esa cita con Pavel haciéndome pasar por una especie de dama de compañía de lujo. No sé cómo lo hicieron, pero Pavel picó el anzuelo. Me llevaron a un enorme edificio, para simular que yo vivía allí, desde el que luego Pavel me recogió.
ESTÁS LEYENDO
Agatha
General FictionAgatha, una joven de diecisiete años, sólo quiere escapar. Las pesadillas, las huellas de su padre en su cuerpo y las burlas y golpes de su madre la perseguirán siempre. Pero ella lo tiene muy claro: desea ser libre. Con ayuda de su único amigo, Kla...