XXVIII

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El traqueteo de las ruedas contra el asfalto llenaba mis oídos, mientras pasaba las yemas de mis dedos por el cuchillo que sostenía. Estaba en la parte de atrás de una furgoneta negra. No había ventanas y a mi alrededor solo tenía a compañeros de pelotón. Éramos diez, todos vestidos de negro, con amplios bolsillos y gran variedad de armas a nuestra disposición. Yo llevaba una M16, robada a militares estadounidenses, mi pistola por excelencia y muchos cuchillos.

Volví a guardarme el cuchillo de vuelta al interior de mi chaleco y contemplé a mis compañeros. Todos mataban el tiempo limpiando sus armas o sacando brillo a sus filosos cuchillos. Posé mi vista en el chico de cabellos rizados que tenía al frente, aburrida. El hangar al que íbamos a ir, llamado hangar 23A, estaba bastante lejos. Casi en la frontera de Moscú con Smolensk.

Ciertamente aburrida por la monotonía del viaje, comencé a hacer un repaso mental de lo que había ocurrido el día anterior. Como le prometí a Lauren, reuní a todas las chicas en mi habitación y me sinceré con todas ellas. Angelica ni siquiera sabía que iba a confesarlo todo.

Sentada en mi cama y rodeada de ellas, las cuales me miraban expectantes, les fui contando, paso a paso, todo lo que me había estado sucediendo desde que llegué a la mansión. De mi pasado apenas les conté nada. Lo máximo que les dije fue que por haber sido demasiado ilusa, me acabaron secuestrando para venderme.

Les hablé del plan que tracé con Angelica, plan que ya no seguía en marcha por razones obvias. Todas, excepto Lauren claro, se quedaron perplejas al descubrir que Angelica me había estado ayudando a escondidas. Pero a ninguna le pareció mal.

Cuando llegué al punto en que debía contarles el momento en que Damien me descubrió espiando en su despacho, me entró la inseguridad. ¿Cómo se tomarían todo lo que había tenido que hacer desde ese instante? Recordé cuando miré a Angelica. Su mirada me instaba a continuar, a atreverme, y así hice.

Les narré todas las misiones y trabajos que hice, las vidas a las que les puse fin y cómo me había estado sintiendo por ello. Además de todo lo que podía  y no podía hacer. Al principio se quedaron verdaderamente pasmadas, pero no actuaron como pensé que harían. A pesar de que Lauren mostró cierto temor cuando me confrontó en el pasillo, ya no parecía sentirlo. Pensé que dejarían de ser mis amigas, pero no fue así. Me apoyaron y me hicieron sentir no muy lejana a la Agatha que conocieron el primer día. Por mucho que yo a veces me sintiera a kilómetros de mí misma.

Cuando acabó la larga charla, les hice prometerme que no dirían nada a nadie. Sobre todo porque ellas podrían correr peligros y no quería eso en absoluto. Antes de marcharse, Lauren me pidió disculpas por si la forma en que me contó que me había descubierto me había llegado a molestar. Enseguida le tranquilicé. En cierta parte me sentía aliviada de haber tenido que contarlo todo.

La última que se quedó fue Angelica. Me preguntó cómo me sentía después de haber aliviado una gran carga, a lo que yo respondí que realmente bien. Se alegró por ello y me dejó sola en mi habitación.

Pero todo aquello no fue lo único que pasó ese día. Desde la supuesta noche de diversión en el cuarto compartido por Ignaty, Eduard y Georgy, las cosas no se habían calmado en lo absoluto en lo referente a Georgy y Yulia.

Desde que los dos se habían conocido, una especie de coqueteo por parte de Yulia, basado en muestras de interés que no tardaban en verse eclipsadas por pequeñas burlas, para volver a ocultarse por muestras de interés y dar lugar a un círculo vicioso, había seducido a un, muy probablemente, inexperto Georgy.

Todos estábamos bastante seguros de que la poca experiencia amorosa de Georgy podía ser un problema. Problema porque, al ser algo nuevo para él, hacía que fuera mucho más iluso. Ni Ignaty ni Eduard eran capaces de hacerle ver la situación, por mucho que se preocupaban. Ellos no llegaban a comprender cómo alguien podía seguir bajo las garras de alguien tan cruel, pero la razón estaba muy clara ante nuestros ojos. Solo había que analizar el comportamiento de Yulia para descubrirlo.

AgathaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora