XXII

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Hacía varios días que mi cumpleaños ya había pasado. Fue, concretamente, durante mi quinto día teniendo ya dieciocho años, que Ignaty, Eduard, Georgy, Katya, Alina y Yulia aparecieron ante mí tras acabar de cenar aquel día en el comedor del subterráneo. 

—¿Creíste que no nos íbamos a enterar de que ha sido tu cumpleaños hace nada? —preguntó Katya, enarcando una ceja.

—Oh. —Reí—. No lo mencioné porque no creí que fuera necesario. No le suelo dar mucha importancia a mi cumpleaños.

<<—Aunque siempre me hubiera gustado sentirme importante en mi cumpleaños —pensé>>.

—Pero no es cualquier cumpleaños. Acabas de cumplir dieciocho. Ya eres mayor de edad legalmente —respondió Georgy.

—¿Se puede saber cómo es que os habéis enterado? —Cambié de tema.

—Georgy escuchó a Levi hablando con nuestro nuevo Brigadier sobre ti. Le dijo que le mantuviera al corriente de todo, le comentó tus habilidades de combate y le nombró tu edad —habló Ignaty.

—Dieciocho años. Cuando hace no mucho aún tenías diecisiete —añadió Georgy en tono detectivesco, como si mi cumpleaños fuera una especie de información secreta de la KGB.

—Ya sé que no tiene nada que ver, pero... ¿Nadie va a hablar de cómo se preocupa Levi por Agatha? —dijo de pronto Katya.

—Las preguntas las tendría que hacer yo —respondí, tratando de que no se notara mi sonrojo—. ¿Todo este acorralamiento por un simple cumpleaños?

—Bueno, no es divertido que alguien pase su cumpleaños sola —habló Alina.

—En realidad no lo pasé sola. Mis amigas de arriba me sorprendieron con regalos y un bizcocho que simulaba la tarta —respondí resuelta.

—¿Y con tus amigos de abajo no? —Se quejó Georgy poniendo una mueca triste.

—Honestamente ni recordaba que era mi cumpleaños —respondí.

—¿Cómo no te vas a acordar? —Rio Yulia.

—Ya lo he dicho, nunca lo he visto como algo importante —respondí, pensando en los reproches de mis padres que me llevaba el día de mi cumpleaños cada año sin falta.

—Bueno, pues a partir de ahora lo va a ser. Y como nunca se vuelve a cumplir dieciocho... ¡Es hora de que vayamos de fiesta! —dijo Katya.

—Técnicamente no se vuelve a cumplir ninguna edad nunca de nuevo —respondió Yulia.

—Salvo que te reencarnes —añadió Alina, haciendo que todos riéramos por su ocurrencia.

—Ya me habéis entendido —respondió Katya rodando los ojos—. Hemos reservado en un club in-cre-í-ble —añadió, mirándome a mí.

—Vaya, muchas gracias. Pero... Técnicamente no puedo salir de aquí —respondí.

—¿Cómo? —preguntó Eduard.

—¿No puedes salir? —preguntó Georgy.

—Eso mismo.

—¿Por qué? —dijo Ignaty.

—Da... —comencé, pero pronto callé. El pasillo no era lugar para comenzar a decir el nombre del Pakhan en voz alta—. El Pakhan no me lo permite.

—¿Tiene algo que ver que vivas en la zona este de la mansión? —preguntó Eduard.

—Puede ser —dije. Ponerme a explicar el por qué desencadenaría hablar del resto de cosas y no me apetecía hacerlo en esos momentos—. En todo caso, me es imposible salir. Lo siento.

AgathaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora