Agatha

XXXII

Un silencio sepulcral recorrió toda la estancia, dejando como únicos sonidos el ruido de zapatos al chocar contra el suelo y el repiqueteo de un bastón. Como si el aire hubiera desaparecido, todos contuvimos la respiración. Un aura de poder estaba presente en el ambiente. Damien entró por las grandes puertas de la sala, seguido de Levi. Todos le saludamos con el gesto del lobo nada más entrar. Con un ágil y elegante golpe, Damien desbarató todos los papeles y planos colgados en la grande y blanca pared del centro de operaciones, donde nos había citado a muchos de nosotros. Los papeles cayeron gráciles al suelo de mármol blanco, donde fueron pisados por Damien.

—Mi hija Oksana ha sido secuestrada —comenzó Damien, sentándose en un alto sillón de cuero frente a una gran mesa, donde se planificaban estrategias de la organización—. Y estoy cien por ciento seguro de que han sido los malditos Sokolov —prosiguió con furia.

Levi sacó de un maletín de cuero un conjunto de folios que fue colgando en la pared vacía. Había planos, listas, dibujos y esquemas visuales de toda una operación. Damien, aún con rabia en la voz, siguió hablando.

—He preparado una misión de secuestro. El objetivo es capturar a Stepan Sokolov. Os preguntaréis, ¿por qué a Stepan, si él es el jefe de los Sokolov? Pues por eso mismo, muchachos. Conozco extremadamente bien a esos halcones, no son nada sin su jefe. No son capaces de organizar toda una operación de rescate sin él. Por lo que estoy completamente seguro de que, una vez Stepan sea capturado, quienquiera que esté por debajo de él nos devolverá a mi hija —explicó—. Más adelante veré si les tenderé una emboscada para matar a Stepan de una vez por todas o no —agregó.

Nos mantuvimos todos en silencio, éramos alrededor de cincuenta en esa enorme sala. Cuando Levi acabó de colgarlo todo en la pared, Damien continuó.

—Os he seleccionado a todos vosotros para esta misión. No requerirá de muchas unidades, pero sí de mucha perfección. Confío en vosotros para esto, así que espero que no me defraudéis. Levi, ¿puedes explicar la operación? —dijo, sin girarse siquiera hacia Levi, mientras entrelazaba los dedos enjoyados sobre la mesa.

Levi asintió y tomó la palabra, señalando un gran mapa de la pared.

—Esta es la mansión de los Yakovlev. Se encuentra casi delimitando con Riazán. El sábado 22 de este mes tendrá lugar una fiesta y los Sokolov van a estar allí. Los Pavlov también estarán allí; los tres son eternos socios. Eso es algo que tendremos que tener en cuenta, pero no creo que suponga un problema, porque nosotros tendremos algo que ellos no.

—El efecto sorpresa —habló Damien con su voz profunda y áspera por el constante humo de los puros que siempre fumaba. Su boca se curvó en una sonrisa, haciendo que las cicatrices de su cara se contorsionaran.

—En esta lista están apuntados los nombres de todos los que se infiltrarán como servicio en la fiesta. Algunos seréis los encargados del catering, otros serán los cocineros, pero los músicos seguirán siendo músicos de verdad. En el poco tiempo que tenemos, nadie podría aprender una disciplina así y menos cuando la música que suena en esas fiestas suele ser piezas complicadas de tocar —volvió a hablar Levi, señalando la lista de la que hablaba—. En esta otra, se encuentran los nombres de los que aguardarán apostados fuera de la mansión con francotiradores. Vuestro papel es muy importante, no se os debe escapar Stepan por si no podemos capturarlo en el interior. Seréis la última oportunidad por si dentro las cosas se ponen demasiado feas.

—Cosa que no pasará, porque todos entrenaréis sin descanso para el sábado de la semana que viene —amenazó Damien.

—¿Cómo haremos que no sospechen de los que nos toque ser cocineros? Aprender a ser camarero es mucho más sencillo, pero lo otro... —preguntó un chico joven.