XXXI

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El invierno trajo consigo muchos acontecimientos además de fuertes nevadas y ventiscas heladas. En la tarde del 25 de diciembre, el presidente, Gorbachov, anunció su dimisión y, con ello, la caída de la Unión Soviética. Yo nunca había tenido muchos conocimientos políticos ni intereses en estos temas, aunque sabía que eran cosas importantes de las que cualquier ciudadano debía preocuparse. Sin embargo, solo era capaz de relacionar la política con la violencia.

Cuando ocurría algo importante tanto a nivel nacional como internacional, mi padre siempre comenzaba a ladrarle a la televisión, a las personas que le contradecían en los bares o a cualquier persona que se interpusiera entre sus creencias y él. Parecía un animal salvaje y furioso.

Por tanto, los temas políticos no eran mucho de mi agrado. Sentía que sería imposible llegar a hablar de esos temas sin la violencia. Todo el mundo recurría a ella, incapaces de dar argumentos sólidos desde la calma. Me hastiaba y me incomodaba, por lo que prefería dejarle esos temas a los "mayores". A pesar de que parecían niños en muchas ocasiones.

Cuando vimos a Gorbachov en la televisión fue en el enorme despacho de Damien. Había reunido a muchos de sus Brigadiers y yo me encontraba allí de pura casualidad. Vimos el discurso en el más absoluto silencio.

Damien estaba sentado en su gran sillón, junto a Levi y a sus dos hijos. El resto estábamos atentos al televisor. Cuando Gorbachov finalizó su discurso, Damien dio unos cortos aplausos antes de levantarse.

—¿Sabéis lo que esto significa, muchachos? —preguntó, con una sonrisa pícara en la cara—. Más libertad para nuestro estimado negocio —añadió entre risas—. Estoy más que seguro que el caos que esto traerá consigo —dijo, señalando la televisión— va a ser muy beneficioso para nosotros.

El resto aplaudieron, entre risas y exclamaciones. No tenía muchos conocimientos sobre el tema, pero suponía que la crisis que acontecería a la caída de la Unión Soviética provocaría que aumentara significativamente la delincuencia.

—Ahora solo toca celebrar que se avecinan nuevos tiempos —habló de nuevo Damien—. Dónde espero que amasemos más fortuna.

Solo con el tiempo entendí las palabras de Damien. Con la disolución de la URSS, los asesinatos a sueldo, los secuestros, la desconfianza a las autoridades, la corrupción, la pobreza, los atentados y mucho más, contribuyeron al auge del crimen organizado.

Pero la noticia de la disolución de la Unión Soviética no fue lo único que provocó una celebración en la mansión. También lo fueron la tan amada festividad de Nochevieja como Año Nuevo.

El 31 de diciembre, Damien organizó una gran cena en el gran comedor de su mansión. Una cena privada para su círculo más cercano. A la mesa se sentaron Arman, Ivan, Fyodor, el Obshchak de Damien, su hija Anastasia, Levi, algunos Brigadiers de gran reputación y varios socios suyos y sus familiares. Ni rastro de su mujer, Yelena. Ni tampoco de Lukyan, el cual seguía bajo castigo de su padre en un centro militar para criminales en algún remoto lugar de Siberia.

Damien había dado la noche libre a todas sus cocineras y limpiadoras. Solamente les exigió que prepararan el gran comedor, con la decoración y cubertería necesaria, y la sustanciosa cena, pero una vez hubieran acabado, podrían marcharse. Aunque vivían en la mansión, Damien les había dado una pequeña paga extra para que pudieran celebrar fuera la víspera de Año Nuevo. Esto provocó una felicidad generalizada entre ellas.

Marie pasaría la noche con su madre. Habían reservado en un restaurante acogedor y familiar, donde cenarían y celebrarían el inicio de 1992. Por otro lado, Angelica, Lauren y Karolina estaban dispuestas a pasar la noche todas juntas. Y, por supuesto, también querían que yo las acompañara.

AgathaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora