Unos zarandeos me despertaron, haciendo que saliera de mi tranquilo sueño. La dueña de esas sacudidas era Angelica. Cuando me desperté, contemplé su rostro; parecía apurada. Me dijo que había descubierto cosas. Según ella podrían ser erróneas, pero estaba casi segura de que había oído lo que creía.
—No solo son empresarios, son mafiosos. Criminales. —La cara de Angelica era entre aterrada y asombrada—. ¿Cómo no lo vi venir? Estaba clarísimo. Los hombres armados merodeando por la mansión, el desorbitado lujo, que la casa esté tan apartada de la civilización, tanto secretismo y control... Por no hablar de sus peculiares tatuajes y... —Parecía que Angelica iba a seguir hablando, pero paró en seco y cambió el rumbo de sus palabras—. Por si acaso no le voy a comentar nada a nadie. No quiero que se generen problemas por mi culpa. Aunque, ¿y si algunas compañeras de trabajo ya lo saben? —continuó divagando Angelica.
—Por eso mismo estaban tan naturales en el sitio donde me compraron. ¡Se dedican a cosas horrendas! ¿Trafican con personas? —dije, incorporándome en la cama. La noticia había hecho desaparecer todo ápice de cansancio de mi cuerpo.
—No, creo que eso no. Anoche oí a Damien hablando con otros hombres acerca de drogas. Oí algo sobre kilos y kilos de metanfetaminas, cocaína, heroína... ¿Para qué querría alguien tanta droga? Es obvio que es todo un negocio. Todo ello me llevó a pensar, ¿y si en realidad la empresa de aluminio y otros metales es solo una tapadera? Escuché también cosas de armas y animales pero no sé exactamente qué hacen con eso. —Los ojos de Angelica estaban abiertos como platos.
—Bueno, supongamos que son mafiosos, ahora con más razón que nunca tengo que huir. ¡Dios mío, es gente extremadamente peligrosa! —En esos momentos todo me cuadró en la mente. Un empresario "normal" no estaría metido en cosas ilegales, como comprar personas. Aunque bueno, con dinero todo es posible.
—Agatha cálmate, no podemos alterarnos. Menos cuando hemos descubierto esto y encima tenemos en marcha un plan para que escapes —respondió Angelica con sus manos extendidas hacia mí.
—¿Estás segura de que no vendrás conmigo? —le pregunté con cierta súplica. No me parecía buena idea que se quedara trabajando para una persona como Damien, ahora que sabíamos la verdad.
—Yo ya tengo una vida aquí. No... No puedo dejar a las demás solas. —Sabía que se refería a sus amigas, las cuales eran como hermanas para ella.
—Bueno, ahora que sabemos esto, ¿qué hacemos? —dije, cambiando de tema. Sabía que no me haría caso en lo referido a huir conmigo.
—Andar con muchísimo más cuidado. Hay que comenzar a buscar una salida, ya. Yo comenzaré a buscar por las plantas de abajo algo que nos pueda servir. Tú, mientras, puedes husmear por arriba. Las dos nos encargamos de sacar información al personal, pero hay que ser discretas y tener mucho cuidado, ¿entendido?
—Entendido —le respondí con decisión.
Seguimos charlando un rato, mientras desayunaba lo que me había traído, hasta que se dio cuenta del nuevo objeto que decoraba la mesita de noche.
—¿De quién es esto? —dijo levantando el libro que me había prestado Levi.
—Me lo dejó Levi. Anoche me pilló espiándole y resultó ser bastante simpático —respondí con cierto nerviosismo por lo que podría decirme.
—¿¡Levi socializando, siendo amable y prestando sus pertenencias!? —Angelica estaba claramente sorprendida—. Conozco a muchas empleadas que se van a poner bien celosas. —El tono de voz de Angelica pasó de escandalizada a maligna en tan solo un segundo.
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Agatha
General FictionAgatha, una joven de diecisiete años, sólo quiere escapar. Las pesadillas, las huellas de su padre en su cuerpo y las burlas y golpes de su madre la perseguirán siempre. Pero ella lo tiene muy claro: desea ser libre. Con ayuda de su único amigo, Kla...