XII

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Cuando desperté aquel día y ya estaba vestida y arreglada, Levi se encontraba al otro lado de la puerta de mi habitación; esperándome para guiarme al exterior. Bajamos las escaleras hasta llegar a la primera planta. Cruzamos el enorme salón, de paredes blancas y suelos de madera oscura. En ese momento, las cortinas de seda de estampados delicados, que tapaban las altas puertas de cristal que daban al exterior, estaban descorridas, dejando que la luz de la mañana entrara, aunque no era mucha. Los muebles del salón eran de lujo y se parecían entre sí, como si formaran parte de toda una misma colección. Una gran chimenea apagada estaba en la pared derecha, junto a caras decoraciones de figuras, jarrones y cuadros. Tanto Levi como yo tuvimos que pisar las alfombras de piel del suelo para poder salir a la amplia terraza. La terraza tenía suelos de madera y estaba desprovista de todo mobiliario. Supuse que, al estar en pleno y frío otoño, las pocas cosas que podrían haber estado en la terraza estaban guardadas.

—Tendremos que andar unos 5 minutos hasta llegar —me dijo Levi.

Permanecí en silencio mientras le seguía. Dejamos atrás el jardín trasero para cruzar el amplio campo, propiedad también de los Volkov. Al llegar atisbé una especie de casa no muy grande prefabricada de color gris.

—Ya hemos llegado —dijo Levi, acercándose a la casa para abrirla.

Al entrar había un minúsculo espacio cuadrado con una puerta enfrente de mí y otra a mi izquierda. Levi me explicó que él me estaría vigilando desde la estancia de la izquierda y que yo tendría que adentrarme a través de la puerta de enfrente. Mientras me hablaba, yo iba asegurando el cordón de mis botas. Cuando Levi entró en la otra sala, esperé a que me diera alguna señal para poder empezar. Su voz por una especie de altavoz retumbó en la sala.

—Tienes media hora para llegar a la salida. La cuenta atrás empieza... ¡Ahora!

Sin pensarlo mucho abrí la puerta y me encontré con una especie de camino que parecía ser un tramo de un laberinto. El suelo era de hormigón y las paredes parecían de falsa piedra, como si fueran simples paneles que podían quitarse y ponerse al antojo de quién dispusiera el espacio. No estaba completamente sola, la voz de Levi me iba informando de vez en cuando.

—Estás en un laberinto. Tu misión es deshacerte de todos los obstáculos que se te aparezcan y llegar a la salida antes de que se acabe el tiempo.

Fui avanzando cautelosamente, no sabía qué tipo de trampas podía haber. Pero me paré en seco cuando vi toda una red de láseres que tendría que esquivar.

—No son bombas de verdad. Pero no por ello tienes que tomártelo menos en serio. Cada láser que tu cuerpo toque disminuirá tu puntuación. Por cada obstáculo conseguido obtendrás bonificación extra. Buena suerte.

Iba a comenzar a sortear los láseres, cuando reparé en el balanceo de mi pelo, el cual lo tenía recogido en una coleta trenzada. Me metí la trenza por dentro del mono. Lo último que necesitaba era que mi propio pelo me hiciera perder puntuación. Ahora sí, empecé a atravesar los láseres con mucho cuidado de no tocarlos. Llevaba casi la mitad del recorrido cuando me tambaleé y mi brazo tocó uno de ellos. Pero no me paré y seguí. Cuando finalicé con el primer obstáculo, seguí andando y elegí el sendero de la izquierda, donde me encontré con un camino sin salida, pero con media docena de cuchillos.

—Puede que te encuentres con sorpresas por el camino que te ayuden a completar ciertos obstáculos, pero solo los podrás usar una vez —informó la voz de Levi.

Retrocedí mis pasos y escogí el camino de la derecha. Me encontré con una serie de maniquíes que se movían constantemente y yo debía darles en los puntos más críticos para conseguir más puntuación.

AgathaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora