Este es el último del Maratón, Gracias por Votar y comentar. 🫶🏼
Maratón 3/3
—————————————————
A las diez en punto de la mañana siguiente, Felipe ya estaba rondando frente a la habitación de los niños. Miraba a Maddy y a Letizia a través de la puerta parcialmente abierta. La joven, que de nuevo llevaba un vestido infantil, se encontraba sentada a la mesa. Había hecho a un lado su inacabado desayuno y tenía la barbilla apoyada sobre el dorso de la mano. Mirando a través de la ventana con barrotes, ignoraba a Maddy, que fingía estar arreglando los cajones de la cómoda.
Tal y como Felipe le había ordenado hacía un momento, el ama de llaves alzó de repente la cabeza y la llamó a voz en grito.
—¡Letizia!
Felipe estuvo a punto de gritar de alegría cuando Letizia se volvió y lanzó una mirada inquisidora a la otra mujer. Fingiendo que no pasaba nada, Maddy abrió otro cajón y empezó a doblar una vez más la ropa que se encontraba arriba. Esperó unos cuantos minutos con el fin de darle a Letizia el tiempo suficiente para volver a dirigir su atención hacia la ventana. Luego, volvió a llamarla. Igual que antes, Letizia miró por encima de su hombro.
¡Podía oír! Felipe estaba tan contento que le pareció casi imposible contenerse. Maddy se volvió hacia la puerta, lo miró a través de la rendija y le hizo un guiño de complicidad. Felipe le sonrió y asintió con la cabeza. Después de esperar unos cuantos minutos, él también llamó a Letizia. Ella ni siquiera pestañeó ante el sonido de su voz, cuyo tono era más grave. La llamó más fuerte. Ninguna reacción. Después del tercer intento, Maddy volvió a gritar su nombre y, tal y como sucedió anteriormente, Letizia enseguida se volvió.
—¡Puede oírte! —proclamó Felipe mientras abría la puerta de un empujón y entraba en la habitación con aire resuelto— Creo que eso se debe a que tu voz es aguda. ¿Sabes lo que esto significa, Maddy?
La emoción llevó a Felipe a extralimitarse. Abrazó a Maddy y se deslizó con ella alrededor de la habitación con pasos largos y majestuosos.
—Con la ayuda de un audífono, una trompetilla, eso que llaman cuerno de resonancia, ella podría oírnos cuando le hablamos. ¡Podremos enseñarle a leer! ¡Quizás incluso a hablar! Maddy, esto es maravilloso.
Jadeando por causa del inusual ejercicio, Maddy exclamó:
—Basta ya, señor. ¡Mi viejo corazón no puede soportar tanto bailoteo!
Soltando a la buena mujer, Felipe se volvió hacia Letizia. Ella lo estaba observando con sus cautelosos ojos verde tierra y su habitual recelo. Felipe esbozó una sonrisa, deslizó un brazo a lo largo de su cintura e hizo una majestuosa reverencia. Al enderezarse, le hizo un ruego galante.
—¿Me concede este baile?
Ella alzó la vista para mirarlo. Evidentemente, estaba sorprendida y algo más que ligeramente recelosa. Luego, dirigió su mirada hacia Maddy. Felipe concluyó que el baile era obviamente una actividad secreta, actividad que no podía permitirse fuera del ático.
Al diablo con todo eso...
Resuelto, salvó la distancia que los separaba, la cogió de la mano y la hizo levantarse de la silla. Contra su voluntad, lo cual ella hizo evidente al agarrotar su cuerpo y dirigirse a trompicones a los brazos de Felipe, empezó a bailar al compás de un vals imaginario. Decidiendo que los dedos de sus pies podían soportar aquel castigo y mucho más, Felipe la arrastró obstinadamente por toda la habitación, con la mirada fija en su rostro suspicaz.
—Creo que ella no le gusta bailar —señaló Maddy, innecesariamente, pues Felipe lo sabía de sobra que era lo contrario.
El eufórico marido se limitó a sonreír de oreja a oreja.
—Le encanta bailar. Pero no quiere hacerlo conmigo.
Letizia alzó la vista mientras él hablaba. Felipe miró sus ojos asustados, deseando de todo corazón que ella pudiera contarle lo que estaba pasando por su cabeza. ¿Los recuerdos de Daniel? ¿El temor que él le inspiraba? Plenamente consciente de la rigidez de su cuerpo y de su diminuta estatura, empezó a remorderle la conciencia.Dejó de bailar poco a poco, sin dejar de mirarla a los ojos en ningún momento.
—De acuerdo, Letizia, tú ganas esta batalla. No te obligaré a bailar conmigo.
El alivio que se reflejó en el rostro de la joven era tan evidente que Felipe se echó a reír. Ella podía mirarlo con aquella expresión de tonta hasta que el infierno fuera sitiado por tormentas de nieve, pero él nunca volvería a morder el anzuelo. Mientras la mirase a la cara y hablase con claridad, ella le entendía perfectamente.
—Sin embargo, antes de que te suelte, tienes que pagar un precio —añadió él en voz baja.
Al oír estas palabras, sus ojos se ensombrecieron, y él sintió su cuerpo agarrotarse aún más. Desde luego, le entendía.
—Si no quieres bailar conmigo —prosiguió él—, dilo.
Maddy respiró hondo.
—¡Señor Borbon! ¡Qué vergüenza! Usted sabe muy bien que la pobre chiquilla no puede hablar.
—Sí puede —dijo él, sin apartar la mirada de Letizia— Y lo hará o, de lo contrario, voy a estrecharla todo el día entre mis brazos de esta manera.
Letizia abrió los ojos desmesuradamente. Felipe sonrió.
—¿Y bien, cariño? Recházame o baila conmigo. Es muy sencillo.
La boca de la joven se redujo a una delgada línea, en un gesto de insubordinación. Cuidando de no ejercer demasiada presión, el brazo de Felipe la apretó con más fuerza alrededor de la cintura e hizo que se acercara un poco más a él. Ella alzó la barbilla. Era la viva imagen de la rebeldía. En respuesta, Felipe empezó a moverse por toda la habitación una vez más, obligándola a seguirlo.
—Dímelo al oído, Letizia, cariño. Sé muy bien que puedes hacerlo.
—¡Ay, señor, tenga piedad!
El marido siguió sonriendo, sin dejar de mirar los ojos llenos de inquietud de Leti.
—Dime que no, Leti, o baila conmigo hasta el anochecer. Tú decides.
Él la vio apretar la boca. Acto seguido, la joven tragó saliva. Al mirarla, al ver el descomunal esfuerzo que ella estaba haciendo, Felipe sintió que todo su cuerpo se ponía tenso. Clavando la mirada en uno de los botones de la camisa de él, finalmente abrió la boca. Y luego, tan rápido que él casi no alcanzó a oírla, ella formó la palabra esperada:
—No.
Una sensación ardiente subió por la nuca de Felipe. Por la expresión glacial de su rostro, él supo que ella lo estaba odiando un poco por insistir en aquel tema, pero no le importó. Al ganar aquella pequeña batalla, él había conseguido un gran triunfo para los dos.
Cuando la soltó, Letizia se tambaleó por la repentina falta de apoyo. Felipe la cogió del hombro para sujetarla e impedir que perdiera el equilibrio. Los hermosos ojos de Letizia volvieron a cruzarse con los suyos y él le rozó la mejilla con la yema de un dedo.
—Gracias —le susurró.
ESTÁS LEYENDO
La Canción De Letizia
FanfictionFelipe de Borbon y Grecia se queda horrorizado al descubrir que su hermano había forzado a una muchacha indefensa. Atormentado por la culpa, Felipe se casa con ella y pretende criar al hijo que lleva en su vientre. Al poco tiempo de la boda, Felipe...