3/3.
Letizia le pasó la flauta de manera brusca. El la cogió y esbozó una de aquellas sonrisas maravillosamente torcidas que lo caracterizaban.
—Ven aquí.
Tras decir estas palabras, Felipe encendió una lámpara y se sentó en la cama. Dando golpecitos en el colchón, junto a él, esperó a que Letizia se acercara. Ella miró intranquila la puerta abierta. No estaba plenamente segura de que quisiera aventurarse a llegar hasta ese punto de la habitación mientras se encontraba a solas con él. Cuando se volvió para mirarlo una vez más, su sonrisa se había vuelto picara.
—Jovencita, te cuesta mucho confiar en las personas.
Letizia se encogió de hombros de una manera casi imperceptible. Él le guiñó un ojo y alargó la mano para darle la flauta.
—No puedo enseñarte a tocarla si te quedas ahí, en el otro extremo de la habitación.
Esto era cierto, y ella lo sabía. Y se moría de ganas de aprender. Se acercó a la cama lentamente. Sentarse junto a él la ponía nerviosa. Bajo aquella trémula luz, el hombre parecía extraordinariamente corpulento.
—En primer lugar, tienes que poner la boca correctamente en la flauta. —Tras decir estas palabras, rodeó sus hombros con un brazo para ayudarla a asir el instrumento.
Al sentirlo tan cerca, Letizia se sobresaltó. Cuando le lanzó una mirada inquisidora, descubrió que la cara de él se encontraba a muy pocos centímetros de la suya. Le dio un vuelco el corazón y se le paró tras dar una alarmante sacudida. Poco después, empezó a funcionar de nuevo, pero perezosamente. Cada uno de los latidos golpeaba con violencia sus costillas.
—Te di mi palabra, ¿recuerdas? —Se inclinó hacia adelante para que ella pudiera verlo hablar mientras le enseñaba cómo tocar la flauta— Tienes que poner la boca correctamente. —Para que viera lo que debía hacer, Felipe plegó los labios sobre sus dientes— Luego, llevas la boca al orificio. Muy bien. Ahora sopla.
Letizia expulsó aire con todas las fuerzas que logró reunir. No salió ningún sonido, pero era evidente que otra cosa sí lo hizo. Felipe echó la cabeza hacia atrás, se rio y se limpió debajo de un ojo.
—No tan fuerte, fierecilla. Se te va a reventar un vaso sanguíneo.
Letizia inclinó la cabeza para intentarlo de nuevo. Esta vez, Felipe se apartó. Sus ojos se iluminaron con una risa muda. Por la garganta de ella subió una risita nerviosa. Olvidando ahogar el sonido, tragó saliva en el último segundo para intentar contenerlo, y estuvo a punto de ahogarse.
La sonrisa de Felipe se desvaneció de repente.
—Puedes reírte, Letizia. No está prohibido hacerlo en esta casa. Ríe todo lo que quieras.
Se quedó paralizada, mirándolo fijamente por encima de las llaves de la flauta. Se le quitaron las ganas de reír. El dirigió su mirada hacia el techo.
—Tenemos vigas sólidas y resistentes. Te prometo que el techo no se derrumbará. Nadie va a enfadarse. Yo no te castigaré. Este es ahora tu hogar. Si alguien se queja de algún ruido que hagas, puede irse al mismísimo infierno, y además invitado por mí.
Al ver que ella seguía mirándolo fijamente con incredulidad, Felipe negó con la cabeza.
—Vale, no te rías. Roma no se construyó en un día. Seguiremos trabajando en ello. —Le hizo un guiño— Esta noche nos conformaremos con sacar de quicio a Maddy con unas cuantas notas discordantes.
En el lapso de una hora, eso era exactamente lo que Letizia estaba haciendo. Maddy apareció en la entrada, tapándose las orejas con las manos.
—¡Ay, señor, tenga piedad de mí!
Felipe se rio y le hizo señas para que se marchara.
—Tápate los oídos con algodón. Nos estamos divirtiendo.
Letizia soplaba la flauta con todas sus fuerzas. El sonido más hermoso del mundo resonaba en su cabeza. La chica tomó aire una vez más y volvió a hacerlo. Sintió que la cama temblaba y supo que Felipe se estaba riendo. Ella retiró la boca del instrumento y le sonrió.
Apartando un mechón de pelo de la sien de Letizia, él le devolvió la sonrisa. Y luego la sorprendió.
—La flauta es tuya, Letizia. Puedes tocarla mañana todo el día si así lo quieres. Pero basta ya por esta noche. —Miró a Maddy, y luego se volvió de nuevo hacia Letizia para que ella pudiera leerle los labios mientras le hablaba— Deja de tocar antes de que un ama de llaves que conozco decida arrancarnos la cabellera.
Letizia puso la flauta sobre su regazo y acarició sus llaves con veneración. Después de todo, Felipe sí le había hecho un regalo de boda, pensó. Y además era algo que a nadie más se le había ocurrido siquiera regalarle.
Música... Hermosa música envuelta en magia.
A la mañana siguiente, cuando bajaba las escaleras para dirigirse a la planta baja, Felipe se encontró con Yvonne, una de las criadas, que estaba frente a la habitación de los niños con un montón de ropa recién planchada en los brazos. Al verla, inclinó la cabeza y sonrió.
—Presumo que la señora está holgazaneando de nuevo esta mañana.
Yvonne negó con la cabeza.
—No, señor, ya se ha levantado, pero aún no está preparada para que le arreglen la cama.
Puesto que la puerta estaba entreabierta, Felipe no creyó que Letizia se estuviese vistiendo. Curioso, asomó la cabeza por la puerta y vio a Maddy en el centro de la habitación, con las piernas ligeramente separadas y las manos en la cintura. Al ver a Felipe en la entrada, lo saludó con la cabeza.
—Está buscando algo entre las sábanas de nuevo. —Se encogió de hombros para mostrar su desconcierto— Hace lo mismo todas las mañanas sin falta. Se está convirtiendo en un ritual.
Felipe entró a la habitación.
—¿Le has preguntado qué está buscando?
—¿Que si se lo he preguntado? —Maddy negó con la cabeza— No, no lo he hecho. Nunca se me ocurrió pensar que podría responder.
Contento de tener una excusa, cualquiera que fuese, para quedarse, Felipe dirigió su mirada hacia Letizia, que estaba registrando con todo cuidado la arrugada ropa de cama. Como ya lo había notado antes, su camisón, si bien de corte recatado, era de tela muy delgada, y estaba tan gastado que se había vuelto casi transparente. Tomó nota con el pensamiento de que era preciso añadir ropa de dormir a la lista de cosas que quería mandarle hacer. No es que tuviese nada en contra de los camisones de tela muy fina. Todo lo contrario. Pero...
Estaba sonriendo con satisfacción masculina cuando se acercó a Letizia. Ella se sobresaltó al verlo y dejó de dar palmaditas en las mantas.
Felipe señaló la cama.
—¿Qué estás buscando, Letizia? A lo mejor Maddy y yo podemos ayudarte.
Ella frunció el ceño, a todas luces inquieta, no sólo por la pregunta, sino también por el hecho de que él estuviera esperando una respuesta. Felipe dejó escapar un suspiro. La paciencia nunca había sido una de sus virtudes, pero desde que se casó con Letizia estaba empezando a entender que éste era un atributo que tenía que adquirir. La habían obligado durante catorce años a obedecer reglas muy estrictas y le habían prohibido emitir sonido alguno o intentar comunicarse. Sinceramente, Felipe no podía esperar que ella cambiara de la noche a la mañana.
—Letizia, responde la pregunta lo mejor que puedas. Nadie te va a castigar, te lo prometo.
Ella no pareció muy convencida de que eso fuese cierto. A Felipe no le gustaba presionarla, pero sabía que era esto o permitir que ella siguiera igual.
—¿Qué estás buscando? —Ahora empezó a adoptar una expresión severa que esperaba que la animara a responder, sin matarla del susto.
Ella tiró nerviosamente del canesú de su camisón, gesto que hizo que él dejara de mirarle la cara y centrara toda la atención en su pecho. Ante la visión que apareció frente a sus ojos, apretó los dientes y enseguida volvió a dirigir la mirada hacia su rostro. De modo sorprendente, ella no pareció darse cuenta de que su centro de atención se había desviado por un instante.
Después de lo que Daniel le había hecho, a él le parecía que su ingenuidad era algo más que increíble. Pero la verdad era que estaba viendo las cosas desde su punto de vista, no desde el de Letizia. Era evidente que la violenta agresión de Daniel contra ella había sido sólo eso: violencia. No había habido coqueteo preliminar, ni atracción, ni erotismo alguno, sólo pánico y dolor. Esto le había enseñado a no fiarse de los hombres, pero no le había dado ninguna herramienta para comprender el placer carnal o lo que le precedía.
Mirándola fijamente, Felipe se sintió como el lobo del cuento, que acechaba a un cordero indefenso.
Sus pensamientos fueron llamados al orden por un movimiento de los labios de Letizia, que, a causa de sus cavilaciones, estuvo a punto de no percibir.
—Repite lo que has dicho, Letizia. Despacio, para que yo pueda entenderte. Me temo que no soy tan bueno como tú para leer los labios.
Ella miró nerviosamente a Maddy. Luego, respondió articulando de nuevo para que él le leyera los labios. Cuando Felipe vio que no podía entender lo que ella trataba de decirle, se le cayó el alma a los pies. Aquello no iba a ser tan fácil como había esperado. La lectura de los labios, que ella parecía dominar con toda naturalidad, era para él una hazaña casi imposible cuando de más de dos o tres palabras se trataba. Ella volvió a decir las palabras, esta vez haciendo movimientos exagerados con los labios y la lengua. Aun así, él no logró entender nada.
—¿Alguna vez has visto a alguien jugar a los personajes? —preguntó él.
Ella caviló durante un instante, luego asintió moviendo la cabeza con inconfundible renuencia. Felipe supuso que ella había conocido los juegos de salón al espiar a sus padres cuando había invitados en casa. Al parecer, ésta era una de las tantas actividades que ellos le prohibían realizar y que podrían hacerla merecedora de un castigo.
—Muy bien. Entonces representa las palabras que estás tratando de decir. Dame algunas pistas.
Frunciendo el ceño, ella se quedó mirando pensativamente al vacío durante un momento. Luego se le iluminó la cara y levantó una de sus pequeñas manos, formando un círculo con sus dedos pulgar e índice.
—¡Un brazalete! —Dijo Felipe— ¿Estás buscando un brazalete?
Ella negó con la cabeza. Volvió a hacer un círculo, pero esta vez delineando su forma con la yema de un dedo, haciéndole caer en la cuenta de que era más ovalado que redondo. Felipe se acarició la barbilla.
—¿Un medallón?
Letizia hizo una mueca con los labios y puso los ojos en blanco, a todas luces frustrada por su torpeza. Contento de que ella se hubiese atrevido a manifestar su desagrado con él, aunque fuese de una manera tan sutil, se rio entre dientes.
—Sé que soy poco despierto. Ten paciencia conmigo, ¿ok? Después de todo, acabamos de empezar, y al menos nos estamos divirtiendo. Sé que podemos hacerlo. Sólo necesitamos un poco de práctica.
—¡Un relicario! —sugirió Maddy.
Letizia volvió a negar con la cabeza. Luego, con el aspecto absolutamente adorable que le daban su pelo negro desordenado y la expresión contrariada de su rostro, se llevó las manos a las caderas. Después de mordisquearse la parte de dentro de su labio inferior durante un instante, pareció llegarle la inspiración de repente. Se alejó un paso de Felipe para contar con espacio suficiente, fingió tener algo en la mano. Cuando él asintió con la cabeza para hacerle saber que entendía, ella simuló golpear el objeto contra una superficie imaginaria y luego partirlo por la mitad.
Había algo en aquellos gestos que le resultaba muy familiar, y Felipe sabía que debía poder reconocerlos. Al ver su mirada perpleja, Letizia dejó escapar un suspiro. Luego, se metió las manos bajo los brazos y empezó a agitar los codos.
Felipe no tenía ni la menor idea de qué demonios estaba haciendo ella, pero queriendo animarla, gritó:
—Muy bien, Letizia. ¡Así se hace!
La sonrisa de la joven se hizo más profunda, enseñando unos hoyuelos en sus mejillas que hasta aquel momento él nunca había visto. Luego, estirando el cuello e inclinando las rodillas ligeramente, empezó a dar vueltas por la habitación, sin dejar de agitar los codos.
Tan emocionado que prácticamente se puso a gritar, Felipe empezó a solucionar el enigma.
—¡Una gallina!
Ella asintió enérgicamente con la cabeza.
—¡Una gallina, Maddy! ¡Está buscando una gallina!
Claramente desconcertada, la rellenita ama de llaves asintió con la cabeza.
—¡Desde luego! Una gallina. No sé cómo no se me ocurrió.
Letizia negó vehementemente con la cabeza.
—No, no es una gallina —corrigió Felipe. Ella levantó la mano e hizo otro círculo con los dedos pulgar e índice.
—¡Un huevo! —dijo Maddy casi gritando—. ¡Cascar un huevo! ¡Sí! —Aplaudió con frenesí— Eso es lo que ella estaba haciendo, señor, ¡cascando un condenado huevo!
Emocionada, Letizia asintió con la cabeza. Luego cruzó los brazos sobre su cintura, poniendo una de sus pequeñas manos sobre su vientre hinchado de manera protectora.
—¿Un huevo? —Felipe lanzó una mirada desconcertada a Maddy—. ¿Un huevo, Letizia? ¿En tu cama?
Ella asintió con la cabeza una vez más.
—Entiendo —dijo Felipe, pero lo cierto era que no entendía nada en absoluto.
La confusión debió de reflejarse en su rostro, pues Letizia señaló su vientre, dibujó otro círculo con forma de huevo con los dedos y, finalmente, hizo un movimiento amplio desde la cintura hasta el suelo.
—Santa Madre de Dios, ruega por nosotros.
Felipe se volvió hacia Maddy con expresión de extrema perplejidad en el rostro.
—No entiendo nada.
Maddy parecía estar ligeramente horrorizada.
—Un huevo, ¿no lo ve? ¡El bebé! La chica piensa... ¡Ay, Dios mío! ¡Ella cree que va a poner un huevo!
—¿Qué?
Al ver la expresión de horror en el rostro de Felipe, los ojos de Letizia se hicieron aún más grandes de lo que eran, y dio un paso hacia atrás. Esforzándose por recobrar la compostura, lo cual no resultó ser una tarea fácil, Felipe dirigió la mirada hacia la cama. Recordó que la vio buscar entre las mantas con sumo cuidado, y cerró los ojos con fuerza.
—¡Ay!, ¡qué cosas! —Maddy hablaba ahora en voz baja— ¡Pobre chiquilla!
Felipe abrió los ojos y tomó aire para reunir fuerzas.
—Bueno, Maddy. No sirve de mucho hacer una montaña de un grano de arena. Letizia no es la primera chica en llegar a la edad adulta sin entender muy bien algunas funciones biológicas. Sencillamente, es cuestión de explicarle las cosas. Ella lee muy bien los labios.
—Muy sencillo, sí.
Felipe sonrió y se dispuso a salir de la habitación, dándole unas palmaditas en el brazo al pasar junto a ella.
—Cuando hayáis terminado de hablar, chicas, ¿por qué no bajáis a desayunar conmigo?
Maddy lo cogió de la manga de la camisa y le obligó a detenerse en seco.Y este es el último por hoy y por lo que queda de año, al final ya se está acabando el año 😅 ya vieron que 2024 ya nos metió 5 meses y medio y ni cuenta nos dimos? 😅 espero y hayan disfrutando el capítulo y que no se olviden de votar y comentar. 💜
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La Canción De Letizia
FanfictionFelipe de Borbon y Grecia se queda horrorizado al descubrir que su hermano había forzado a una muchacha indefensa. Atormentado por la culpa, Felipe se casa con ella y pretende criar al hijo que lleva en su vientre. Al poco tiempo de la boda, Felipe...