XLII

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El médico se incorporó y se frotó los ojos para intentar espantar el sueño, aparentemente sin prisa alguna.

—No me vendría nada mal un café.

—¿Un café? —Felipe cogió al hombre del brazo y lo hizo levantarse del sofá de un tirón— ¡Mi esposa está a punto de dar a luz! No tienes tiempo para tomar el puñetero café.

Diez horas después y tras varias tazas de café, Letizia se puso de parto. Para desgracia de Darío, Felipe se negó a apartarse de su lado. Por lo general, no permitía que los padres asistieran al parto. Sabía por experiencia que la mayoría de los hombres al final no podía soportarlo y, hasta entonces, Felipe no había mostrado indicio alguno de ser la excepción. Sin embargo, cuando los dolores de Letizia empeoraron, Felipe intervino y capeó bastante bien la tormenta, aparentemente sereno y haciendo todo lo posible por tranquilizar a la muchacha cuando sintió miedo.

—Todo va bien, mi amor —le dijo una y otra vez— Yo estoy aquí.

Al verlos juntos, Darío comprendió que había subestimado el amor que sentían el uno por el otro. Independientemente de la intensidad del dolor, Letizia nunca apartó su mirada de Felipe ni le soltó la mano. Y, a pesar de estar completamente exhausto, él no se alejó de la chica en ningún momento. No lo hizo para comer ni para descansar, ni siquiera para estirar las piernas.

No obstante, lo que más conmovió a Darío fue verlos comunicarse por señas. Más de una vez, vio a Felipe moviendo los dedos sobre la palma de la mano de Letizia, hablándole de una manera íntima que nadie más podría interpretar. Darío imaginó que le estaba diciendo que la amaba.

Cuando por fin el momento culminante llegó, el Doctor trajo al mundo al bebé, pero fue Felipe quien dio apoyo a Letizia a lo largo de la dura prueba; fue su esposo quien le secó la cara y le arregló el pelo; fue él quien puso al bebé en sus brazos.

—Es niño, mi amor —dijo con voz ronca— Es precioso, ¿verdad? Tenemos un hijo.

Cuando Darío vio las lágrimas en los ojos de Felipe Álvarez, supo que era el momento de salir de la habitación para que la pareja pudiera tener un poco de privacidad. Una vez en el pasillo, se apoyó cansinamente en la pared y clavó su mirada vacía en el suelo. No podía dejar de pensar en Letizia, en Felipe y en su matrimonio. Hasta aquel día había creído que sólo era un acuerdo de conveniencia. Sólo entonces comprendió que no lo era. Si alguna vez había visto a dos personas profundamente enamoradas, eran aquéllas.

Albany... en marzo, Letizia se marcharía para asistir a una escuela especial, dejando atrás a su esposo. Darío sinceramente había creído que eso era lo mejor para la chica. Pero ya no estaba tan seguro.

Al ver el rostro de Felipe mientras miraba a su hijo, Letizia se llenó de una alegría indescriptible. Él tenía a la vez un aire de ternura y una actitud ferozmente protectora. Cada una de las líneas de su rostro se había tensado por la emoción. Entendía perfectamente sus sentimientos, pues ella también los estaba experimentando. Su bebé. Su propio pequeño bebé. En un breve espacio de tiempo, ya quería tanto a aquella personita que tanto amor era casi aterrador.

Felipe se arrodilló junto a la cama y los rodeó a los dos con un brazo. Pestañeando para mantener los ojos abiertos, pues estaba totalmente agotada, Letizia miró el rostro de su amado y sonrió. Nunca se había sentido tan llena de felicidad. En aquel momento, le dio la impresión de que, por primera vez en su vida, podía amar sin reservas. Había dos personas que la necesitaban. Realmente la necesitaban. Nunca se había sentido necesitada.

De niña a mujer... Letizia sintió que había hecho esta transición demasiado rápido, de la noche a la mañana. Pero era maravilloso. Medio dormida, recorrió con la mirada las hermosas líneas del rostro moreno de Felipe. Luego, miró a su hijo. El calor de su cuerpo diminuto apretado contra su pecho era la sensación más maravillosa que había experimentado en su vida. Concluyó que se parecía a su padre. Estupendo. Sería una pena que se pareciese a ella de mayor.

La Canción De LetiziaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora