—Felipe —dijo Ortiz con cansancio— Supongo que ya has hablado con tu hermano.
No era necesario ser clarividente para darse cuenta de que el juez esperaba que él diera todo un discurso para negar que Daniel estaba implicado en la agresión contra su hija. Felipe habría querido que así fuese.
—Sí.
Mirando detenidamente los libros que se encontraban a lo largo de una de las paredes, intentó leer sus títulos. Los dorados caracteres se desdibujaban y bailaban ante sus ojos, tan confusos como sus propios pensamientos. No sabía por dónde empezar, ni qué decir.
—Yo, esto... —Tragó saliva y se restregó la boca con el dorso de la mano. Acto seguido, se golpeó la pierna con el sombrero— Daniel lo hizo —soltó finalmente— He venido a ofrecerte mis disculpas por el daño que él le ha hecho a tu hija e intentar repararlo en la medida de lo posible.
El juez no dijo nada en respuesta a estas palabras.
Felipe prosiguió enseguida:
—Si piensas interponer una acción judicial, yo no te lo impediré. Pero más vale que te des prisa en comunicárselo al sheriff. He echado a mi hermano de casa, y es muy probable que en este momento esté a punto de marcharse hacia algún lugar que desconozco.
Con los dos codos apoyados sobre la carpeta que se encontraba sobre su escritorio, el juez se frotó las sienes.
—¿Interponer una acción judicial? —Soltó una carcajada amarga— Desde luego, sería de esperar que lo hiciera. Parece ser el procedimiento más natural, ¿no es verdad? Pero en situaciones como ésta, la diferencia entre lo bueno y lo malo se vuelve borrosa. —Tras hacer esta afirmación, dejó escapar de nuevo una carcajada, pero no había alegría alguna en aquel sonido— He sido juez durante más de la mitad de mi vida, y es la primera vez que recuerdo ver una gran zona gris entre el blanco y el negro.
El dolor que se reflejaba en la voz del juez hizo que Felipe fijara su mirada en el suelo. Territorio seguro. No había ojos acusadores que lo miraran fijamente. No sabía qué decir, de manera que se refugió en el silencio.
Finalmente, el juez siguió hablando:
—Te agradezco el ofrecimiento de no impedirme interponer una acción judicial. Se trata de tu hermano, después de todo. Pero no estoy seguro de que sea necesario que te muestres tan comedido.
Obligándose a alzar la vista, Felipe dijo:
—Me temo que no te entiendo.
Ortiz dejó caer las manos y miró a Felipe a la cara.
—Sé que puede parecer cruel, pero hay muchas más cosas que tener en cuenta que el daño que se le ha hecho a Letizia.
El juez empujó la silla hacia atrás y se puso de pie. Aunque era un hombre de baja estatura, tenía una presencia imponente: sus ojos eran de un penetrante color verde, y sus rasgos mostraban una asombrosa mezcla de carácter y fuerza. Felipe siempre lo había admirado, y aplaudido la imparcialidad de sus decisiones en el tribunal. Era un hombre duro, pero justo; una persona en quien los demás confiaban instintivamente.
—El escándalo, Felipe, la pesadilla de todo político. —Hablaba en voz baja— Si se llega a saber lo que ocurrió hoy, la reacción podría ser violenta. —Parecía algo avergonzado. Metió las manos en lo más profundo de los bolsillos de sus pantalones y examinó las puntas de sus brillantísimos zapatos negros— No sólo contra Letizia, sino también contra mí y el resto de mi familia.
Felipe aún estaba un poco confundido, pero se abstuvo de decirlo. Dejando escapar un suspiro, el hombre mayor se acercó al chisporroteante fuego con la mirada fija en la chimenea de piedra y actitud de abatimiento.
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La Canción De Letizia
FanficFelipe de Borbon y Grecia se queda horrorizado al descubrir que su hermano había forzado a una muchacha indefensa. Atormentado por la culpa, Felipe se casa con ella y pretende criar al hijo que lleva en su vientre. Al poco tiempo de la boda, Felipe...