37. Una Ausencia, Una Presencia.

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Los días habían pasado con una lentitud desesperanzadora para Peter, cada hora parecía un día y cada día un mes. Era una lucha tener que huir de sus propios pensamientos.

La navidad fue una tortura pero el año nuevo fue mucho peor. Quiso verlo, quiso tener la oportunidad de decirle que gracias a él ese año había sido uno de los mejores en su corta vida, quería decirle que lo extrañó mucho en navidad, decirle que le deseaba un feliz año a pesar de todo y finalmente confesarle que lo amaba y lo amaría hasta que cada célula, por la cual era confirmado su cuerpo, muriese; quería desearle todo lo mejor del mundo. Quiso pedirle, suplicarle si era necesario, que le obsequiase una última noche. Una última hora. Un último minuto. Un último beso si era necesario. Podía aventurarse y pedirle incluso una última sonrisa.

¿Cómo era posible que una ausencia fuese más fuerte que todas las presencias que tenía en su vida?

Aún despertaba con la esperanza de que su celular tuviese un mensaje o una llamada perdida de él pero cuando observó que no había nada se levantó de la cama para prepararse para la universidad.

Cepilló sus dientes mientras revisaba sus redes sociales. Una parte de él quería vigilar al señor Stark y saber con exactitud qué era lo que estaba haciendo, aunque fuera doloroso. Había creado una cuenta falsa para poder ver todo lo que el mayor pudiese subir a sus redes pero no encontraba nada. No sabía si aquello era bueno o era malo.
Era como si de pronto hubiera desaparecido.
No estaba muerto porque había ido en otras ocasiones al complejo y no se le informó nada de eso. Creía que ese tipo de información no le sería denegada.

Guardó todos sus libretas en la mochila y observó ese saco con el cual se había quedado a dormir. Ese que le perteneció solo a él.
Lo tomó y lo aspiró nuevamente esperando que aún estuviese impregnado el olor de su piel y su colonia. Era un aroma embriagante y lejano, tan lejano como él mismo. Lo colocó en el gancho y lo metió a su closet con el cuidado que merecía.
Abrió la puerta de la habitación para marcharse y dubitativo giró hacia el pedazo de tela fina que para él significaba el recuerdo de una vida hermosa; cerró la puerta y regresó a aquella prenda para abrazarla e imaginarse que era a él a quien abrazaba. Aspiró el olor y cerró los ojos. Juraba que en cualquier momento la mano de Tony le iba a acariciar los cabellos con delicadeza.
No sucedió. Salió de habitación y se dirigió a la cocina para comer algo antes de salir en dirección a la universidad.

Saludó a May con un beso y una sonrisa fingida, comió varios panqueques que su tía había cocinado y se despidió de ella y le pidió que saludara a Edgar en el trabajo.
Salió de la casa y se dirigió a la azotea para al fin salir a balancearse por las calles de Nueva York. No podía creer como dentro de toda esa gente tuvo que fijarse solamente en una, era una maldición, una hermosa si alguien le preguntaba.

Por azares del destino —según el arácnido— pasó por la torre Stark y observó que las reconstrucciones del lugar estaban casi terminadas. Recordar era doloroso pero también hermoso, en ese lugar, en medio de una noche esclarecedora fue que se observó atraído por el millonario.

¿No era curioso que allí, en esa torre, fue la primera vez que lo había visto y probablemente la última también?

“Yo sé que si pudiera verlo y decirle todo lo que siento usted me abrazaría y… a quien engaño, es usted quien no me permite verlo. Es usted quien ya no me quiere cerca de su vida.”

Peter no se permitió llorar. Siguió su rumbo aún sin querer hacerlo.

“¿Qué se hace cuando una persona entra en su vida, le obsequia un cielo lleno de brillantes estrellas, éstas están a su disposición y luego sin decir nada se marcha y no solo se va sino que también se lleva las estrellas y el cielo entero?”

What If... (Starker)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora