6: Caja de Pandora

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Cuatro meses dentro y tan solo dos meses para las competencias, Namjoon sentía como el ambiente había cambiado drásticamente, haciéndose cada vez más pesado y agobiante. La presión tenía picos muy altos que debían balancearse con un buen rendimiento. Decirlo era más fácil en la teoría que en la práctica, pero no eran nuevos en ese mundo, ser la élite de la élite significaba saber que venía.

Sin embargo, había una cosa positiva y era que el equipo, al fin, se sentía como un equipo completo, un equipo real. Sin ninguna pieza fuera o forzosamente incluida. Todos encajaban. Se cuidaban entre ellos, confiaban entre sí.

Y con la cercanía de los juegos, pasaban incluso más tiempo juntos, es decir, entrenaban 40 horas semanales, se veían mucho; y además compartían una buena parte de su tiempo de recuperación. Era una bendición que se llevarán bien o sería un martirio.

Desde que Jungkook empezó a actuar menos como un atleta de élite estreñido y más como solo un joven gimnasta lleno de sueños e ilusión –justo como ellos– todo había fluido como el agua.

No significa que Jungkook se haya vuelto menos competitivo, necio y a veces aún abiertamente arrogante e insolente, sino que lo balanceaba con aspectos más afectuosos, animados, bromistas, infantiles y tiernos. Era él. Los chicos lo aceptaron tal como era.

Y puede que Namjoon sea un poco miope pero puede jurar que ve un lado muy dulce en Jungkook, dulce y tímido, curioso y ridículamente adorable. Puede que también haya desarrollado una especie de debilidad, le era casi imposible negarle nada, se había convertido en alguien a quién quería proteger, a quién hacer sonreír, a quién buscar solo porque sí. Para Namjoon tenía sentido sentirse de esa forma ya que Jungkook era el menor del equipo, tenía sentido sentirse responsable de alguna forma por el maknae.

Era un hecho, ambos se habían vuelto notablemente cercanos desde la primera vez que Namjoon fue a su casa. La siguiente vez Jungkook se invitó a sí mismo al departamento de Namjoon, porqué favor con favor se paga –Si así se le llamase a la venganza–, le hizo pedir el pollo frito que estaba pendiente y hablaron por horas de cualquier cosa.

Desde entonces frecuentaban el lugar del otro sin esforzarse en armar ningún plan elaborado como los de SeokJin y Jimin, los cuales eran algo como ir a algún parque temático justo el día de alguna celebración ficticia específica, vestidos a juego.

A veces Jungkook solo llegaba con algunos vegetales y preparaban algo para cenar si no estaban muy cansados para cocinar. Namjoon confiaba en las habilidades culinarias de Jungkook, excepto por el día que preparó unos asquerosos batidos de proteína con huevo y pechuga de pollo cruda –Namjoon le dijo que no repetirían eso jamás, pasó todo el entrenamiento con náuseas–

A veces se quedaban hasta muy tarde viendo campeonatos o competencias olímpicas de años anteriores, comentando todo; a veces veían simples películas que elegían por turnos. Jungkook siempre elegía películas de Marvel o DC y ya había aprendido a reconocer cuando Namjoon se aburría y solo pretendía estar interesado por él, así que cambiaba el canal y se recostaba en su hombro, porque cualquier programa funcionaba para dormir. Pero todas las veces que se quedó dormido en el sofá –Y en su hombro– despertó en la comodidad de su cama.

Namjoon podía decir genuinamente que lo apreciaba; le gustaba pasar tiempo con él, le importaba que estuviera bien, quizá demasiado, y quería mimarlo quizá un poquito más que a Jin y Jimin; estar alrededor de él lo hacía sentir feliz, por lo que, era seguro decir que se estaba convirtiendo en un gran amigo, uno que quisiera conservar incluso después de las competencias Olímpicas.

—La próxima semana es la primera prueba de las nuevas mallas, sean puntuales —Avisó el entrenador casi al final de un entrenamiento cansado en inicio de semana.

The one prize (I'd cheat to win) [namkook] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora