La Chica De La Ventana | Jenlisa

Capítulo 3

Cuándo Lisa llegó a su casa estaba tan débil que su padre, Marco, debió subirla cargada hasta su habitación, donde se quedó dormida casi de inmediato.

"Estúpidos efectos secundarios" pensaba Lisa cada vez que la debilidad luego de una diálisis la atacaba. "Estúpida enfermedad" pensaba después.

Cuando su cuerpo le indicó que ya había dormido más de lo que necesitaba, Lisa se sintió lo suficientemente fuerte como para bajar las escaleras y cenar junto a su familia.

La cena transcurrió casi con normalidad. Casi...

—Lisa —la llamó su hermana, Chiquita. Lisa volteó a mirarla, demostrándole que la estaba escuchando— ¿Quieres salir a dar una vuelta conmigo y Jake?

—Amor, sabes que su corazón está débil y no puede hacer ese tipo de esfuerzos... —interrumpió la madre de Lisa, Chitthip, sin dejarla responder.

—Entonces tal vez... podríamos... solo salir al jardín y mirar las estrellas —volvió a sugerir su hermana.

—Chiquita, ella está cansada después de la diálisis... Solo... Déjala descansar.

—¡Deja que Lisa hable, mamá! —dijo Jake, el hermano de Lisa, exasperado.

—¡No le hables así a tu madre, Jake! —lo regañó su padre.

—¡Entonces dile que le permita a Lisa hablar! ¡Ella no es muda!

—Chiquita... yo... yo solo... —Lisa empezó a tartamudear. "Estúpida, la voz no debería fallarte" se regañó a sí misma.

—Ella hará lo que sea mejor para su salud. Y lo mejor para ella es quedarse acá en casa —la volvió a interrumpir su madre sin prestarle atención a lo que quería decir.

De repente, Lisa comenzó a chasquear los dedos lentamente. Era algo que hacía cuando estaba estresada, indecisa o confundida.

Mientras su familia peleaba en la mesa, ella los miraba sin saber que decir, chasqueando los dedos sin ser consciente de este acto.

"¡Haz algo Manoban! ¡No dejes que se peleen por tu culpa!"

—¡Tiene casi dieciocho años, mamá! ¡Ya no es una bebe! —le gritó Chiquita.

—¡Pero ella está enferma!

Esto fue lo que hizo a Lisa reaccionar.

En un ataque de ira la chica de ojos marrón claro lanzó su plato al suelo y se levantó de la silla, frustrada, chasqueando los dedos inconscientemente.

—Lisa, mi amor... Tranquila. Te puedes hacer daño —la intentó calmar su padre.

—¡NO SOY UNA PUTA ENFERMA, MAMÁ!

Y con toda la velocidad que le permitían sus débiles piernas, Lisa subió a su habitación y cerró con llave, aunque sabía que su madre tenía varias de repuesto, convirtiendo a este acto en un acto completamente inútil. Enojada con su madre, con su familia y consigo misma, Lisa se lanzó sobre la cama y comenzó a llorar.

¿Por qué no podía ser normal? ¿Por qué no podía simplemente tener una ligera gripe de vez en cuando? ¿Por qué no podía simplemente tener malas notas en la escuela? ¿Por qué no podía ser solo una niña estudiosa encerrada en una biblioteca? ¿Por qué tenía que ser la puta niña enferma que siempre parece estar a punto de morir?

—Lisa —la llamó su madre delicadamente a través de la puerta— Lisa, por favor, abre la puerta. Quiero... Quiero hablar contigo.

—¡YO NO QUIERO HABLAR CONTIGO!