Epílogo

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La rutina de la familia Manoban-Kim era simple.

Jennie se levantaba (o era levantada) temprano para hacer el desayuno mientras Lisa despertaba, duchaba y vestía a la pequeña Ella para finalmente dejarla en el preescolar e ir a sus trabajos.

—Amor —Lisa llamó a su esposa acariciando su espalda desnuda bajo las sábanas azules colocadas en aquel sofá convertible. Continuaban viviendo en el departamento de Minnie, así que no les había quedado más remedio que cederle su habitación a su pequeña hija y mudarse a la sala— Es hora de levantarse, Jennie —susurró contra su oído besando dulcemente su mejilla, justo en el lugar en donde la chica tenía la pequeña cicatriz de aquella vieja caída de las escaleras.

—No quiero levantarme —se quejó con voz ronca, cubriendo su cabeza con la sábana y acurrucándose al cuerpo de Lisa, solo cubierto por unas bragas blancas y un brasier de lunares negros.

—Tienes que hacerlo —Lisa murmuró levantando las sábanas para encontrarse con los ojos cerrados de su esposa.

—No puedes decirme eso cuándo es tu culpa que esté tan cansada —se quejó mientras se quitaba la sábana de encima y comenzaba a estirarse y bostezar.

—Es tu cumpleaños, y quería ser la primera en regalarte algo... Además, estoy segura de que esta noche estarás muy cansada luego de la fiesta, así que no podremos hacer...

—Lo entiendo —Jennie suspiró levantándose, colocándose la ancha camisa de Lisa que había quedado tirada sobre el suelo la noche anterior sobre su piel completamente desnuda. Tenían suerte de que Ella durmiera tanto, porque sino ya habrían tenido que pagar varias sesiones de terapia— Lo que realmente no entiendo es como tú, aún después de ocho años de matrimonio, no me has regalado una estúpida fusta...

—Te la regalaré cuándo la necesites... —murmuró con voz ronca y una divertida sonrisa en su rostro.

—La necesito ahora.

—No. Ahora lo que necesitas es preparar el desayuno mientras me ocupo de Ella. Después podríamos discutir sobre la fusta —susurró con firmeza antes de levantarse e ir al baño, sabiendo que su esposa había tenido una buena vista de su cuerpo semi-desnudo en el camino— Y feliz cumpleaños —dijo girando a mirarla con una sonrisa, encontrando los ojos de su mujer caminando tras ella fijos en su trasero.

—Aún no entiendo como sigues viéndote tan perfecta luego de tantos años —susurró entrando al baño tras ella comenzando a cepillar sus dientes mientras Lisa decidía tomar una corta ducha.— Yo tengo las estrías del embarazo...

—Son las estrías más bonitas que vi —afirmó mientras abría la ducha, el agua tibia golpeando su piel con fuerza.— ¿Quieres ayudarme en esto?

—Lo siento, amor. Eso solo nos distraerá y Ella tiene que llegar a tiempo, al igual que tú.

—¿Qué hay de ti?

—Pedí un día libre. Quiero terminar de escribir mi libro.

—¿John y Amy tendrán un final feliz? —Lisa quiso saber.

—Terminarán bebiendo cerveza en un callejón y teniendo una charla poco interesante sobre gatos.

—Es bastante bueno comparado con tus otros finales... Pero sigue sin ser un final feliz... Y eso me encanta.

 Y eso me encanta

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La Chica De La Ventana | JenlisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora