Emma soreen— No logro entenderte, Emma— hablaba mi madre, estaba muy molesta conmigo — ¿Cómo se te ocurre hacer algo así? ¿Acaso este es el tipo de hija que he criado?
Miraba a la ventana mientras ella seguía reprendiéndome, estaba confundida, molesta y indignada.
¿yo robar un examen? Es estúpido.
— Yo no robé nada— conteste, sin dirigirle la mirada.
Ella rio amargamente, la miré con el ceño ligeramente fruncido.
— ¿Entonces la directora me mintió? Encontraron esos exámenes en tu casillero, Emma. No intentes mentirme porque no tienes forma para hacerlo.
— Hablo en serio— conteste, molesta — Yo no hice nada, me incriminaron.
— Pues explícale eso a tu padre, porque él ya lo sabe.
Alce ambas cejas.
— ¿Papá está en casa?
— Si— asintió — Y muy molesto.
Solté un fuerte suspiro, lo que me faltaba.
— Como sea, yo no hice nada— murmure, mirando de nuevo a la ventana.
— Intentaré creerte— Dijo — Y te quitaré tu consola, estás castigada.
La miré al instante, con reproche.
— ¡mamá! ¡Yo no hice nada!
— No te creo— Contestó, molesta — Y fin de la conversación.
Solté un gruñido de molestia antes de cruzar mis brazos y mirar a la ventana.
¿Acaso podría irme peor?
Al llegar a casa, mi madre no dijo nada. Solo bajó del carro en silencio.
Bajé junto con ella, ambas nos encaminamos a la casa.
— ¿Papá está muy molesto?— pregunté, ella soltó un suspiro pesado.
— Si... pero se acaba de tomar sus medicamentos, no te preocupes.
Asentí con lentitud, me acerqué a la puerta y la abrí.
Apenas puse un pie dentro de la casa, una mano impactó bruscamente contra mi rostro. El golpe fue tan fuerte que el lado derecho de mi cabeza se estrelló contra la puerta, dejándome aturdida. El dolor se extendió rápidamente por mi mejilla mientras intentaba recuperar el equilibrio y procesar lo que acababa de suceder.
—¡Emma! —gritó mi mamá antes de tomarme de los hombros y ponerme detrás de ella con un rápido movimiento, empujándome fuera de la casa— Joseph, ¡tranquilízate!
— ¡¿Tranquilizarme?! ¿¡Cómo podría hacerlo si suspendieron a esta idiota dos días de la escuela?!— El me miró a los ojos, hecho furia — ¿¡Eres imbecil o algo?!
— ¡No¡ ¿¡cuál es tu maldito problema?!— Replique molesta.
Noté que su furia aumentó al escuchar mis palabras, sus ojos se encendieron de rabia y sus puños se cerraron con fuerza. Podía ver cómo sus músculos se tensaban, y por un momento, temí que las cosas se salieran aún más de control. La atmósfera en la habitación se volvió aún más pesada, llena de tensión y emociones a punto de estallar.