Capitulo 21

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(Escuchen música depre porfa, paro. Les recomiendo las de Billie)
























Juliette Delancey

Soy una mala persona.

Soy egoísta.

Una mala hija.

Una mala hermana.

Una mala amiga.

No soy lo suficientemente buena.

Soy tan inútil.

Respira Juliette— habló Emma, me tenía agarrada entre sus brazos, mientras yo la abrazaba con fuerza.

No llores.

No llores.

No llores.

Pero era imposible no hacerlo, por más que intentara parar, no podía.

Tenía que llorar, necesitaba hacerlo.

Sentí como mi pulso se aceleraba descontroladamente, cada latido resonando en mis oídos como un tambor. Mi respiración se volvió superficial y rápida, como si no pudiera obtener suficiente aire por más que lo intentara. Mis manos temblaban, aferrándose a Emma con desesperación, mientras mi visión comenzaba a nublarse.

—No puedo respirar...no puedo...—susurré entre sollozos, sintiendo como la presión en mi pecho aumentaba, como si un peso enorme me aplastara. Mis piernas comenzaron a sentirse débiles, todo mi cuerpo lo hizo.

Emma me apretó con más fuerza, susurrando palabras tranquilizadoras que apenas podía entender en medio del caos en mi mente. Mi cabeza daba vueltas y todo a mi alrededor parecía alejarse, volviéndose borroso e indistinto.

Las lágrimas caían sin control, y cada intento de detenerlas solo parecía hacerlas fluir más rápido. Mis pensamientos se mezclaban en una maraña de miedo y desesperación. Sentía que me ahogaba, que el mundo se cerraba sobre mí y no había salida.

—Respira, Juliette, respira, todo va a estar bien—repetía Emma, Traté de seguir sus palabras, de encontrar un ritmo en mi respiración, pero era como intentar nadar contra una corriente imparable.

—No puedo...tengo miedo.. tengo miedo, Emma —mi voz se quebró, tenía miedo, jamás me había pasado algo como esto.

Emma me sostuvo con más firmeza, su propio aliento entrecortado mientras intentaba mantenerse fuerte por mí. Sentí su mano temblar ligeramente sobre mi espalda, pero su voz seguía siendo constante y reconfortante.

—Lo sé, sé que es difícil —dijo suavemente— pero estoy aquí contigo, vas a salir de esto.

Sus palabras, aunque apenas podían penetrar la densa niebla de mi mente, encontraron un pequeño hueco. Empecé a concentrarme en la sensación de su mano en mi espalda, en la calidez de su cuerpo contra el mío. Poco a poco, traté de imitar su respiración, enfocándome en cada inhalación y exhalación.

—Eso es, Juliette, inhala... exhala... —continuó guiándome.

La presión en mi pecho comenzó a disminuir, aunque aún sentía una opresión constante. Mis lágrimas seguían fluyendo, pero ya no eran muchas. Mis pensamientos, aunque aún eran caóticos, empezaron a organizarse lentamente.

—Emma... —susurré— No me dejes...

—Nunca —respondió con firmeza, acariciando mi cabello— Estoy aquí y no me voy a ir.

 Un romance del odio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora