(Comenten o mato a Juliette)
Emma Soreen
Iba en camino a la casa de Juliette, mi corazón latía con anticipación. Había recibido un mensaje suyo pidiéndome que fuera a verla, lo cual había sin duda mejorado mi noche.
me había arreglado con especial cuidado, deseando estar a la altura de lo que ella necesitaba.
Al llegar a la entrada de la privada, me encontré frente a la garita del guardia. Me estacioné con cierta inquietud, esperando que todo saliera bien. La emoción de ver a Juliette me mantenía en vilo.
Con el pulso acelerado, saqué mi teléfono y le envié un mensaje.
"Juliette, estoy fuera de la entrada de seguridad"
Al instante vi que había leído el mensaje, pero no recibí respuesta. Fruncí el ceño, esperando una reacción. Miré al frente y me sorprendí al ver a Juliette salir rápidamente de la puerta de seguridad, caminando a pasos apresurados hacia el carro.
Me sorprendió aún más su vestimenta: llevaba un pantalón de mezclilla holgado, un hoodie blanco y unos lentes negros, una apariencia inusual para ella. A pesar de lo inesperado de su look, para mi se veía hermosa.
Juliette subió al carro con rapidez. La miré, algo confundida, pero decidí mantener la calma y actuar con normalidad mientras ella se acomodaba en el asiento.
— Hola, Juliette —dije, acercándome un poco y tratando de darle un beso en la mejilla. Sin embargo, ella se apartó ligeramente.
Fruncí el ceño, sin ocultar mi confusión.
— ¿Estás bien? —pregunté, tratando de buscar sus ojos con los míos, pero no logré hacer contacto. — ¿Por qué llevas lentes?
— ¿Podemos irnos de aquí? —preguntó, con una voz baja y rota que no pasó desapercibida.
Decidí no presionarla más. En silencio, arranqué el carro y me preparé para llevarla a un lugar más tranquilo, uno donde pudiéramos hablar con total comodidad.
Y sabía exactamente el lugar perfecto para ello.
Pasaron al menos 30 minutos mientras estábamos en el carro. El silencio era palpable, a pesar de que había encendido la radio para distraerme, no hizo mucha diferencia.
Juliette estaba recostada en el asiento, su cabeza apoyada y mirando por la ventana. Su semblante estaba fruncido, y de vez en cuando, notaba que sus labios temblaban, como si estuviera luchando por no llorar.
Me preocupaba lo que pudo haber sucedido, quizás una discusión o una mala noticia. El misterio en su comportamiento me mantenía en tensión.
Finalmente, llegamos a la cima de una calle poco transitada, en lo alto de una colina que ofrecía una vista parcial de la ciudad. Aunque no era una gran altura, era suficiente para ver algunos edificios. La noche estrellada le daba un toque aún más encantador al lugar.
Estacioné el carro y bajé. Me dirigí hacia la puerta de Juliette y la abrí, notando cómo se tensó un poco. Extendí mi mano para ofrecerle ayuda.
Ella miró mi mano y negó ligeramente.
— Emma, es mejor quedarnos en el carro —murmuró, desviando la mirada. Pero yo no estaba dispuesta a aceptar eso.
— El clima está muy agradable, ven, quiero que sientas el aire fresco —dije, con un tono suave pero firme.