( comenten por ser el día de la independencia pinches nacas jodidas, las amo🥺☝🏻❤️)
Juliette Delancey
Emma apagó el motor del auto y ambas nos quedamos en silencio, mirando hacia mi casa. La calle estaba vacía y oscura, como si el mundo entero estuviera dormido, excepto nosotras. Era tarde, mucho más de lo que había planeado, y lo sabía. Mis padres me iban a regañar, seguro.
Habíamos perdido la noción del tiempo, enredadas en conversaciones, abrazos, besos... aún sentía el peso de mi confesión flotando en el aire. Lo de mi diagnóstico. Emma no se había alterado ni mostrado disgusto, pero aún podía sentir la tensión, como si las palabras que habíamos compartido siguieran colgando entre nosotras, sin resolverse del todo.
Me giré hacia Emma, y ella me miraba tranquila, casi despreocupada, como si no fueran las dos de la mañana y el mundo afuera no importara.
—Bueno... será mejor que entre —dije, intentando mantener la voz ligera, aunque me sentía lejos de estar tranquila— Mis padres me van a matar— Emma esbozó una pequeña sonrisa.
—Seguramente, pero no será tan grave.
Hice una pausa, sin moverme, como si el acto de abrir la puerta fuera demasiado definitivo. No quería irme, no quería que la noche acabara tan pronto, pero sabía que no tenía opción.
—Gracias por quedarte conmigo, Emma —susurré, bajando la mirada por un segundo antes de encontrarme con sus ojos otra vez.
—No te preocupes. Fue una buena noche. —Su tono era despreocupado, casi como si todo lo que había pasado entre nosotras no fuera algo monumental. Eso me alivió y me incomodó al mismo tiempo. Era como si ella no quisiera que nada cambiara, cuando yo sentía que todo ya lo había hecho.
Nos quedamos en silencio un momento, y me incliné hacia ella para despedirme. Un beso breve, suave, como si fuera parte de una rutina que aún no habíamos establecido.
Cuando me separé, Emma sonrió con calma y asintió hacia la casa.
—Entra antes de que sea peor.
—Sí, tienes razón.
Puse la mano en la puerta del coche, pero antes de abrirla, escuché su voz de nuevo.
—Cualquier cosa... me llamas. No importa la hora, ¿de acuerdo?
Asentí, sintiendo una mezcla de gratitud y cariño hacia ella.
—Bien. Buenas noches, Emma.
—Buenas noches, Juliette— me miró un par de segundos, ella sonrió ligeramente — Te quiero.
Amplíe mi sonrisa.
— Y yo a ti, Emma.
Con un último vistazo, me bajé del coche y caminé hacia la puerta de mi casa, sabiendo que, a pesar de todo, ella seguiría allí si la necesitaba.
Caminé hacia casa. El silencio de la noche era casi absoluto, roto solo por el susurro del viento. Me detuve frente a la puerta, dudando un momento antes de entrar. La sensación de pesadez que cargaba conmigo era palpable, y la última cosa que deseaba era enfrentarlo todo de nuevo.
Avancé lentamente hacia la puerta de la entrada, el sonido de mis pasos apenas audible en el pasillo vacío. Las luces del pasillo estaban apagadas, y el hogar parecía dormido. Mi mente seguía enredada entre la confusión y la tristeza, pero traté de mantenerme firme mientras abría la puerta y entraba en la casa.