(Ya se la saben morros, comenten o me desaparezco 😡)
Emma Soreen
Nos encontrábamos en el comedor comunitario, específicamente en el área de la cocina junto a Ofelia.
Era un cuarto blanco muy bien iluminado, con una mesa larga y varias sillas, había también un sillón que me llamó la atencion.Aún no había visto a Marcus. Tal vez hoy sus tareas eran distintas y se encontraba en otro lugar.
Qué lástima.
— Bien chicas, esperarán aquí mientras hacen la comida, el labor de ustedes el día de hoy es empacarla para entregarla — nos señaló unos tuppers que habían en la mesa — Si necesitan algo no duden en llamarme.
— De acuerdo— conteste.
— Bien— Ofelia nos sonrío a ambas, se dio la media vuelta y fue hacia la puerta de salida, justo cuando estaba apunto de irse, la detuve.
— Ofelia— la morena volteó hacia mi — ¿sabe si Marcus vino hoy?—
— ¿Marcus Parker?— preguntó.
— Ah...— no tenía idea — ¿es castaño y blanco?— levanté la ceja.
— Si.
— Entonces si, Marcus Parker— sonreí — ¿Sabe si vino hoy?—
— Si, el se encuentra limpiando la parte adelantera— Ofelia sonrió — ¿Porque?—
— Bueno, es que ayer lo conocimos y nos cayó bastante bien, estoy segura que nosotras también a él.
— me alegro— Ofelia nos miró a ambas — Entonces si termina rápido su tarea lo mandaré aquí con ustedes— nos guiñó el ojo.
Sonreí hacia ella en forma de agradecimiento, después Ofelia salió del cuarto no sin antes darnos una última sonrisa.
Aunque era más para mí.
Le caigo mejor.
Ja.
— ¿Entonces aún no haremos nada?— Pregunto Juliette a mi lado.
— ¿acaso vez comida aquí?— la mire.
Juliette rodó los ojos con fastidio, cruzó los brazos y miró hacia otro lado. Iba a empezar a ignorarme, lo sabía.
Había notado este comportamiento en ella desde ayer. Cada vez que la molestaba hacía lo mismo, incluso esta mañana en los comedores cuando le saqué la lengua.
Dejé mi mochila en el suelo y me dirigí al sillón. Me arrojé sobre él y me acosté boca arriba, sin preocuparme en dejarle espacio a Juliette.
Juliette me lanzó una mirada juzgadora, abandonando rápidamente su intento de ignorarme.
—¿Qué?— la miré.
— ¿crees que me quedaré aquí parada o que? Hazme espacio— pidió como toda una diva.
— Siéntate en el piso— contesté.
— No me sentaré en el piso.
— Entonces quédate parada— dije antes de comenzar a ignorarla.
Cerré los ojos, tratando de matar el tiempo y, con suerte, dormir un par de horas.
El silencio de Juliette me hizo pensar que se había dado por vencida. Pero me equivoqué, porque de repente sentí cómo alguien se sentaba sobre mis caderas.