Capitulo 47

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Juliette Delancey

La sala de espera del hospital estaba silenciosa, solo interrumpida por el suave murmullo de las conversaciones en voz baja y el ocasional sonido de un teléfono móvil. Había pasado un tiempo desde que todos los que querían ver a Emma lo habían hecho.

Ahora solo faltaba Gianna en salir de la habitación, ella había entrado sola a esta.

Me senté en una de las sillas de la sala de espera, sintiendo el peso del agotamiento en cada rincón de mi cuerpo. El día había sido largo y emocionalmente drenante, la tensión acumulada parecía haberse convertido en una carga física. Mi mente estaba exhausta, pero había una ligera esperanza ahora que Emma había despertado, lo que hacía que mi cansancio fuera más soportable.

El ambiente en la sala de espera se había vuelto más tranquilo, con los chicos ya preparados para salir a cenar y la noche envolviendo el hospital en un silencio más profundo. La sensación de que Emma estaba fuera de peligro y consciente me ofrecía una pequeña chispa de alivio, aunque no eliminaba completamente el cansancio que sentía.

Sabía que necesitaba descansar. Mi cuerpo lo pedía con urgencia, y el sueño acumulado no podía ser ignorado por más tiempo. Había pasado horas en una mezcla de preocupación y espera, y ahora que la situación parecía estabilizarse, era el momento de permitirle a mi cuerpo el descanso que tanto necesitaba.

Me recosté en la silla, tratando de encontrar una posición cómoda, me dejé llevar por la necesidad de cerrar los ojos, aunque el entorno del hospital seguía siendo un recordatorio constante de la situación que enfrentábamos. Sabía que, aunque era difícil, esta noche por fin podría dormir con la tranquilidad de saber que Emma había despertado y estaba en camino hacia la recuperación.

Finalmente, Gianna apareció por el pasillo donde estaba la habitación de Emma. Había llegado tarde y, por lo tanto, había entrado sola. Observé cómo caminaba hacia la sala de espera con pasos lentos, su rostro ocultando una mezcla de emociones que no podía descifrar.

Gianna se detuvo en la entrada, su mirada fija en el suelo por un momento antes de levantar la vista. Había algo en su expresión que me hizo sentir inquieta. Sus ojos parecían perdidos, como si estuviera tratando de procesar algo que no podía comprender del todo. Su cuerpo estaba rígido, y aunque no había lágrimas en sus ojos, había una tristeza en su actitud.

La conversación en la sala de espera se había reducido a susurros, todos observando la salida de Gianna con una curiosidad silenciosa. Yo me levanté de la silla, acercándome a ella con una mezcla de preocupación y curiosidad.

—Gianna— la llamé con suavidad, acercándome a ella con preocupación —¿Estás bien?

Ella giró hacia mí, su mirada algo perdida y su postura rígida. Por un momento, el ruido de la sala de espera se desvaneció, y el único sonido que quedó fue el latido de mi corazón acelerado.

—Sí, estoy bien— respondió, pero su voz tenía un tono ausente, como si estuviera en otro lugar, pensando en algo distante.

—No parece que estés bien— insistí, notando cómo su expresión no coincidía con sus palabras —¿Pasa algo?

Gianna suspiró profundamente, su mirada vacilante y cargada de emociones reprimidas. Era evidente que estaba luchando por mantener su compostura.

—Es solo que...— comenzó, su voz quebrándose ligeramente —Ha sido un día muy difícil. Ver a Emma así, tan vulnerable... Es difícil procesar todo esto.

 Un romance del odio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora