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—Cada noche al cerrar los ojos te veo sufriendo, y

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—Cada noche al cerrar los ojos te veo sufriendo, y... —tomó aire y con este mi corazón. —No puedo continuar con esto, ángel.

—Son solo pesadillas, nada de eso pasará —mi alma se hizo pequeña, tanto que podría guardarla en una pequeña caja de cristal y aún así quedaría chiquito dentro. Él trataba de decirme que lo nuestro no podría tener una continuación porque no había lugar para ella, pero yo me negaba a eso, me niego a dejarlo ir como si nada. —Estoy bien, estoy aquí contigo y siempre lo estaré —tomé su mano y la pasé por mi rostro, sus dedos ásperos rozaron mi piel y esta se erizó por el contacto.

—Temo que sean sueños premonitorios.

—No lo son —. Mentira, no lo sabía.

Acercó su rostro al punto se que su respiración era la mía y viceversa, su bella nariz se rozó con la punta de la mía y cerré los ojos, no quería dejar que nuestro acercamiento acabara nunca. Podía estar así por horas y no me quejaría. —Ha llegado un comunicado de Obi Wan, pide mi ayuda y debo ir en unos minutos.

—Iré contigo.

—No.

—Por favor.

—Te dije que no —susurró antes de dejar un beso sobre mi mejilla. Era tonto pensar que hace un par de horas rodábamos por la cama en conjunto y ahora no habría más de eso. Su tono era serio. —Kaia, quiero preguntarte algo.

Para cuando abrí los ojos, los suyos se estaban abriendo recién; los había tenido cerrados al igual que yo. Traté de dejar un beso sobre sus labios, pero retrocedió unos centímetros, dejando mi beso en el aire.

Fingí tomarlo y devolverlo a mis labios con tristeza. Él soltó una pequeña risa y tras esto, regresó a su aspecto de seriedad y pesar. —Dime.

—¿Quien sabe esto? —entrecerré los ojos y ladee la cabeza.

—¿A qué te refieres con esto? —temía su respuesta.

—Esto —nos apunto a ambos. Titubéo. —¿Le has comentado sobre nuestra relación a alguien? sé que tienes cercanía con la Senadora Amidala y...

Mi corazón salió de la caja de cristal en la que lo había puesto y regresó a ponerse de golpe en su tamaño normal a mi garganta. No sabía si quería gritar o toser. —¿Temes que alguien se entere de lo nuestro? —pregunté con miedo.

—No es miedo, pero temo que alguien quiera hacerte daño —se mantuvo a su distancia al notar que alguien se encontraba cerca, pues estamos a la vista de todos. Traté de no pensar en que sentí la presencia del canciller cerca de nosotros y al parecer Anakin no lo había notado. —Algún día dejaré de ser un padawan y seré un Caballero Jedi, con varios enemigos al paso que voy, me conozco. No quiero que estés cerca de mí, porque habrán personas tratando de dañarme y serás el punto que atacarán.

—Sé defenderme, soy fuerte. Tú y Obi Wan lo han dicho.

—Sé que lo eres, eres increíble y es asombroso el como manejas la fuerza con tus manos sin esfuerzo alguno, pero allí afuera hay personas malvadas —apuntó en todas las direcciones con sus dedos. —Sé lo que piensas, apenas, pero sé que crees que no quiero estar contigo por estar en este mundo, pero no es por eso, ángel. Te lo prometo.

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