‧₊˚🖇️4: 𝑃𝑟𝑖𝑚𝑒𝑟𝑜𝑠 𝑝𝑎𝑠𝑜𝑠 ✩┆

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Zoro caminaba por las calles de la ciudad, las manos en los bolsillos de su chaqueta, absorto en sus pensamientos. El frío de febrero lo envolvía, un viento helado que soplaba con fuerza y hacía que el aire cortara en su rostro. La gente pasaba rápidamente, cubriéndose con bufandas y abrigos gruesos, pero él no parecía importarle el clima. Había algo en ese día gris, nublado, que lo hacía sentirse un poco más apartado del mundo. Un día perfecto para no pensar en nada y perderse en las calles.

Después de un rato, decidió desviarse por una pequeña calle que no había recorrido antes. A lo lejos, entre los edificios, podía ver el borde de un parque que no era como los otros. No había una multitud de personas, ni niños corriendo ni perros jugando. Era un lugar tranquilo, casi solitario, rodeado de árboles grandes que, con sus ramas desnudas, se mecían suavemente al ritmo del viento. Las hojas caídas cubrían el suelo, crujían con cada paso, creando un sonido casi relajante.

Zoro se acercó a un banco vacío bajo uno de los árboles, justo al borde de un pequeño sendero. La brisa fría que corría a través del parque se sentía agradable, no tan cortante como en las calles, y por un momento, Zoro se permitió relajarse. Sin esperar encontrar a nadie en este rincón alejado, se dejó caer sobre el banco, mirando al frente sin mucha intención. Pero entonces, una sombra delante de él hizo que levantara la vista.

Allí, entre los troncos de los árboles, vio al chico de las cejas peculiares, parado de forma casi casual, observando la escena. Al principio, Zoro pensó que lo había imaginado, pero cuando el chico levantó la mirada y se cruzó con la suya, supo que no era una ilusión.

—¿Tú otra vez? —murmuró Zoro, la sorpresa aún flotando en su tono, pero esta vez más tranquila, como si de alguna manera, este encuentro tuviera algo especial.

El rubio levantó la vista, al principio desconcertado, y luego, con una leve sonrisa en los labios, caminó hacia él.

—¿Y qué, es un parque privado o qué? —respondió Sanji, adoptando su actitud característica, pero esta vez un poco menos despectiva. Estaba tan confundido como Zoro, pero eso solo le dio una excusa para no ser tan directo.

Zoro se encogió de hombros, un gesto que, para él, significaba más que mil palabras. Estaba tranquilo, casi disfrutando del momento, como si el aire fresco de ese parque lo hubiera relajado de alguna manera que no entendía.

—Parece que el destino no deja de hacernos encontrarnos, ¿eh?

El rubio no pudo evitar una ligera sonrisa, aunque no dijo nada. Se quedó de pie por un momento, observando a Zoro como si esperara algo más, pero luego decidió sentarse en el banco junto a él, sin preguntar. En ese pequeño rincón apartado del mundo, con el viento moviendo las hojas y el cielo gris como telón de fondo, Zoro y Sanji se sentaron en silencio, sin necesidad de palabras. Algo en el aire parecía cambiar, pero ninguno sabía aún qué.

El silencio entre los dos era cómodo, como si el mundo que los rodeaba se hubiera desvanecido por un instante, dejando solo el sonido del viento que jugaba con las hojas secas. Zoro no estaba acostumbrado a la calma, ni a sentarse con alguien sin tener que hablar de algo urgente, pero algo en esa tranquilidad lo hacía sentirse a gusto. Sanji, por su parte, se quedó mirando al frente, su respiración más lenta de lo habitual, como si algo hubiera cambiado en el aire entre ellos.

Finalmente, fue Sanji quien rompió el silencio, aunque su voz era más suave de lo que Zoro había esperado.

—¿Sabes? No me esperaba encontrarme contigo de nuevo. ¿Qué haces aquí?

Quiero Ser Tuyo (Zosan)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora