Al día siguiente, el cielo seguía igual de gris.
La nieve había cesado durante la madrugada, pero la lluvia se adueñó del paisaje con su melancólica presencia. Golpeaba con suavidad los cristales del hospital, como si no quisiera molestar, como si supiera que dentro de esa habitación reposaba un alma rota.
La sala estaba completamente en silencio.
Solo se escuchaba el incesante pitido del monitor cardíaco, marcando con frialdad los latidos constantes del espadachín. El aire olía a alcohol y medicamentos, ese aroma característico de los hospitales que parecía envolverlo todo con una sensación de irrealidad.
Zoro yacía acostado en la camilla, dormido.
Su respiración era tan sutil que parecía en pausa, su pecho subía y bajaba con una calma que no concordaba con todo lo que había pasado.
Ambos ojos estaban vendados.
Aunque el daño se centró brutalmente en el izquierdo, el derecho no había salido ileso. Las quemaduras eléctricas, la presión del golpe, todo había afectado su visión más de lo que cualquiera imaginó. A simple vista, parecía que simplemente dormía. Pero dentro de su cabeza, el mundo giraba lento, confuso, oscuro.
La ventana estaba cerrada, pero las cortinas mal acomodadas dejaban pasar un tenue rayo de luz natural. Apenas lo suficiente para bañar la habitación de un gris apagado. Un gris que lo cubría todo, incluso a él.
Zoro comenzó a despertar.
Sus dedos se movieron apenas, y luego su frente se frunció levemente. Al abrir los ojos, se encontró con la nada. Una oscuridad completa lo envolvía, y por un segundo pensó que tal vez... ya no veía.
Se mantuvo quieto. Su cuerpo no reaccionaba como antes, y el dolor punzante en su rostro le devolvió la conciencia de golpe.
El lado izquierdo de su cara ardía como si aún tuviera fuego bajo la piel. Le dolía. Le dolía como mil agujas entrando a la vez... pero no emitió sonido alguno. Solo apretó los dientes, tragó saliva y llevó lentamente su mano hacia su rostro.
Sintió la tela gruesa del vendaje cubriéndole los ojos.
Su respiración se detuvo por unos segundos. Y en ese silencio tan puro, su mente habló.
No pensó en su katana.
No pensó en la pelea.
No pensó en la sangre.
Pensó en él.
En Sanji.
-Valió la pena -murmuró apenas, como si necesitara recordárselo.
No lo hizo por él. Ni por venganza. Ni siquiera por orgullo.
Lo hizo por Sanji.
Exhaló por fin, dejando escapar el aire retenido. Sus manos descansaron sobre el vendaje sin moverse más.
Cerró los ojos, aunque todo seguía igual de negro.
La máquina seguía pitando.
La lluvia seguía cayendo.
Y él seguía en la oscuridad.
Era desesperante. El tipo de desesperación que no se muestra gritando, sino en el silencio contenido.
Pero justo cuando creyó que iba a enloquecer con ese sonido artificial, escuchó algo más.
El sonido leve de la puerta al abrirse.
-¿Zoro...? -La voz aguda de Chopper se coló por la habitación, y fue como un suspiro de alivio entre tanta tensión.
-¿Sí...? -Su voz salió más débil de lo que pretendía. Apenas un susurro.
-¡Qué bueno que despertaste! -Chopper se acercó a la camilla con rapidez- Me asustaste muchísimo... No podías estar inconsciente tanto tiempo...
Zoro esbozó una sonrisa ligera, cansada.
-Lo siento... No era mi intención hacerte pasar un mal rato.
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Quiero Ser Tuyo (Zosan)
Romance"Sanji siempre ha sido un hombre marcado por las sombras de su pasado: una infancia rota, un padre cruel y cicatrices que nunca terminan de sanar. Sin embargo, todo cambia cuando conoce a Zoro, un espadachín de pocas palabras pero con una presencia...
