‧₊˚🖇️28: 𝐸𝑚𝑒𝑟𝑔𝑒𝑛𝑐𝑖𝑎 ✩

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La noche estaba en calma, pero el frío calaba hasta los huesos. La nieve caía en silencio, cubriendo las calles con un manto blanco y suave que crujía bajo los pies de los pocos transeúntes. Entre ellos, un joven caminaba con las manos metidas en los bolsillos de su abrigo grueso, sus audífonos cubriendo sus oídos con el sonido de una melodía tranquila.

El mundo a su alrededor pasaba desapercibido. Su atención estaba en la música, en sus pensamientos, en la calidez de su bufanda protegiéndolo del viento helado. Pero algo lo sacó abruptamente de su ensimismamiento.

Sus botas dejaron de crujir sobre la nieve y, en su lugar, sintió algo húmedo y pegajoso bajo su suela. Frunció el ceño y bajó la mirada. Su respiración se aceleró. No era nieve común. Era roja.

—¿Qué carajo...? —murmuró, su voz ahogada por el sonido de la música en sus oídos.

Sacó rápidamente su teléfono y apagó la música. El mundo volvió a él con toda su crudeza: el murmullo distante de los autos, el ulular del viento y el sonido de su propia respiración entrecortada.

Dio un paso atrás, pero entonces su mirada siguió el rastro de sangre que se extendía más allá, serpenteando hacia un callejón oscuro.

Algo le decía que debía seguir su camino. Que lo mejor sería ignorarlo. Pero su cuerpo se movió por instinto. Con el corazón latiéndole con fuerza en el pecho, encendió la linterna del teléfono y avanzó con pasos cautelosos.

Cuando la luz iluminó la profundidad del callejón, sintió un vuelco en el estómago.

Allí, tirado en el suelo cubierto de nieve ensangrentada, estaba un hombre. Su ropa oscura estaba empapada de rojo, su cabello rubio desordenado y pegado a su frente. Su pecho subía y bajaba con dificultad, pero apenas.

Estaba vivo. Pero apenas.

El joven corrió hacia él, arrodillándose sin importarle que la nieve empapara sus pantalones.

—¡Mierda, mierda, mierda...! —murmuró con desesperación, sintiendo el pulso del herido. Era débil. Demasiado débil.

Su mente entró en pánico, pero sus manos se movieron rápido. Sacó su teléfono y marcó el número de emergencias con dedos temblorosos.

—¡911, ¿cuál es su emergencia?!

—¡Hay un hombre herido! Está desangrándose y casi no respira. ¡Por favor, vengan rápido!

—¿Puede decirme su ubicación?

El joven miró frenéticamente alrededor. Las luces de la calle apenas iluminaban la entrada del callejón, pero logró ver una señal con el nombre de la avenida.

—¡Es en la calle XXXX, cerca de XXXX! ¡Rápido, no sé cuánto más pueda aguantar!

—Las unidades de emergencia están en camino. ¿El paciente está consciente?

El joven miró al rubio. Su pecho aún se movía, pero su piel estaba mortalmente pálida. Sus labios, azulados por el frío.

—¡Apenas! Está... está muy mal... —su voz se quebró.

—Intente mantenerlo caliente y presione sus heridas para detener el sangrado hasta que lleguen los paramédicos. No lo mueva demasiado.

La llamada se cortó, y el joven se apresuró a quitarse el abrigo. Lo dobló y lo presionó con fuerza contra el costado de Sanji, donde la sangre seguía fluyendo.

—¡Vamos, vamos, resiste un poco más! —rogó, sintiendo su propia desesperación apoderarse de él.

El sonido de una sirena irrumpió en la noche.

Quiero Ser Tuyo (Zosan)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora