1#Los Siete Tesoros del Norte.

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Narrador omnisciente:

-En lo más profundo de la vasta región del norte, donde los bosques se entrelazan con las montañas y los ríos cantan melodías ancestrales, vivía la tribu de los Alfa y Omega. Su líder, el Alfa, era un hombre sabio y fuerte llamado Hakon, mientras que la Omega, su compañera, era la gentil Eira. Juntos, gobernaban con amor y respeto, guiando a su tribu hacia la prosperidad.

En una cabaña de madera, rodeada de árboles centenarios, nacieron sus siete hijas. Cada una de ellas tenía la misma edad, pero sus personalidades eran tan diversas como los colores del atardecer. La primera en llegar al mundo fue Florencia, con sus ojos verdes esmeraldas y cabello negro como la noche misma, lista para liderar. Luego vino Maki, de ojos marrones como la tierra y de espíritu indomable, siempre ansiosa por explorar.

Yukari, la tercera, tenía la mirada traviesa, siempre en busca de secretos escondidos en cada rincón. Sanae, la siguiente, era la más tímida, pero cuando se requería, su carácter se tornaba firme como los vientos del norte. Yoshiko, con su cabello negro como la noche, era la analítica e intelectual, siempre perdida en cuentos y leyendas. Yayoi, la sexta, tenía la risa más contagiosa y los pies más veloces para correr por los campos.

Por último, estaba Wendy, la más pequeña y traviesa. Sus ojos mieles brillaban con la chispa de curiosidad por el mundo y la aventura, y su risa llenaba la cabaña de alegría.

A los nueve años, las siete hermanas compartían risas, secretos y sueños. Sus padres las cuidaban con ternura, enseñándoles las tradiciones de la tribu: cómo encender el fuego sagrado, cómo interpretar las señales de los animales y cómo respetar la tierra que les daba vida.

Una tarde de verano, mientras el sol se ocultaba tras las montañas, las niñas se aventuraron más allá de los límites de su hogar. Corrieron por los prados, saltaron sobre las rocas y se adentraron en el bosque. Los árboles susurraban historias antiguas, y los arroyos les cantaban melodías que solo ellas podían escuchar:

Flor: ¡Miren chicas!-Exclamó, señalando hacia un claro donde las flores danzaban al compás del viento. Aunque el lugar estaba fuera de los límites de su territorio, no pudo contener su entusiasmo.

Maki: ¿Qué creen que haya más allá?-Preguntó con ojos brillantes y una sonrisa, su voz rebosante de curiosidad por la aventura que las esperaba.

Yukari: Tal vez un tesoro escondido- Opinó con una sonrisa traviesa, sus pensamientos volando hacia los cuentos de cofres llenos de piedras preciosas que su madre les contaba antes de dormir.

Wendy: ¡Puede ser! ¡O tal vez algo aún más hermoso!-Exclamó saltando emocionada, sus palabras llenas de ilusión y energía.

Yoshiko: Pero tendremos que averiguarlo otro día. Mamá y papá seguramente ya nos estén esperando para la cena- Recordó a sus hermanas con un tono práctico, aunque en su mirada había una chispa de curiosidad contenida.

Sanae: Pero no creo poder aguantar hasta otro día-Se quejó frunciendo el ceño, mientras empezaban a correr hacia la cabaña, sus palabras entrelazadas con una mezcla de frustración y anticipación.

Yayoi: Tranquila, volveremos cuando podamos-Aseguró con una sonrisa calmada, tratando de consolar a su hermana, aunque su corazón también anhelaba descubrir los secretos del claro.

-Las risas llenaron el aire mientras seguían explorando. Encontraron huellas de zorros, mariposas de colores y piedras pulidas por el tiempo. Sus padres, desde la distancia, observaban con amor y orgullo. Sabían que sus hijas eran los tesoros más valiosos de la tribu:

Eira: Serán buenas líderes, mis pequeñas cachorras-Comentó sonriendo con ternura, su voz llena de cariño y orgullo, sintiendo que su corazón de Omega estaba de acuerdo con cada palabra.

Hakon: Tienes toda la razón, mi amada Omega-Coincidió asintiendo con suavidad mientras la rodeaba con un brazo, sus palabras tan firmes y seguras como el amor que sentía por su familia.

-Esa noche, luego de contarles una leyenda de su tribu a sus pequeñas cachorras, las arropó, les dio un beso y antes de irse, les habló con la serenidad de quien conoce bien su misión en la vida:

Eira: Recordad, mis pequeñas cachorras-Mencionó con una mirada amorosa, su voz suave y firme, al caer la noche, su tono impregnado de sabiduría-Somos guardianas de esta tierra. Debemos cuidarla y respetarla como si fuera una de nosotras-Les recordó, sus palabras un suave recordatorio de la responsabilidad que un día llevarían en sus hombros.

-Las niñas asintieron solemnemente, sintiendo el peso de la verdad en las palabras de su madre. Se abrazaron y tomaron sus manos bajo la manta, sintiendo el calor de su unión. Y así, bajo el manto estrellado del norte, comenzó la historia de las siete hermanas, cuyos corazones latían al ritmo de la naturaleza y cuyos pasos dejaban huellas en la tierra ancestral.

La tribu del norte nunca olvidaría aquel verano, cuando las siete hijas de los líderes Alfa y Omega se aventuraron por toda la región, descubriendo secretos y forjando lazos que durarían toda la vida. Y así, en la cabaña de madera, el fuego sagrado ardió con más fuerza, alimentado por la risa y la curiosidad de las pequeñas exploradoras.

















Continuará...














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Los Tesoros Del Norte. (Capitán Tsubasa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora