La pista

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— Rebecca. — Susurró. — Rebecca ¡Rebi!

Me desperté. Thomas estaba a mi lado y Minho en la puerta.

— Primero de nada buenos días. — Susurré y me incorporé. — ¿Qué queréis?

— Vamos al laberinto. — Explicó Thomas.

— Ha insistido mucho. Rebecca vosotros dos esperad en el bosque, yo voy a por los demás.

Salimos. Cuando Minho no miraba Thomas me agarró la mano y fuimos andando hasta allí.

— ¿Por qué queréis volver al laberinto? — Le pregunté.

— Newt y tu me dijisteis que nadie había visto un lacerador y vivido para contarlo. Pues ahora si que hay alguien ¿Tu no tienes curiosidad?

— ¿Cuál es el plan? ¿Entrar y ya?

— Creo que ya es hora de saber a qué nos enfrentamos.

— Tienes razón, pero como.

— Iremos en busca del lacerador muerto a intentar encontrar alguna pista.

Llegamos al lugar del bosque donde habíamos quedado con Minho. Él se apoyó en un árbol y me agarró de la cintura.

— Thomas ahora no, pueden llegar en cualquier momento. — Susurré.

— ¿Y? — Me pegó más a él.

Le besé. Poco a poco con más intensidad. Bajó una mano y me tocó el culo.

— ¡Thomas! — Susurré. — Eso cuando estemos a solas.

— Vaaale.

Me apretó el culo un momento y después lo soltó y me aparté un poco.

En realidad me encantaría hacer más, pero no es plan de empezar a meternos mano y que lleguen los demás.

— ¿Con quién más vamos? — Pregunté.

— No sé, Minho habló con ellos. Mira hablando del rey de Roma.

Estaba con Winston, Zart y Fritanga.

— ¿Que dices Thomas? ¿Seremos suficientes?

Nos dirigimos al laberinto. Minho nos guió a todos, él es el único que sabe más o menos donde puede estar.

Básicamente lo que hacemos siempre en el laberinto. Correr, correr, correr...

— Por aquí. — Indicó Minho.

Giramos a la derecha y lo vimos. Que asco. Las dos paredes que se tenían que juntar no estaban pegadas del todo. El cadáver, cosa o lo que sea parecía papilla.

— Que asco hermano. — Dije. — Es que me están dando arcadas te lo juro.

Me puse la mano en la boca y tuve que mirar a otro lado. Me mareé y todo.

— Es muy asqueroso. — Afirmó Zart.

— Me parece que hay algo. — Dijo Thomas.

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