Capítulo 39

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Aizawa se volvió a tumbar en la cama, abrazándola por la espalda para descansar un rato más.

-¿Quién era?- preguntó la veterinaria con sus últimas energías.

-Cartero comercial.

NARRA LEAH

Cuando me desperté Shōta seguía durmiendo, intenté levantarme sin despertarlo y me dirigí a la cocina a prepararme un café. Por el camino vino a saludarme Oborito y le acaricié la cabeza después de encender la cafetera.

-Hola bebé- no se despegaba de mi mano -has mejorado eh.

Me erguí cuando la cafetera terminó y agarré una taza para servirme.

-¿LEAH?

Corrí a la habitación con todo en la mano.

-¿Qué?- pregunté asustada.

Se dejó caer en la cama -buenos días- dijo con la cara en la almohada.

-¿Qué ha pasado?

-Pensaba que te habías ido.

Relajé el cuerpo y sonreí -si quieres me voy.

-Necesito un café.

-Cada vez congeniamos más, vas a estar de suerte.

Se levantó como un oso saliendo de la cueva después de hibernar y me siguió a la cocina, donde Junior se le acercó.

-Si al final- se agachó y lo cogió en brazos -tuviste razón.

-Ahora es como un bebé.

-¿Me devolviste las llaves de casa?

-Sí, ¿por qué?

-Quiero que las tengas- acunó al gato -recuérdame que te las de.

Le entregué su taza y dejó al gato en el suelo.

-¿Para qué las necesito?

-Si ahora Junior es como un bebé no podré dejarlo solo mucho tiempo como cuando me vaya de misión o de excursión.

-Es cierto- bebí -¿entonces me vas a seguir presentando como su niñera?

-¿Cómo quieres que te presente?

-Uy- miré el café -no vamos a entrar en ese tema.

-Habíamos quedado en intentarlo, deberíamos ponerle nombre.

-Podemos hacer tarjetas de profesor y veterinaria- me miró serio -ya sé- dejé la taza y alcé los brazos -científica secreta y héroe- me miró aún peor y le guiñé el ojo -suena mejor eh.

-Con el primero nos darían en adopción a cualquier niño- bebió despreocupado -con el segundo nos lo robarían.

Miré el reloj de la pared -y luego a trabajar, qué pereza.

Frunció el ceño -dijiste que hoy no tenías nada que hacer.

Le di vueltas al café -está claro que he mentido.

-¿A qué hora?

-Por la tarde- me acerqué y lo abracé -es que si te hubiese dicho que trabajaba no me hubieras invitado.

Me rodeó con el brazo y me dio una nalgada.

-Te hubiese invitado- me acarició la nalga -pero con el despertador encendido.

HÉROE HERIDO - AIZAWA SHŌTADonde viven las historias. Descúbrelo ahora