Su línea de pensamientos se cortó cuando sintió a alguien acercarse a ella. Volteó encontrándose con el coronel.
Alejandro se paró frente a ella, mirándola a los ojos al igual que Fernanda. Gracias a la cercanía, el coronel pudo apreciar más de cerca los bonitos ojos negros de la teniente, perdiéndose en ellos durante un segundo antes de reaccionar y hablar.
— Oye, la herida... — señaló la herida de Fernanda.
— ¿Aquí hay enfermería? —fue directa al grano sin titubear.
— La hay, pero quiero hacerlo yo para asegurar el no tener problemas con Laswell.
— Esta no es una situación de alto riesgo, coronel — el tono de Fernanda era una mezcla entre irónico y molesto —. Incluso puedo curarme yo sola.
— No seas necia — y en el de Alejandro se notaba humor, pero también seriedad.
— No lo soy, solo estoy diciendo la verdad.
— Da igual que lo haga yo a que lo haga otro — elevó ambas cejas con cierta sonrisa —. Y si tengo la oportunidad de hacerlo yo para verificar que todo salga bien, pues lo hago yo.
Fernanda suspiró profundamente de nuevo y miró a otro lado, ciertamente molesta. La inflexibilidad de Alejandro era algo que la sacaba de sus casillas. Sabía que él tenía razón pero también se sentía incómoda.
— Bien — cedió ya rendida.
Alejandro sonrió sutilmente y le hizo un gesto con la cabeza para que lo siguiera, cosa que ella no dudó en hacer. Entraron en la base y Fernanda se dio un minuto para admirarla por dentro.
Era realmente grande por dentro. Era de esperar en una base que también se veía grande por fuera, pero esto la dejó asombrada.
Fernanda siguió a Alejandro hasta llegar a la enfermería, la cual estaba vacía.
— Siéntate allí — Alejandro señaló una camilla.
La teniente obedeció sin chistar y se sentó en la camilla, mirando al coronel. Él por su parte, procedió a quitarse los guantes y lavarse las manos. Inevitablemente, la mirada de la mujer se posó en las manos de Alejandro.
Ella volvió a mirarlo mientras él ahora había continuado a tomar un bote de Betadine y una venda. Alejandro se sentó en una silla frente a ella con todas las cosas junto a él en una pequeña mesa y antes de tomar su brazo, la miró.
— ¿Puedo?
— Adelante.
Tomó con cuidado el brazo de la mujer y examinó la zona infectada, viendo que no era tan profunda. Con su mano libre, agarró la disolución yodada y roció la herida. Luego, la vendó con cuidado.
— Listo.
Fernanda miró su brazo unos segundos para luego mirar al coronel de nuevo.
— Gracias.
— No fue nada, Pantera — la miró en silencio por unos momentos, perdiéndose por segunda vez en los ojos negros de Fernanda —. Ven, te llevaré a tu habitación — habló apartando la mirada cuando reaccionó.
Fernanda no dijo nada, solo se levantó junto al coronel, mirándolo y esperando a que comenzara a guiarla a la habitación que le sería asignada oara dormir.
Alejandro le hizo un gesto con la cabeza para que lo siguiera fuera de la enfermería. Fuera de la sala médica y yendo camino a la habitación que le tocaría a la mujer, ella miró a sus alredores, aún admirando la base.
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La novia del coronel 『Alejandro Vargas』
Hayran KurguFernanda Gallardo, una teniente española, fue plantada en el altar y humillada frente a media ciudad en España, jurándose a sí misma que nunca volvería a confiar en el amor. Pero diez largos años después, el coronel Alejandro Vargas llegó a su vida...