Capítulo 16

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Gallardo se quedó estática al sentir la presencia del Shadow 1 y el arma apuntar a su cabeza. Su expresión era seria.

— ¿Por qué carajos hiciste esto?

— Órdenes son órdenes, Pantera.

— ¿Las órdenes del jodido general que te trae como perro faldero?

Eso obviamente hizo enojar a Philip, qué le pisó con fuerza el pie herido a Fernanda logrando un grito de dolor en ella.

— ¡Cállate si no quieres que te ponga una bala en el culo, hija de puta!

Dejó de pisar el pie de la muchacha, a quien le faltaba poco para llorar de dolor. La mujer se sostuvo el pie con cuidado, sintiendo un dolor insoportable en este.

Maldita sombra de los cojones...

— ¿Qué dijiste?

Fernanda comenzó a jadear y al darse cuenta de lo que dijo, se maldijo internamente a sí misma.

— Dilo en inglés.

— Ni putas soñando.

— ¡Dilo en inglés, carajo! — volvió a pisar el pie de la mujer.

— ¡No! — gritó de dolor.

Harto, el comandante de los Shadows dejó de pisar el pie de Fernanda, qué ya había comenzado a llorar de dolor.

— Llévenselos — ordenó el hombre y un par de Shadows intentaron acercarse para esposar a la mujer y llevársela junto al coronel.

— ¡Tóquenlo y los rajo, putos! — amenazó protegiendo a Alejandro, poniéndose delante de él y alzando el cuchillo.

— Me parece lindo que quieras proteger a tu novio — se burló Graves —. Pero como dije anteriormente: órdenes son órdenes.

— Que se jodan tus órdenes. Y él no es mi novio.

— Llévenselos — ordenó nuevamente Philip.

Por la fuerza, un Shadow le arrebató el cuchillo a Fernanda, logrando tiempo para que el otro enemigo la espose.

— ¡Puto! ¡Suéltame y vamos a arreglar esto como dos soldados! — bramó la mujer tratando de zafarse, en vano.

— No me lo pongas más difícil, Pantera.

— ¡Traidor!

Otros Shadows tomaron a Alejandro y lo llevaron junto con Fernanda hasta una prisión de la base que anteriormente fue de Alejandro.

Allí, los hombres de Graves aventaron con fuerza a Gallardo, quien gracias a su pie herido no logró mantener el equilibrio y se estampó contra la pared, dejando ir un quejido de dolor.

Los mismos hombres aventaron de la misma forma a Alejandro, pero él por su estado inconsciente cayó enseguida.

Coronel — susurró la mujer arrastrándose hasta Alejandro.

Lo acomodó un poco para que no estuviera en una posición incómoda que luego le traería dolor. Después, a como pudo, Fernanda lo arrastró con ella para luego recostar su espalda a la pared de la celda y acomodar a Alejandro en su regazo.

Gallardo comenzó a sollozar bajito de nuevo y abrazó al coronel suavemente, como si estuviera buscando que los fuertes brazos de Alejandro la envolvieran en un fuerte y protector abrazo.

Minutos después, se quedó dormida abrazando el cuerpo de Alejandro firmemente.

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La novia del coronel 『Alejandro Vargas』Donde viven las historias. Descúbrelo ahora