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Tal vez lo que no pensó de esa velada era ir en auto hasta el pueblo más cercano con Arman Bastian conduciendo, ese hombre era pésimo acompañante de viaje no hablaba nada, solo estaba ahí con la mirada fija en el camino, con una mano en el volante y la otra en la palanca de los cambios. Ariana esperaba que el trayecto no fuera tan largo.

—No eres muy buen compañero de viaje. — soltó Ariana después de otros diez minutos en silencio, se cruzó de brazos.

—Podría decir lo mismo, solo has estado ahí en silencio. — dijo alzando los hombros un poco sin mirarla.

—Ya que insistes. ¿Qué edad tienes?

—Vas a iniciar así. — habló con diversión. — Treinta y seis.

—Me llevas trece años. — había un poco de asombro en su tono.

—¿Quieres saber mi altura?, ¿mi peso?, ¿cuánto me mide? — cuestionó.

—Creo que puedo vivir sin esos datos. — se compuso en el asiento. —¿Siempre deseaste ser abogado? — cambio el tema y Arman guardó silencio por un momento, era una pregunta que ciertamente jamás se hizo.

—Es rentable, no me puedo quejar, además que soy bastante bueno en ello.

—Lo hiciste por tu padre.

—No dije eso.

—Pero lo es, no parece que sea una contestación llena de pasión.

—¿Siempre quisiste ser bailarina? ¿Por qué contemporáneo y no ballet? —cambió la conversación.

—No, mi madre me llevó por primera vez a una clase de baile a los ocho años, era muy tímida, callada, no hacia amigos con facilidad y le recomendaron a una maestra a dos calles de donde vivíamos. El primer día me sentí fatal, no podía hacer los movimientos, ni abrir los brazos porque tenía vergüenza. Pensé que la maestra le diría: Esta niña no sirve para bailar. Pero me esperó al día siguiente y al siguiente. — detuvo un momento sus palabras recordando esa época, Bastian pudo reconocer que había nostalgia en ella. —Entonces una tarde fue una amiga de la maestra a dar una presentación, resultó ser una bailarina profesional, en el momento que se paró en el medio y abrió sus brazos, un escalofrío recorrió por todo mi cuerpo, la forma como expresó cada nota, cada sentimiento, me envolvió en un frenesí de emociones y simplemente quería eso, quería más, quería todo. Quería ser ella...

Bastian la miró de reojo cuando guardó silencio, las notas del atardecer recién comenzaban a perderse y el paisaje era encantador, Ariana era encantadora.

—Interesante. — mencionó, pero Ariana notó que no había un tono de burla, parecía ser sincero.

—El ballet nunca me gustó porque adoró sentir el suelo frío bajo mis pies. Prefiero bailar descalza, sentirme segura y dueña de todo mi alrededor.

—No me gusta el ballet. — admitió bajando la velocidad. Sin darse cuenta Ariana, estaban llegando al pueblo.

Era un lugar encantador con estructuras de piedra que hacían parecer el lugar muy antiguo entre lo moderno y lo medieval, un espectáculo. Había restaurantes adornados con enredaderas y flores. Algunas luces tintineaban, todo era perfecto. Estacionaron a la orilla el carro para ingresar a pie al centro.

—Es precioso. — comentó cuando bajaron del auto.

—Caminemos. — indicó Bastian, Ariana miraba todo su alrededor, maravillada caminando detrás de él. Tropezó ligeramente y Arman debió detenerla.

—Deberías ver por donde vas. — regañó levemente. Ariana sintió vergüenza y solo asintió.

—¿Dónde está el teatro? — preguntó alejándose y arreglando su ropa. Los tacones eran bajos así que le permitía caminar decentemente sobre esas calles emparedadas, pero tenía que poner atención.

En los Brazos de la BestiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora