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Caminó por toda la casa intentando encontrar de donde provenía el sonido, aquel grito que se colaba por las paredes. Parecía que habían sido figuraciones suyas por todo el estrés de lo vivido, pero tampoco daba con Bastian y eso la angustiaba. Cuando creyó que lo mejor era regresar a su habitación y esperar, escuchó un grito desgarrador que subió por unas escaleras al fondo, cerca de la salida al patio a dos puertas de la cocina.

Titubeó, sin embargo reconoció la voz de Bastian, era un murmullo. Había una puerta intermedia en el descanso de las escaletas estaba casi cerrada, pero la pudo empujar ligeramente y dar dos pasos para toparse con otra escalera. Su corazón comenzó a latir con fuerza, los gritos eran cada vez más fuertes y estos erizaban su piel, el olor a sangre golpeó sus fosas nasales. Logró observar entre la penumbra la imagen de Arman dándole la espalda.

Detuvo sus pasos y esperó  escondida, Bastian giró el cuerpo y descubrió una imagen que enmudeció a Ariana, tapó su boca soportando el asco que aquello produjo al igual que la repulsión en cada poro de su piel. Arman Bastian estaba llenó de sangre respirando pesadamente...

—Bastian... —pronunció levemente, pero lo suficientemente fuerte para que él la mirara a los ojos. Ese azul bravío encendido carcomió hasta su última neurona. Un animal salvaje, una bestia era lo que sus ojos expresaban. Antes de que él pudiera acercarse subió por las escaleras a pasos rápidos, contrariada y sobre todo horrorizada.

—¡Ariana! —la voz de Bastian retumbó en el silencio detrás de sus pasos. La tomó con fuerza del brazo haciéndola girar abruptamente y golpear su pecho con sus brazos. La expresión en el rostro de él era indescriptible. —Regresa a la habitación. —ordenó.

—¡Suéltame! —golpeo con fuerza. —¡No me toques! —se soltó de él con la respiración agitada. —Lo que hiciste... —tartamudeó.

—Entra a tu habitación, Ari... no lo diré de nuevo. —declaró.

—No quiero estar aquí, no quiero estar cerca de ti. —pronunció.

Intentó alejarse, pero él la tomó con fuerza. Había limpiado la sangre de sus manos rápidamente, sin embargo aún quedaban rastros.

—Este es el mundo que aceptaste. —afirmó atrayéndola. —Esto es lo que soy... mírame a la cara. —sostuvo su barbilla con fuerza. —Nadie llama a la bestia, si no puede lidiar con ella. Si osan tocar lo mío este es le precio.

—Por favor... —suplicó con los ojos llenos de lágrimas cargadas de miedo.

—Quien te hizo esto... —tocó su herida. —Trajo a la bestia y ahora es comida para cuervos. —Ariana contuvo el aire en sus pulmones.

Ariana estaba intentando pensar, pero mantenerse de puntas le estaba costando, la fuerza con la que Bastian tomaba su barbilla y cintura le estaba dejando marcas. Un ruido estruendoso comenzó a llenar la casa, las luces de color azul y rojo se colaban por las ventanas. Ariana estaba confundida y Bastian parecía estarlo de igual manera.

Ariana aprovechó el descuido de Bastian y se alejó de él. Bastian se acercó a la puerta cuando esta fue abierta por uno de sus hombres. Tres patrullas se acomodaban en el frente, reconoció a la mujer que descendía de una con su pose dominante caminando hacia él.

—Entrégame a Ariana, Arman Bastian. —exclamó Leticia con un documento en sus manos. —Te dije que no me detendría. —afirmó cerca de él, sin la intención de que la escucharan. La policía comenzaba a recorrer la casa por fuera. —Por las buenas o por las malas, que traigo una orden para que revisen hasta la última piedra de este maldito lugar.

—Te estás metiendo en la cueva del lobo, abogada. —murmuró Bastian.

—Lamento la muerte de tu socio. —dijo sin darle importancia a sus palabras. Observó la ropa de Bastian que aún mostraban rastros de sangre. —¿Dónde está Ariana? O entro por ella...

En los Brazos de la BestiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora