Capítulo 2: Acechada.

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Sascha se quedó helada y durante un segundo todo lo que pudo ver fue al monstruo. Al enorme lobo elevándose desde el borde de la depresión. El cuerpo agazapado sobre sus patas delanteras. Las orejas rígidas, parecía listo para saltar en cualquier momento sobre ella.
Tragó con fuerzas. Muy lentamente y bajo la atenta y agresiva mirada del lobo comenzó a incorporarse. El lobo le gruñó, el grueso pelaje gris ceniza del lomo erizado amenazante.
Su tobillo aulló de dolor y su pierna cedió, Sascha cayó sobre el suelo otra vez. Se quedó quieta, con el corazón latiéndole como un loco contra las costillas. Respirar era cada vez más difícil. Viento frío sopló, llevando los errantes mechones de su trenza desecha lejos de su rostro.
Sudor frío empapó la piel de Sascha. Estaba tan, pero tan muerta. Pensó, mientras se arrastraba lentamente hacia atrás.
Entonces el monstruo comenzó a moverse y en ese preciso momento, el viento cambio de dirección, arrastrando mechones de cabello dentro de los ojos de Sascha, fue a través de estos que observo a la criatura quedarse helada, una pata levemente apoyada.
Lo habría encontrado divertido si no estuviera a un paso de morir.
Consiguió ponerse en pie la próxima vez que lo intentó. No fue fácil, su pierna se ablandó a cada segundo y en cada ocasión pensó que caería de nuevo. Además, todavía tenía que prestar atención al gran lobo gris ceniza. 
Sentimientos de angustia y ansiedad fueron en aumento cuando el monstruo se limitó a observarla congelado y a...
¿Olfatearla? ¿estaba la criatura olfateándola? ¿era en serio?
Sep, era en serio. La cabeza inclinada de la bestia en su dirección, las fosas nasales dilatándose y contrayéndose con rapidez, como si quisiera aspirar todo el aire circundante eran un muy fuerte indicativo de ello. Una expresión confusa y aturdida velaba los ojos del monstruo, como si no entendiera lo que estaba pasando.
Bueno, ella tampoco entendía y maldito fuese el mundo si se quedaba para averiguarlo. Un –inusual, pero bienvenido- pinchazo de ira pulsó en su sangre. Aun debía cobrar el bofetón que su ex le debía y por los Espíritus que lo conseguiría. 
Con la suavidad que la caracterizaba, Sascha dio un ligero paso atrás y se detuvo, cuando los músculos de su pierna herida chillaron en protesta. Aguardó con el aliento contenido y los dientes apretados. Cuando el monstruo no salió de su ensimismamiento, no soltó el suspiro en su pecho, sino que aprovechó para seguir retrocediendo lentamente.
Su cuerpo tenso en previsión de la futura huida, su aliento suave y contenido. Echando mano de todo su autocontrol, ella era muy consciente de que precisaría de un milagro para salvarse.
¿Fue el terror lo que le devolvió la cordura? ¿o realmente quería abofetear tan mal a su ex?
Debía ser lo último. 
Había dado un total de diez pasos cuando una rama crujió suavemente bajo su bota. El monstruo alzó la cabeza con brusquedad, sus ojos repentinamente límpidos de toda confusión. Sin embargo, la mirada en sus ojos hizo que Sascha se estremeciera. Había una muy particular locura hambrienta brillando en ellos, locura que antes no había estado allí. 
El ser entrecerró los salvajes ambarinos ojos sobre ella como si acabara de notar la distancia entre ambos y no le gustara ni un poquito. Un profundo gruñido resonó en la espesura y Sascha sintió como su piel se crispaba en pánico. Giró sobre sus talones, el dolor de su pierna relegado a un rincón olvidado de su psiquis, su corazón marcando un estacato de terror y ella corrió.
Impulsó sus piernas al máximo, exprimiendo hasta la última gota de energía en ella, pero incluso en su mejor momento no habría podido dar esquinazo a un monstruo ciento de kilos más pesado con un cuerpo construido para largas carreras por los terrenos escarpados del bosque.
El aliento caliente del monstruo abanicó su nuca y su vestido fue sostenido por detrás. Sascha chilló sin poder controlar esta reacción de su cuerpo en particular. Las costuras del vestido se rasgaron por la fuerza y el impulso, la tela cediendo miserablemente bajo el poder de esos fieros colmillos.
Ella rodó por el suelo, derribada por el monstruo y cayó sobre su espalda. La mitad de su torso desnudo. El viento frío de la tarde barrió su piel expuesta, un pezón desnudo erizado por la frialdad vespertina.
Sascha no podía preocuparse por tan pequeños detalles, ¿A quién le importaba el pudor cuando estaba a un paso de ser despedazada? A ella no, eso seguro.
¿O quizás aún había tiempo de volver correr? Miró al monstruo sobre ella y supo que estaba perdida. Los brillantes ojos de ámbar del fenrir brillaban con intensidad, su cuerpo encerrándola en una jaula de músculos, su respiración a un paso de su garganta.
El lobo parecía particularmente feroz y hambriento.
Con un suspiro cerró los ojos y aceptó su destino. El monstruo se puso rígido, ella podía sentir la creciente tensión en su cuerpo. Quizás era verdad que durante tus últimos segundos de vida una linterna giratoria proyectaría los eventos de tu vida, porque Sascha hizo un recuento de las últimas tres décadas que vivió.
Ella no tenía recuerdos de los primeros seis años de su vida, quizás fue debido a el trauma del abandono de sus padres o quizás fue su mente en una acción inconsciente para protegerla de su pasado, pero lo cierto era que su vida comenzó en ese lugar frío y lluvioso en la plaza de Arden frente a las puertas del Templo.
Los años de bajar la cabeza, de no pelear jamás, de no tener nada suyo, ni un hogar, ni una familia, mucho menos amor y aceptación. Ella podría haberse casado con los Cornfield, pero ellos no la habían aceptado jamás. Para empeorar las cosas, la única persona que pensó la había amado resulto haber estado traicionándola todo el tiempo. 
Todo se atropelló contra ella.
Sascha pensó que había tenido suficiente, si iba a morir al menos lo haría con su cabeza bien en alto. Abrió los ojos y clavó una mirada seria en el monstruo.
"Si vas a comerme hazlo de una vez." ordenó.
El monstruo se acercó. Sascha sintió el fiero hocico contra su garganta vulnerable, el gruñido reverberando contra su piel. Para su sorpresa una voz masculina llena de contenido salvajismo llenó sus oídos.
"Oh, lo haré" gruñó con suavidad. "pero no de la manera que esperas."
Sascha parpadeó, confusa y aturdida por la sutil promesa en esa voz. Entonces, ante sus ojos abiertos como platos, la piel del lobo comenzó a desaparecer, absorbida por los poros de su cuerpo, los músculos temblaron y los rasgos del lobo comenzaron a desdibujarse con rapidez inhumana.
Cuando terminó el cuerpo presionándola sobre el suelo del bosque no era el un monstruo, era el de un hombre. Un hombre enorme en apariencia que de no ser por las orejas de lobo coronando su largo cabello gris ceniza, la cola de lobo azotando su cadera, los salvajes ojos ambarinos y las garras negras en sus manos, bien podría pasar por un hombre humano.
Notó la mirada hambrienta en esos ojos ambarinos y un mal presentimiento tensó el pecho de ella. El mal presentimiento se cumplió cuando sintió una pesada y caliente parte de su anatomía caer sobre su vientre.
"Tienes que estar bromeando." Ella gritó sin aliento.
Estaba tan, pero tan jodida.                   
       


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