Capítulo 17. No es nada contra ti...

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Su primera reacción fue contemplar a la bruja sin palabras. Su pecho se tenso en silencio mientras que un nudo de ansiedad enroscaba lentamente sus tripas. ¿Sino podía ser su aprendiz, significaba que la enviaría de vuelta?

Su estomago se revolvió ante el mero pensamiento. Se detuvo, ¿por que tenia que tener miedo? Su segunda reacción fue la ira. Estaba siendo irrazonable, lo sabia y sin embargo, Sascha no podía detener el sentimiento de fuego ardiendo en su riego sanguíneo.

Melida entró a la cabina; imperturbable y sin imaginar cuanta desesperación había desatado en su interior. La bruja saco el frasco lleno de raíces de valeriana de sus manos y lo colocó en su lugar correspondiente,

Le vio echar una mirada de reojo a las pixies sentadas sobre el alféizar la ventana.

—Organicen este desastre.

Las palabras no habían terminado de salir por la boca de la anciana cuando una bandada de pixies saltó con desesperación a la acción, entre ellos el pixies masculino con alas de azul y ribetes de plata. Melida soltó un "Hmp" y luego de apoderarse de la muñeca de Sascha, abandonó la cabina como una exhalación.

Afuera, la luz del sol era intensa y después de un par de horas en la suave penumbra del almacén, Sascha tuvo que entrecerrar los ojos, ambas pupilas dilatándose al instante. Sacha calculó en su mente, según su estimación había transcurrido una hora desde que entró al almacén. Por supuesto, esto era una artimaña para controlar su temperamento, la otra alternativa seria recitar en su fuero interno El manual de Hierbas mágicas y medicinales de su Maestro, pero como pensar en hierbas ahora mismo le recordaría la razón por la que necesitaba controlarse, terminó por entretener su mente con el cursar del tiempo.

—¿Puedo saber el por qué?— finalmente preguntó, ambas deteniéndose entre la cabaña y el almacén. A pesar de la apariencia tranquila de Sascha, la verdad era otra. En lo más profundo de su mente, decepción e infelicidad se juntaban para crear olas de frustración. Ella no encontraba interés en cualquier cosa, pero cuando lo hacía era tan testaruda como un perro con un hueso.

—Es imposible, no preguntes más— La anciana dijo, estirando su vieja espalda con un suspiro de alivio.

—Eso no fue lo que me dijo el maestro.

Palabras tranquilas, apariencia tranquila, Melida miró de reojo a la niña ante ella, sus finas cejas subiendo. ¿Estaba la joven tan tranquila como parecía? Melida observó con curiosidad a Sascha.

—Incluso si ese viejo ogro asumió por sí mismo no tiene nada que ver conmigo— Dijo ella finalmente.

Sascha parpadeó, un leve rastro de sorpresa se mostró en esos ojos verdes como esmeraldas antes de desaparecer. ¿Incluso aquí eres llamado así, Maestro? Los labios rojos de Sascha temblaron sutilmente con diversión y sin llamar la atención.

Ella tosió sintiendo como el aliento se le atascaba en la garganta.

—Entonces... ¿Vas a enviarme de vuelta?

No era una pregunta, en la mente de Sascha y según su educación, ¿si no tenías un propósito, para que eras útil? Tan desconfiada como ella era, la única persona de la que esperaría apoyo y aceptación incondicional era su Maestro, aparte de él, Sascha no podía concebir que alguien hiciera algo simplemente por bondad del corazón.

Altruismo puro y desinteresado no era algo con lo que ella estuviera familiarizada. Por esto se sorprendió, cuando la anciana la miró y gesticuló con irritación, antes de decir.

—No. No lo haré. Soy mujer, así que... ¿Cómo crees que te dejaría volver al tipo de situación de la que huiste? Además, odio a los hombres violentos.

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