Capítulo 4. Regresando (1)

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Una fría corriente de aire helado se coló entre las ropas de Sascha, acarició con dedos invisibles su piel y erizó en punta las finas hebras de su vello corporal. Tiritó estremecida, el frío haciendo castañear sus dientes.
¿James había dejado abiertas las ventanas otra vez?
Fue lo primero que pensó. Extraño, porque juraría que hasta no hacía mucho ardía, como si se hubiera quedado dormida ante una estufa caliente. Apretó las sabanas contra su cuerpo tembloroso y se revolvió. Medio dormida, medio inquieta frunció el ceño con molestia. La cama se sentía rígida y llena de bultos bajo su cuerpo, rígida y áspera. No tenía una cama de lujo, pero al menos más blandita que esto sí era.
¿Se había caído otra vez?
El pensamiento la hizo abrir los ojos de golpe y lo primero que vio fue el enmarañado dosel de ramas de un árbol. Mente en blanco y confusión total, Sascha elevó el torso con lentitud, ella tomó asiento al pie del gran árbol mientras los eventos del día anterior asolaban sin piedad su mente.
Mi marido me traicionó. No una, sino muchas, muchas veces como bien expuso el vientre distendido de su amante. Y para colmo en mi propia cama, ¿cuantas veces he dormido en esa cama luego de que ellos se revolcaran sobre ella?
Sus emociones temblaron. Sus pensamientos temblaron. Su temperamento quiso entrar en erupción. Endureció la mandíbula y con férrea determinación ajustó su control sobre sí misma. Pero el paseo por el carrusel no había terminado, nop. Su mente siguió escupiendo recuerdo tras recuerdo, como si fuera un gato escupiendo bolas de pelo.    
Huí. Entré al bosque como una niña estúpida y un monstruo me persiguió, al parecer necesitaba un nuevo juguete masticable y yo era el más cercano. Yupi, que suerte la mía. Luego de violarme, el monstruo también me dio los orgasmos más alucinantes de mi vida.
Un bajo gruñido estalló a su izquierda desviando su atención y cubriendo la piel de Sascha con piel de gallina e instintivamente rodó a la derecha. Estática estalló, arqueándose por encima de la piel de ella. Jadeó y levantó la mirada, ojos verdes rastreando el origen del sonido. Su mirada se estrelló contra la fiera mirada del monstruo.
Sascha tembló y esta vez no fue de frío. Un indeseable calor creció y se instaló en su bajo vientre, desatando un pequeño momento de... ¿qué diablos? en su mente.
Contuvo la respiración, y con rigidez sostuvo la mirada depredadora y sin parpadear del lobo. Los segundos se estiraron entre ellos y nada sucedió, Sascha comprendió por qué cuando el aire fluctuó y chispas de electricidad cayeron al suelo.
La barrera, Sascha estaba del otro lado de la barrera que separaba el Bosque de las tierras humanas.
Con cuidado se puso en pie, el lobo seguía sus movimientos desde las sombras, donde solo el más mínimo esbozo de su pelaje era distinguible. Si no fuera por sus ojos relucientes, ella jamás habría distinguido su presencia.
Apretó el lienzo contra su cuerpo semi-desnudo y tembloroso, ligeramente consciente de que su pierna mala no le dolía más y dio un paso atrás. El monstruo volvió a gruñir, pero no se acercó. Dio otro paso, y el gruñido subió una octava para volver a subir cuando ella giró sobre sus talones y se alejó.
El sonido de algo estrellándose y el olor a pelaje quemado la hizo volver la mirada. Parpadeó sorprendida. El lobo la miraba, él acechaba desde la barrera, finos haces de luz cayeron sobre su pelaje y Sascha vislumbró las finas volutas de humo cubriendo parte de su rostro y hombros.
La barrera no está ahí, para separar. Ella comprendió. Esta ahí para no dejar pasar a los monstruos.
El lobo estudio con escalofriante atención la barrera. Sascha observo con el aliento retenido las acciones del monstruo cuando este rastrilló las garras sobre la invisible barrera de poder y una lluvia de chispas goteó sobre el suelo. 
—Lo prometiste— Le acusó y a pesar de la distancia, las orejas del lobo temblaron. La lobuna cabeza cayó y la criatura dejo de tratar de romper la barrera, con una expresión renuente la miró sin moverse.
Había sido escuchada. Debería de sentirse aliviada, en vez de eso se sentía... ¿Decepcionada? ¿Qué diablos había mal con ella? ¿qué clase de maldición le había echado el lobo?
Sin mirar atrás de nuevo y aun sintiendo la fija mirada del lobo sobre su nuca Sascha se alejó, dejando el bosque atrás. Con cada paso que daba la humana sentía que respiraba mejor, la influencia de la magia del bosque disminuyendo su agarre sobre ella.
Apartó las ramas bajas de un pino y salió al exterior, el bosque terminando tan abruptamente como había empezado. El paisaje de los pastizales bañados por la suave y plateada luz de la luna la recibieron. Había regresado a la parte humana de la tierra.
En la distancia escuchó el aullido de un lobo. Trastabilló, abrumada por el fuerte sentimiento de soledad cargando la voz del lobo. Apretó los dientes. 
Era él.
¿Cómo sabía que era él? Meneó la cabeza con irritación.
—Me embrujo—  Ella frotó su rostro con frustración. No tenía otra respuesta ¿Por qué si no reaccionaba como lo hacía? Debería de odiar al monstruo, no querer correr de regreso. Una sonrisa triste e irónica curvó los labios de Sascha.
—Supongo que esto me convierte en una puta amante de monstruos, ¿verdad?— El término despectivo se deslizo con facilidad por la lengua de Sascha, las palabras retratando con claridad los pensamientos de una sociedad xenófoba y racista. Para los humanos, los monstruos eran alimañas, bestias salvajes sin mayor intelecto que un animal común.   
Su mente, fiel compañera, aprovechó ese instante para escupir los recuerdos de lo que sucedió con el último amante de monstruo del que había oído hablar. Tortura, violación y muerte.
—Nadie debe saberlo. Nunca— Apretó lo que anteriormente consideró una manta.
Endureció la mandíbula, y se alejó. El aullido murió tan repentinamente, llenando la noche con un silencio expectante. Un sentimiento premonitorio llenó a Sascha.
¿Por qué siento que no ha sido lo último que he visto de ti?   

               

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