Capítulo 18. Repentina epifanía.

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—¿Ayudante?— Sascha, quien inconscientemente intentaba alcanzar la hierba espiritual más cercana a ella, levantó la cabeza de golpe y durante un segundo no supo como reaccionar, luego entrecerró los ojos. —¿Qué no dijiste que no podías enseñarme?

—Y no puedo, pero nadie ha dicho nada de no tener una ayudante, ¿verdad?— dientes blancos y perfectos, inusuales en una mujer de su edad, brillaron astutamente en dirección de la joven.

Si cierto ser la escuchará tan solo podría suspirar con resignación, ya que no sería la primera ni última vez que Melida encontraría lagunas para burlar las reglas. Sus reglas.

Esperanza y cautela lucharon y se enfrentaron en el fuero interno de Sascha. finalmente, la cautela ganó.

—¿Por qué estas cambiando de parecer?— preguntó desconfiada.

Melida se encogió de hombros para luego comenzar a embazar la poción dorada en una botella de vidrio. Se tomó su tiempo antes de decir.

—¿Por que no? Sería un desperdicio no aprovechar y desarrollar tu talento, ademas me vendría bien una mano joven en la huerta.— Hizo una ligera pausa y con ojos que han visto demasiado, reflexionó en voz alta.

—¡Ah! ¡ese astuto y escurridizo bastardo! Él sabía que tarde o temprano terminaría dándome cuenta de tus habilidades.— Chasqueó la lengua con molestia. —Es por eso que estaba tan confiado, ¡Maldito ogro!

Sascha escuchaba en silencio a la anciana, sin agregar palabra alguna, muy consciente de que la anciana solo estaba liberando algo de humo y que nada tenía que ver con ella. Además, ella tenía sus propios pensamientos a considerar. La anciana decía no poder enseñarle, pero aun así insistía en que fuese su ayudante, la mente de Sascha siguió girando, reflexionando. ¿Qué beneficios había en ser la ayudante de una bruja?

En primer lugar, tendría libre acceso al basto archivo de conocimientos de un ser, que como ella misma había dicho era más vieja que la mierda. Por otra parte... ¿cuando tendría la oportunidad de criar tanto hierbas mágicas como espirituales? La cantidad de hierbas mágicas en el reino humano podía ser contada con los dedos de una mano, como quien dice mientras que las espirituales ni siquiera existían en los libros mucho menos en los invernaderos.

Hierbas espirituales...Solo este pensamiento era suficiente para hacer brillar los ojos de Sascha.

Al final concluyó que incluso si la anciana no podía guiar su aprendizaje y entrenamiento, tampoco bloquearía su camino, si ella decidiera aprender por su cuenta. Con el libre acceso al Archivo de Conocimientos de Melida y su inteligencia natural era posible para ella lograrlo.

Después de un tiempo el discurso de la bruja se calmó, clavó una mirada impaciente en ella y finalmente cuestionó.

—¿Puedes hacerlo o no?

—¡Puedo! ¡Por supuesto que puedo!— se apresuró en aceptar.

Sascha era cautelosa y desconfiada, pero no idiota. Además, su instinto le decía que esta era una oportunidad de oro que no debía dejar escapar. Por lo general, su instinto casi nunca se equivocaba.

Razón por la que Sascha decidió apostar.

—Entonces está decidido— La anciana asintió complacida. —¿Por qué no vas a alistarte mientras yo termino aquí para poder mostrarte la tienda?

Calor quemó las mejillas y orejas de Sascha, se había olvidado por completo de este detalle. Asintió apresuradamente y huyó como el conejo, que durante dos décadas fingió ser, devuelta a su cobertizo.

No tardó demasiado y justo cuando terminaba de peinarse, sus ojos verdes como gemas preciosas se detuvieron en el reflejo de su hermosos y elegante rostro en el espejo de cobre en el cobertizo. Por alguna razón que solo ella conocía su hermoso rostro se arrugo con una mueca de molestia.

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