Capítulo 38. Senderos...

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Era un lugar raro, incluso más raro que el Árbol Hueco de los pixies.
Un lugar que sin importar donde mirase solo podía ver árboles, árboles infinitos sin copas o raíces a la vista, solo las ramas desnudas de hojas despuntado en los troncos. Gruesos o delgados, pálidos u obscuros. Su campo de visión estaba seriamente limitado por estos.
Una pesada niebla blanco azulada colgaba de los bordes, nublando las esquinas y los rincones, elevando así el nivel de rareza, aumentando además la sensación de otro mundo.
El aire estaba quieto, casi estancado y ausente de sonidos. No se escuchaba nada, ni siquiera el susurro del viento sacudiendo las ramas de los árboles. El silencio era tan absoluto y solemne que Sascha se esforzaba en no perturbarlo. Esquivo las ramas creciendo en su camino y avanzó sintiendo el peso de este en cada uno de sus nervios, pero incluso si el mundo a su alrededor era tan silencioso como un cementerio, su mente era harina de otro costal.
Las personas más calladas tenían las mentes más tormentosas. Y el dicho se ajustaba como anillo al dedo a ella.
Su labio inferior tembló, sus ojos recorriendo cada pulgada de paisaje a su alcance. ¿En serio estaba caminando por el tronco de un árbol? ¿Árboles en horizontal? ¿Qué en nombre de los espíritus sucedía con la gravedad de este lugar? ¿Dónde era arriba? ¿dónde era abajo? ¿dónde era adelante y dónde atrás? 
El lugar era como una gran encrucijada hecha de senderos sin nombres o direcciones claras. Extraño no bastaba para describir el lugar. Concluyó mareada.
—¿Dónde se supone que estoy?— Aun así y pese a no tener idea de donde estaba o cómo había llegado allí, no sentía ni rastro de miedo, tampoco confusión. —¿Qué es este lugar?
Girando sobre sus talones se estiró, alzando los brazos al cielo mientras un raro sentimiento familiar y nostálgico palpitó en su corazón. 
De repente una imagen fantasmal se sobrepuso al paisaje que sus ojos contemplaban. El lugar continuaba siendo igual de raro que antes, pero con una remarcable diferencia.
Vida latía en cada uno de sus rincones.
El aire se llenó con las voces de cientos de pájaros. Escuchó el sonido de alas batiendo el viento, el murmullo de cientos de criaturas saltar y corretear entre los troncos. Hojas de diferentes colores brotaron de las ramas desnudas y el susurro del viento entre las hojas y ramas se unió a la cacofonía. 
La magia en el aire susurró seductoramente en su oído, consiguiendo que fuera diferente la próxima vez que se movió. Creyó escuchar una voz llamándola, buscándola. ¿Qué era esa voz?
Era tan hermosa que quería alcanzarla.  
Con su cuerpo más ligero y fluido que nunca, ella saltó con emoción de tronco en tronco. Su instinto tiraba de sus pies en una dirección determinada.
Tan repentinamente como llegó la visión se fracturó en mil esquirlas, el paisaje volviendo a ser el mismo de antes. Confundida se detuvo en seco, y demasiado tarde percibió la presencia a su espalda.
Sin tiempo a eludir el ataque fue tirada sobre su costado, el hecho que no sintiera dolor por el abrupto golpe debió de alertarla, pero no lo hizo. Estaba demasiado concentrada en quitarse a la criatura demasiado pegajosa de encima.
—Eres tú. Eres tú...— La criatura chilló, provocando que sus dientes se entumecieran. Parecía algún tipo de criatura de madera y no dejaba de frotarse contra ella. Un segundo más tarde le sintió congelarse para con el crujir de las ramas al frotarse, alejarse de ella de un salto.
Suavemente se incorporó hasta ponerse en pie, sin perder de vista a la criatura de medio metro de altura, desproporcionados miembros como ramas y piel de corteza oscura.
Se midieron entre ellos en silencio. 
Finas ramas llenas de hojas rojas caían desde su cabeza hasta sus tobillos, algunas cubriendo un rostro sin rasgos faciales claros, era como si aún no hubiera decidido a quien parecerse.
¿Cómo sabía entonces que estaba siendo estudiada? No tenía respuesta para ello, solo lo sabía. Era un conocimiento instintivo en ella, igual que el que impulsaba a sus pies a seguir caminado, a encontrar a esa voz llamando por ella...
—No deberías continuar, humana— Escuchó nuevamente la voz de la criatura, proviniendo a su espalda. Y otra vez fue como escuchar el susurro de las hojas movidas por el viento y de la madera al crujir.
Tan raro, pero últimamente parecía no poder alejarse de lo raro y extravagante. 
Girando levemente, miró vacilante al ser por encima del hombro. Este estaba justo donde le había dejado, agazapada sobre el grueso tronco de una secuoya, sus garras en formas de ramitas secas enganchadas en la madera.
—Si sigues por ahí no podrás volver al Mundo Mortal.
¿La verdad? Pues que por un segundo no le importó.
Entonces el rostro del lobo apareció en su cabeza, llenando sus pensamientos, recordándole la parte más vital de todas, la parte que durante años anheló. Su mano cayó sobre su vientre y se congeló, aun así, detenerse fue la cosa más difícil que alguna vez había hecho e iba contra todos sus instintos.
—¿Qué haces aquí humana? ¿Cómo encontraste el Camino entre los Brezos?
Sacudiendo la cabeza confusa y horrorizada porque... ¿en serio había pensado que sus hijos no importaban? ¿o que el lobo no lo hacía? Esto último la hizo detenerse, ¿desde cuándo el lobo le importaba? Una pequeña voz en su cabeza le dijo que dejara de engañarse a sí misma. Y tuvo que reconocer a regañadientes que extrañaría no volver a ver esa sonrisa encantadoramente malvada.
—¿Cómo llegaste aquí? El camino lleva décadas cerrado para todos, mas aun para lo humanos. Así que... ¿como llegaste aqui? — el ser insistió.
Se encogió de hombros mientras con ojos vigilante le respondía.
—No lo sé, ni siquiera sé muy bien donde estoy, ¿cómo podría saber cómo llegué? Lo último que recuerdo es ser secuestrada por los pixies.
La persona árbol se sentó en el borde de la secuoya. Su atención enfocada en ella, poniéndola nerviosa y de vez en vez juraría sentir zarcillos de maná rozándola.
Se sacudió, sintiendo su piel erizarse.     
—¿Qué hay más allá?— preguntó aun sintiendo la atracción por ese otro lugar y sacudiéndose la confusión de encima.
La criatura se acercó.
—Más allá esta Fitoria, las tierras de Flora en el cuarto reino. No sé cómo llegaste a aquí, pero si continúas acercándote no podrás regresar. Mírate, ahora mismo eres tan traslúcida como un espectro.
Miró sus manos y horrorizada contempló el suelo de madera. ¿Qué diablos?  
Le sintió estudiarla.
—Hay algo en ti...
—¿Qué?— Su piel se erizó. 
—Tu maná se siente como el de ella, aunque pálido y diluido, aun así, como el de ella. Oye humana, ¿quién es tu madre?
Entonces una tormenta ardió y quemó desde su pecho hasta el resto de su cuerpo. Después de esto, tanto la criatura como el extraño lugar desaparecieron en un remolino de niebla y luz mientras sentía que algo tiraba de su consciencia.
El lugar donde debía estar su corazón se contrajo mientras una aguda punzada de dolor la hizo contraer, jadeando abrió los ojos y se enfrentó a la mirada aterrorizada del lobo.
Ojos ambarinos se estrecharon al ver que había despertado y poco después estaba siendo aplastada en un abrazo feroz.
—Askeladd.— Balbució mientras él se aferraba a ella, acariciando su garganta con labios, colmillos y nariz.
El pelaje gris-ceniza cubriendo el cuerpo del lobo se frotó contra su piel, provocando que hormigueos crisparan su piel. Por alguna razón la tenia sensible y un poco irritada. Especialmente el área por encima de su corazón, la piel en esta región ardía furiosamente en comparación con el resto.
Un resplandor púrpura deslumbró su visión al mismo tiempo que algo húmedo y frío se deslizó por su garganta. Una expresión de ojos desorbitados afloró en ella. 
—Volveré más tarde, consuela le mientras tanto.
Vio como la bruja extinguía el rayo de energía púrpura crepitando entre sus dedos mientras con una expresión ‘de qué rayos está pasando aquí’ contempló la retirada de la bruja.
¿Estaba realmente el lobo llorando?
—Askeladd— Trató de moverse.
Los brazos del lobo se tensaron apretadamente en tanto un quejido brotó de su garganta, parecía tan asustado de dejarla ir que ella no tuvo corazón para alejarlo. Así que se quedó quieta y obediente contra él.
Deslizó los dedos por el pelaje del lobo en un intento por tranquilizarlo. Nunca imaginó alguna vez ver a un hombre de aspecto rudo llorar de esta manera, mucho menos que lo hiciera por ella. Decir que estaba conmovida sería un eufemismo. 
Parecía que habían trascurrido años cuando él se relajó finalmente. Aun acariciando el pelaje en su espalda volvió a abrir la boca.
—¿Qué pasó?
Le sintió frotarse contra ella, tal parecía querer convertirse en su segunda piel, para así no tener que volver a alejarse.
—Tu corazón se detuvo. No sabemos que pasó... un momento estabas mejor, el envenenamiento casi había desaparecido de tus meridianos, y al siguiente se detuvo...— Él tragó y se quejó contra su piel, su aliento calentando su garganta.
“...Como un espectro...” La voz de la criatura se infiltró en sus pensamientos, ¿ella había dejado de respirar cuando decidió avanzar? Se estremeció, sin embargo, no pudo olvidar el resto de las palabras del espíritu.
“...¿Quién es tu madre?...” 
—Melida tuvo que darte reanimación cardiovascular.
El lobo la trajo de vuelta.  
Ah, eso explicaba porque le ardía la piel del pecho como si hubiera sido quemada, literalmente había recibido una descarga de energía.
El lobo pegó su mejilla húmeda contra la suya.
—Y dejaste de respirar... pensé que te perdía, que los perdía a los tres— Se incorporó sobre un codo, gruñéndole le enseñó los colmillos. —Te morderé si vuelves a asustarme así.
Sascha le dio una mirada divertida al lobo.
—No creo que haga de morir un buen deporte lobo, así que te perderás ese placer.
Él se acercó. La punta de su nariz rozando la de ella. Sus colmillos pellizcando con suavidad un rojo labio superior. 
—Siempre podría encontrar alguna otra excusa y morderte.
Askeladd le miró fijamente y su mirada era la de alguien esperando ser fríamente rechazado. El mismo tipo que en el pasado llenaba sus ojos cuando era rechazada por los adultos y otros niños de la Aldea.
Su corazón dolió, nunca esperó ser la causante de poner ‘esa expresión’ en el rostro de alguien más. 
—No estás siendo frío conmigo.
Las cejas del lobo se fruncieron y viéndose confundido le preguntó.
—¿No había alguien llorando y quejándose porque no le gustaba cuando era frío?
—No lloré— Hizo pucheros, ¿qué diablos? ¿Realmente estaba haciendo puchero? El infierno se congelaría, como diría su maestro.
—Entonces, escoge Sascha... frío o caliente— Sus brazos la apretaron y la mejilla de Sascha quedó contra el pecho peludo del lobo. Más tarde escuchó el suspiro del lobo. —Porque cuando se trata de ti no puedo ser ambos.
Hubo algo en la voz del lobo que la alarmó.
—¿Qué pasaría si escojo frío?— vio una expresión de dolor cruzar el rostro de Askeladd antes de que este la ocultara tras esa expresión fría que comenzaba a odiar.
Desviando la mirada él carraspeó.
—Me alejaría, si es lo que quieres...lo intentaré.
Se apretó contra él. Su voz fue un hilillo cuando habló.
—Yo... necesito tiempo, pero...— Se detuvo, luego se alzó encima de sus manos, quedando casi encima del pecho del lobo. —Al menos puedo decirte esto, no quiero que te alejes, tampoco que seas frío— Con una mueca se rio. —Prefiero lidiar con un lobo pervertido que con uno de hielo.
Una expresión atontada y ligeramente esperanzada transformó el rostro del fenrir mientras sus orejas se alzaban, las puntas ligeramente temblorosas. Su mirada se desvió instantáneamente a estas haciendo que sus dedos picaran...
¿Se ofendería el lobo si le daba una rascadita tras las orejas? Él era un lobo, un monstruo de raza lobo Fenrir, no un chucho cualquiera. La cola del lobo azotó ligeramente su cadera, casi llevándola a cometer una estupidez.
—¿En que piensas?— el lobo le dio una mirada suspicaz.
Se salvó de contestar cuando Melida –quien al parecer no conocía el concepto de tocar a la puerta- entró con revuelo de sus anchas y marrones faldas.
Ambos se congelaron.
—Veo que ya hicieron las paces— La bruja enarcó sus cejas blancas mientras miraba intencionalmente la postura comprometida en que estaban.
Dicha postura implicaba a un lobo que aparte de su pelaje estaba más bien desnudo tirado sobre su espalda con una humana acostada como una manta sobre él. ¿Cuándo se volvió de esta manera? era algo para lo que ninguno de los dos tenía respuesta.
Con las mejillas ardiendo de vergüenza y para infelicidad del lobo, Sascha se bajó del cuerpo de este. Sin mirar a nadie se sentó en el borde del jergón. De soslayo notó la expresión de pocos amigos con que el lobo miró a la bruja.
Se volvió por completo, observando entre asombrada y sorprendida el rápido cambio de forma. Por alguna razón verlo le resultaba fascinante. Un segundo después Askeladd en su forma de bestia se bajó de la cama. Una sacudida de pelaje después se recostó contra sus piernas.
Bajó la mirada al lobo.   
La bruja resopló divertida.
—Creo que necesitaran buscar un jergón más grande.
Askeladd gruñó antes de enfrentar a la anciana.
—Bruja...— él empezó antes de ser cortado por un gesto seco de esta.
—Olvídalo, por esta vez te perdonaré— Se carcajeó, luego canturreó. —Además, siento que si te dejo quedar por aquí habrá tiempos divertidos por venir.
El chasquido del lobo apretando los colmillos fue audible incluso para Sascha. Se volvió, mirando a los dos con curiosidad.
La bruja se puso seria durante un segundo.
—Aparte de que hay algo para lo que necesitaré tanto de tu ayuda como de tus recursos.
El lobo le contempló con agudeza, pero no hizo comentarios, él conocía lo suficiente a la bruja y sabía que ella solo hablaría cuando le viniera en gana. Además...
Miró a su compañera, quien les miraba con atenta curiosidad. Sí, era mejor conversar más tarde. Mucho más tarde y cuando no pudieran perturbar el estado de ánimo de su pareja embarazada. Ella había soportado demasiados sobresaltos en las últimas horas. No había necesidad de agregar nuevos. Al menos no por ahora, se reservaba el derecho de más tarde.
—Gracias— Con cara de amargura le murmuró a la bruja.
—Eso sí que debió de haberte costado— Melida se sostuvo el estómago mientras fuertes carcajadas sacudían su anciano cuerpo. Ella limpió las lágrimas empañando sus ojos antes de dirigir su atención a Sascha. —Por ahora necesito que te ocupes de la irritante situación allá afuera.
Sus cejas se arquearon, luego las arrugó.
—¿Pasó algo?
—Como he dicho... una irritante situación, ¿podrías por favor venir y poner fin a mi sufrimiento— Dicho esto, la bruja se alejó dejándolos solos.
—Bien.— Sascha se puso en pie un poco tambaleante. Trago sintiéndose sedienta y un poco hambrienta otra vez, ya que parecía que comer era su nuevo deporte favorito.
Pensado que bien podría matar a dos pájaros de un tiro –ayudar a la bruja a deshacerse de lo que sea que le molestara y comer-, se tambaleó con el apoyo del lobo hasta la puerta.
Entonces su mandíbula se desencajó cuando pudo apreciar a la ‘irritante situación’ en todo su esplendor . Decir que era ligeramente irritante era un burdo eufemismo en su opinión.
—Me sorprende que simplemente no les prendieras fuego.
El aire se congeló con su repentina declaración. Y los miles de pixies cubriendo cada centímetro de suelo o superficie disponible se paralizaron, sus antenas y alas temblando nerviosamente.
—No me tientes— Melida resopló con sequedad.
Más de un millar de pares de ojos se clavaron sobre ella con expectación, recordando los eventos pasados Sascha se estremeció y dio un paso atrás. Percibiendo su molestia Askeladd abrió sus fauces, dejando sus colmillos al descubierto mientras un feroz y sanguinario brillo escarlata tiñó sus irises.
Soltó un gruñido de advertencia.
Sascha decidió que el mejor curso de acción era ignorar la ‘irritante situación’ por ahora. Preguntó, estaba bastante extrañada por no encontrar al cachorro cerca.
—¿Dónde está Garo?
La bruja le dio una mirada.
—¿Le pusiste ese tipo de nombre a un Rakshasa y él te dejó? ¿Va el sol a salir por el oeste o la luna durante el día?
Poniendo los ojos en blancos, le volvió a preguntar.
La anciana mujer se encogió de hombros.
—El chico decidió que le gustaría probar a que sabe la carne de pixie...— Sascha se encogió y Askeladd bufó pareciendo divertido. La bruja continuo imperturbable. —En aras de mantener la paz en el mundo me vi en la obligación de encerrarlo en mi cabaña.
Todo el color huyó del semblante de Sascha y sin mediar explicación o palabras corrió en dirección a la cabaña de la bruja. Solo un par de pies de distancia la separaban del lugar y aun así pudo escuchar con claridad prístina los sonidos propios de destrucción.
—Garo.
Abrió la puerta, y el torbellino despedazando cada objeto a la vista se detuvo en seco. Sascha reconoció la mirada de puro terror en el rostro peludo del rakshasa cuando este se lanzó en su dirección.
—Cuidado. No tan rápido.
El chico derrapó, dejando surcos con sus uñas en el suelo de madera cuando le lobo le rugió desde la puerta abierta. Bajando la velocidad, el niño se abalanzó con cuidado sobre ella.
Garo gimió, frotando su rostro con ella, ganándose un gruñido molesto del lobo. Sascha le miro y Askeladd guardo silencio al segundo.
Sascha evaluó los daños en la cabaña, sintiendo la presencia de los familiares en los rincones de la estancia. Descubrió que la mayoría de las cosas importantes –la colección de plantas espirituales entre ellas- habían sobrevivido a la destrucción. Con toda probabilidad gracias al trabajo preventivo de los espíritus familiares de la bruja.
Melida entró, contemplando con una mueca las paredes, cortinas y suelo llenos de desgarrones, así como los muebles destrozados y silbó con admiración. Volteó la mirada y comprobó la puerta. Este chico sí que era creativo, incluso se las arregló para sacar los goznes de la puerta.  
—A eso es lo que yo llamo un infierno de estrés postraumático.
Sascha abrazó al joven rakshasa, luego le dio una mirada seria a Melida.
—Lo siento, ¿cuánto te debo? Pagaré por los daños.
—Yo lo haré— El lobo quien había estado en silencio gruñó de repente.
Iban a comenzar a discutir cuando escucharon a la bruja chasquear la lengua.
—Sin peleas, niños.— Luego chasqueó los dedos en dirección a sus familiares. —Arreglen este desastre. y saquen el juego de muebles que me regalaron los elfos el siglo pasado.
¿El siglo pasado? Esto consiguió que sus cejas subieran y una expresión divertida aflorara en su rostro. Le dio una mirada al monstruo, luego otra a la bruja mientras se daba cuenta de algo, ¿Qué edad tenían estos grandes señores al final?
—¿Qué pasa con esa expresión?— la bruja pregunto mientras el lobo la miró curioso.
—... ¿Qué edad tienen al final?
Melida arqueó las cejas y la miró como si hubiera tenido una seria metedura de pata social.
—¿Eres mujer y aun así me preguntas mi edad? Tsk... no es educado preguntarle a una dama su edad.
El lobo frotó su rostro con una pata, luciendo particularmente incómodo. Un poco preocupado también. Naturalmente, la reacción de este no le pasó desapercibida.
La bruja se rio entrediente.
—¿Avergonzado, lobo? la verdad es que deberías. Después de todo eres más viejo que la mierda y tanto como la tierra— La mandíbula de Sascha se aflojó por la sorpresa, ¿era en serio? Pero la bruja no había terminado de burlarse. —Eso te vuelve un asalta cunas, ¿no crees? Lástima que no existan los servicios sociales en este mundo.”
El lobo le gruñó a la bruja.
—¿Y qué hay de ti? Si mal no recuerdo llegaste con los primeros invasores.
—Oh, ese es un término que hace siglos no escuchaba y no invadimos a nadie, tu Gran Espíritu nos invitó, no tuerzas la historia a tu conveniencia.
¿Primeros invasores? La cabeza de Sascha comenzó a girar, sintiendo un dolor de cabeza en cierne.
—Estoy segura que seguimos hablando en Terran, pero por alguna razón no logro comprender de qué diablos hablan ustedes dos— Se quejó y Garo se le unió solidariamente.
¿Qué demonios estaba pasando aquí? 
      
     
 
   
     
 
      
 
     

  

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