Capítulo 29. nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde.

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Las nueve colas del zorro pegaron un respingo y luego se pusieron rígidas. Poco segundos después, colgaron lacias y sin vida detrás de Zen; Askeladd leyó la vergüenza en lenguaje corporal del chico e incluso antes de que Zen asintiera, Askeladd conocía la respuesta.

Zen no le devolvía la mirada, tal acción le arranco un suspiro, luego le recriminaría, sin embargo,  este no era el momento. ahora mismo necesitaba que a su pequeña sombra tan afilada como una garra y no criando hongos por la depresión. 

—No es un completo idiota después de todo— murmuró en su lugar. Luego se inclinó sobre el zorro y con una mano despeinó el sedoso pelaje plateado.

—No te preocupes, Zen. Todo está dentro de mis cálculos— Mintió, mientras se enderezaba otra vez. Askeladd giró la barbilla varias veces, destensando los músculos de su cuello. Los ojos humanos del monstruo alzaron la mirada, había una expresión pensativa en ellos. Luego de reflexionar por unos segundos, ordeno. —Busca a Rule, dile que he aprobado el uso de Supresores de clase inferior en esta misión.

Los Supresores de clase inferior tenían la misma función que los de alto grado. La única diferencia entre ambos era que el núcleo mágico del monstruo no estaba por completo restringido y al menos un diez por ciento del poder y habilidades originales del monstruo podían ser utilizadas.

Transcurrieron unos segundos y Askeladd no obtuvo respuesta por parte de Zen. Cuando el lobo descendió la mirada se encontró con la expresión tonta y aturdida del otro. El zorro parecía haber sido golpeado con mazo en la cabeza.

Askeladd arqueó una ceja con frialdad, aunque por dentro se sentía ligeramente divertido y relajado. ¿Cuándo fue la última vez que no sentía el impulso de matar sin sentido?

Zen se sacudió y saltó sobre sus patas. ¿Había imaginado el aura ligeramente accesible de hace unos instantes? Zen se frotó los ojos con las patas. Si, definitivamente fue una ilusión. ¿Cómo podría su sanguinario y violento Señor actuar tan inofensivo?

—¿Tienes algo más que agregar? ¿No? Entonces, largo de aquí.

Las palabras de Askeladd se convirtieron en un buen incentivo para correr y Zen se apresuró a obedecer. Askeladd observaba al pequeño y esponjoso zorro emprender la huida, con algo de diversión tiñendo sus pensamientos.

¿Cuándo fue la última vez que sintió algo más que locura dentro de sí mismo? De la mano de este pensamiento el recuerdo de la causante de los cambios en él llenó los pensamientos del lobo. Junto con este recuerdo, también afloró la última conversación que tuvo con la linda y tonta humana que creía poder librarse fácilmente de él.

"...Significa que soy una mujer libre, no tengo compromisos con nadie y claramente no soy tu esposa, ni la de nadie más. Tampoco tengo planes de volver a hacerlo..." Una muñeca esbelta en su desnudez, así como las palabras llenas de desdén parpadearon en la memoria del lobo.

—... Zen, vuelve aquí— Sin previo aviso ordenó.

El zorro que ya se había alejado una distancia considerable de los dominios de la bruja. Aun así, escuchó con claridad la seca orden de su Señor. Sin hacer un alto en su carrera, Zen saltó sobre un grueso y robusto tronco de pino, hizo una pirueta en el aire y cambió fácilmente el sentido de su trayectoria.

Askeladd tamborileaba con los dedos sobre sus brazos expuestos. Era evidente que mientras esperaba el regreso de su Sombra algo estaba tramando en su mente.

Dos minutos después, vio al zorro regresar a su encuentro.

—¿Mandó a llamar, Sire?— la voz de Zen era respetuosa y ligera. Sin parecer alguien que acababa de recorrer dos kilómetros en 120 segundos.

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