Capítulo 24. El lobo feroz salva el día.

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La boca del cazador se frunció feroz, en una mueca especialmente aterradora. El látigo cayó varias veces más sobre la mujer de tranquilos ojos esmeraldas, antes de que un observador perspicaz murmurara muy cerca del cazador.

—¿Eh? ¿No están sanos tanto la mujer como el niño? ¿Qué está pasando aquí?

—¿Eres ciego? Mira el blasón en su capa y comprenderás— Respondió otro al anterior.

Los murmullos crecieron y se extendieron como pólvora encendida. El populacho creyó erróneamente que tanto ella como el niño estaban a salvo gracias a la Bruja, que no lo era. En realidad, debían de dar gracias al sigilo protector resplandeciendo suavemente desde su pulsera. El sigilo emitía destellos de luz desde el cristal de mana pendiendo de esta.

Los ojos del cazador se estrecharon. Debido a la posesión de los derechos de explotación, así como el comercio de los cuantiosos recursos del Bosque, siempre había existido cierta rivalidad entre el Gremio y la Bruja. Así que, cuando el cazador escuchó las murmuraciones a su alrededor, sus ojos pardos brillaron oscuros, una luz maligna iluminaba su interior con intensión dañina. Puede que el cazador tuviera un aspecto duro y grosero, pero no era tan estúpido como su exterior gritaba, después de todo, los cazadores estúpidos eran merendados como bocadillos por el Bosque. Fue por esta razón que cuando el látigo fue alzado una vez más, había una no tan sutil diferencia...

No había maná fluyendo por el cuerpo de este.

Los sigilos de destrucción y daño tallados en su superficie estaban inertes y sin vida. El látigo había dejado de ser una herramienta mágica para convertirse en un látigo normal. Sin embargo, no por eso era menos mortal.

Sascha estrecho los ojos con agudeza, percibiendo el cambio un segundo después. Sin embargo, era un segundo demasiado tarde, incluso si lanzaba el talismán y corrían no podrían evitar el golpe por completo.

Durante ese microsegundo, Sascha se maldijo en su mente, ¿por qué no se preparó para tal eventualidad? ¿Acaso pensaba que el bastardo le pasaría un memo para prevenirla? Ella conocía bien a su raza, como también conocía el odio xenófobo que sentían contra otras razas, ¿por qué pensó que sería diferente incluso si el implicado era un niño? Tenía que cambiar su mentalidad ingenua rápidamente, porque el mundo no era un lugar amable y más le valía asumirlo de una maldita vez.

El instante paso y cuando un talismán Ilusoria iba a ser lanzado contra la multitud chismosa y el cazador, un monolito de carne, sangre y huesos surgió de la nada, igual que si hubiera brotado de la tierra.

Llena de confusión, Sascha alzó la mirada y al instante su visión quedo completamente bloqueada por la figura. Dos con treinta de altura. La línea de la espalda estaba erguida y resuelta. El cabello largo y de un gris tan oscuro que en la noche pasaría por negro. Suelto y despeinado este caía sobre los anchos hombros del hombre.

Una espada colgaba fácilmente desde dicha espalda. A primera vista, era un arma tosca y burda de dimensiones absurdas. Mas que una espada, parecía un garrote de proporciones épicas. Sascha recordó la vez que su maestro perdió una apuesta con Henry, y ambos -ella no escapo- tuvieron que lustrar y pulir la colección de armas del herrero. Una cantidad con la que bien podrían haber montado un museo de espadas en el Arden. Hubo una que llamo su atención especialmente. De dos metros de longitud y siete kilos de peso, fue la quedo grabada a fuego en su memoria.

—¿Un mandoble? — murmuró. ¿Y porque se fijaba en ese hecho en particular?

Volvió a parpadear, sintiendo que esos hombros anchos y ese cuerpo poderoso le eran malditamente familiar. Un segundo después, ojos como caramelo líquido, tan familiares como extraños, brillaron intensamente sobre ella. Un segundo después, la voz gruñona del hombre llegó hasta los oídos de Sascha y esta sintió que sus músculos se tensaban. Su corazón dio un vuelco contra sus cotillas y un indeseado sentimiento cosquilleo en su pecho.

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