Resultó que ni siquiera esperaron al día siguiente.
Movió los dedos, alisando con estudiada calma los pliegues de la manta cubriendo sus piernas, ignorando las duras miradas dirigidas contra ella.
—Esto es inadmisible— Sascha arqueó una ceja, escuchando a pesar de sus deseos.
—¿El qué Emilie— preguntó en un tono de voz desinteresada. De reojo, observo el rostro adusto de la mujer.
Emilie, era una vieja matrona, la unica mujer entre las filas del consejo de Ancianos de la aldea. De corpulencia robusta y altura elevada para ser una mujer; miraba al mundo con una mirada fria y despectiva dificil de pasar por alto. Tambien era una de las mayores arpias de Arden.
Un recuerdo aparecio en su mente por un segundo.
Era la escena de su maestro, espantando como quien espanta una jauria de perros lejos, al circulo de mujeres de la puerta de la botica dias atras. Las mujeres no habian aceptado el no por respuesta de su maestro y en algun momento de la discusion Sheamus perdio la paciencia. Sascha nunca sabria de donde el anciano saco el cubo, pero lo proximo que escucho fue un gran plaff y la conversacion morir en seco. Por curiosidad, habia abierto la puerta una rendija y espio afuera. Lo que encontro fue a un grupo de mujeres todas chorreando agua por todas partes, con ojos y bocas desorbitada.
Emily estaba entre ellas.
Sus labios temblaron imperceptiblemente.
La mujer agitó las manos, alzándolas con irritación en alto, desviando la atencion de Sascha de vuelta al presente.
—Toda esta absurda situación. Te ordenó que nos digas la verdad.
Si hubiera escuchado esa orden tres o cuatro días atrás, Sascha hubiera bajado la cabeza en sumisión y obedecido mientras rechinaba los dientes con frustración. Ahora, sin embargo, tiró del cuello de la camisa con que había sido vestida luego de su admisión en el Templo.
La tela resbaló sobre su clavícula, revelando su garganta. La pálida perfección de su piel interrumpida por marcas violáceas consecuencias del ataque del bastardo.
Percibió la consternación y las respiraciones contenidas de los Ancianos. Sin embargo, no era suficiente. Levantó el borde inferior de la camisa, desde donde un gran morado en diferentes estados de coloración moteaba su piel.
El daño interno había sido curado. Sin embargo, las marcas del ataque demorarían un poco mas en desaparecer.
—Dime, por favor— Miró directamente a la mujer, aunque claramente se dirigía a cada uno de los presentes con excepción de Sheamus, quien era como un gran Ogro arrinconado en la esquina del cubículo.
El anciano no miraba a nadie, aunque su cara roja, ceño fruncido y puños apretados con furia contenida no eran buenas noticias.
—¿Qué es lo que no ha quedado claro?— Sascha continuó con tranquilidad.
—James, no pudo...
—¿Ah, no?— interrumpió, sin importale una mierda las buenas maneras y normas de cortesía en general. —Quieres decir que me hice esto sola, ¿no? Que tonta de mí.
—No hay necesidad de ser sarcástica.
—¿Por qué no? Me hace sentir mejor, mucho mejor— Suspiró, cansada hasta los huesos de tanta tontería.
Sascha sabía que la única razón por la que estaban teniendo esta conversación era gracias a las sustanciales cantidades de piezas de cobres e hierro que mensualmente los Cornfield depositaba en los bolcillos de los Ancianos, la mayoría de ellos al menos.
—Miren, James me atacó y no es la primera vez que abusa físicamente de mí. La única diferencia es que ahora no tiene ni un maldito derecho a tocarme. Incluso quemó todas mis pertenencias. Yo lo sé, él lo sabe y todo el maldito pueblo lo sabe, ¿todavía insisten en que no fue él?
Por el rabillo del ojo percibió el ceño fruncido de Aarón, de los cinco ancianos, solo este y Sheamus estaban libres de las influencias de los Cornfield.
—Explica, por favor, ¿cómo termino James con la mandíbula destrozada y sin las joyas familiares?— Aarón cuestionó con cara seria, incluso cuando discretas toses sonaron a su lado.
Sascha le miró con cuidado, ¿el Anciano bromeó con ese último comentario?
—Ya les dije. Un hombre apareció de la nada y me lo sacó de encima. No vi quien era, estaba demasiado ocupada vomitando mis entrañas.
...“Cuando vayas a mentir miente con la verdad.”...
Sheamus le había enseñado a bordear la verdad y jugar con las palabras cuando era más joven y Sascha aprendió de la misma manera en que aprendía todo. Rápida y eficientemente. Así que ahora, Sascha jugó con las palabras y los hechos, torciendo la verdad como un diestro panadero una masa de pan.
—¿Un aldeano?
—Estamos kilómetros de la ciudad más próxima— De nuevo verdad, la verdad no era absoluta y podía tener un millar de interpretaciones.
La puerta del atestado cubículo se abrió con un impaciente crujido, como si la persona del otro lado hubiese perdido finalmente la paciencia.
—Es suficiente, mi paciente necesita descansar— El sanador entró. Era un hombre maduro de rasgos amables y comportamiento confiable, también era nuevo en la aldea, razón por la que era indiferente ante las duras miradas de los Jefes del pueblo.
—Aun no hemos terminado, Stephan. — Emily escupio con frialdad.
A Sascha no se le escapo la expresion disgustada llenando los iris del sanador.
—Pueden continuar una vez sea dada de alta, y tengan en cuenta que solo permití esto por la naturaleza de la situación. Sin embargo, fue suficiente.— Stephan entornó los ojos y los Ancianos se rindieron. Con excepción de Sheamus, todos comenzaron a abandonar el cubículo.
Los ancianos refunfuñaron y protestaron mientras arrastraban los pies en su camino a la puerta, con lo que demoraron en salir, se podría pensar que estaba a veinte metros y no dos.
El sanador se mantuvo tan imperturbable como una roca, ignorando sutil y tranquilamente la conducta de los ancianos.
Ella había tenido tiempo para pensar mientras era interrogada por los Ancianos.
¿Cómo supo James que estaba sola? ¿Por qué escogió ese preciso momento? ¿por qué ese y no otro? ¿fue una simple coincidencia? ¿Suerte? ¿fatalidad? Ella no lo creía. El momento fue demasiado exacto, demasiado conveniente.
—Perdón por interrumpir su reunión.
Los cuatro ancianos se detuvieron en seco y Sheamus la observó desde el otro lado con una simple interrogante en sus viejos ojos, ¿que estas tramando?
—¿Cual reunión?— Preguntó Emily. Aarón y Tyr observaban a Sascha con idénticas expresiones confundidas.
Sascha reparó en la actitud nerviosa de Radford, en la obvia ansiedad e inquietud de sus movimientos. Entornó los ojos, velando sus pensamientos.
Interesante.
—Mi error, perdónenme— sacudió la cabeza en negación.
Aarón abrió la boca y el sanador carraspeó. Se excusaron una vez más y abandonaron con prontitud el cubículo con la compañía constante del Sanador. La puerta se cerró tras sus espaldas y Sascha se dejó caer entre las sabanas.
—Compraron a Radford— Soltó a rajatablas. Sabía que tenía la razón, no había otra explicación.
—Ya sé eso— el viejo gruñó, tomándola de la mano cuando se sentó en la silla del acompañante. —Me vieron cara de idiota esos desgraciados. El tan solo pensar en lo que sucedía mientras esperaba como un tonto en la sala de reuniones hace que me hierva la sangre.
Sascha apretó los dedos del anciano.
—No puedes culparte por las acciones de otros y yo tampoco imaginé que llegaría tan lejos— soltó un suspiro cansado.
Los efectos secundarios del hechizo de curación comenzaban a pasarle factura. El Arcano no era omnipotente, ni todopoderoso y dependía de las energías y recursos del cuerpo para funcionar. A mayor daño, mayor seria la cantidad combustible que el Arcano quemaría para sanar las heridas.
El viejo suspiró y algo en esa acción le llamó la atención.
“No me va a gustar.” Pensó, leyendo la expresión del anciano. “Lo que tenga para decir no me va a gustar.”
—Esto es difícil, pero no puedes seguir aquí.
Lo sabía.
—¿Me estas echando?— tensión agarrotó sus hombros cuando ese viejo y familiar sentimiento de dolor y rechazo quemó su pecho, trayendo lágrimas a sus ojos.
—Maldición, Sascha— Sheamus se quejó. —No te estoy echando, tampoco abandonando. Arden no será un lugar amable para ti, al menos no durante un tiempo.
Apartó la mirada, y como cuando una situación se tornaba especialmente escabrosa, Sascha enterró sus emociones.
—Entiendo— Aceptó con voz desapasionada y plana. Su maestro tenía razón, lo comprendía, lo aceptaba, pero la niña abandonada que habitaba en su interior tomó asiento en un rincón de su alma y le dio la espalda al mundo, refugiándose en la oscuridad.
—Tengo una vieja amiga que podría recibirte— Fuertes y cálidos brazos la rodearon y Sheamus continuo en voz baja.
—Está un poco loca— Hizo una pausa. —No, en realidad está completamente loca, y es astuta como un zorro. Sin embargo, ella es brillante en lo que hace y su magia es increíblemente rara.
Eso llamó su atención.
—¿Qué tipo de magia?— se refugió en el olor verde y la gruesa voz del anciano a quien quería como un padre.
—No conozco los detalles— Le sintió encogerse de hombros. —Solo su nombre. Arte de la Botánica Arcana.
Los ojos de Sascha temblaron. Mentiría si dijera que no estaba interesada.
—Plantas mágicas, entonces.
—Y normales también.
—Suena interesante— susurró Sascha.
—¿Verdad?
Se apartó, los ojos verdes como esmeraldas enrojecidos pese a que no había llegado a derramar ni una lágrima.
—Eres un viejo y astuto zorro, Maestro— Se quejó.
—Mientras funcione— le gruñó. —¿Iras?
—Yo...
Un golpe en la puerta, resonó e interrumpió sus palabras.
—Perdón por la interrupción— Stephan asomo la cabeza y les hecho una mirada a ambos.— pero necesito comprobarte una vez más, Sascha.
—Bien— Ella asintió, recostándose sobre su espalda. Sheamus se alejó, retomando su lugar anterior.
El sanador se acerco a ella y de un bolsillo de su bata sacó un escáner. Un artefacto mágico especializado en el análisis interno del cuerpo. Un sigilo de luz, aire y visión estaba tallado en la superficie de cristal del dispositivo, con un núcleo mágico artificial como fuente de alimentación de maná.
El escáner titiló encendido y el sanador lo pasó por encima de su cuerpo extendido, analizó con minuciosidad la información arrojada por el dispositivo. Cinco minutos después asintió satisfecho y apagó el dispositivo.
—Todo en orden. Tomaste elixires de alto gradiente luego del ataque, ¿verdad?
...“No, un monstruo me sanó con magia, verdadera magia y no con herramientas con magia de sigilo en ellas.”... Pero como no podía decir la verdad, solo dijo.
—Sí, lo hice.
— Pues alabo tu rápida reacción— El sanador le sonrió. —Gracias a eso tus bebes están sanos y salvos.
El tiempo se detuvo y un silencio inquietante y absoluto cayó en el interior del cubículo. Una expresión de aturdida consternación tensó los rasgos de Sascha y Sheamus.
—¿Qué?— Ambos gritaron al unísono y en perfecta coordinación.
Acto seguido, alguien golpeo la pared que compartía el cubículo con el siguiente. —¡Algunos intentamos dormir, joder!
Sin embargo, las quejas cayeron en oídos sordos.
El sanador los miró confundido antes de enfrentarla.
—Estas embarazada, ¿no lo sabías?
Aturdida, Sascha solo pudo observar al sanador. Su mente atascada en esa única palabra. Embarazada. Sus pensamientos giraron en torno a esta, repitiéndola un sin fin de veces en la privacidad de su psiquis.
—¿Estás seguro, Stephan?— Escuchó en la distancia la voz de su maestro.
—Por supuesto. Soy un sanador licenciado de la Real Academia de Galenos— Este respondió sin parecer insultado.
—Padezco de SIM— Sascha encontró finalmente su voz. —El antiguo sanador dijo que sería imposible para mi quedar embarazada.
—¿SIM? Bueno, es verdad que es difícil para las mujeres con el Síndrome de la Incompatibilidad Mánica quedar en cinta, pero no es imposible. No si usan el tratamiento adecuado.
—¿Quieres decir que Sascha no era infértil?
¿Era eso esperanza lo que hacía brillar los ojos de su viejo maestro?
—¿Infértil? ¿Eso fue lo que te dijeron?— Sascha y Sheamus asintieron.
Por primera vez una expresión molesta tensó los rasgos del sanador.
—Mediocres— Sascha sospechó que era el intento del Sanador por maldecir. —No, las mujeres con SIM no son infértiles, solo que el flujo mánico de sus cuerpos no es compatible con el de sus parejas, bien porque era mayor o menor que el del otro— La miró con seriedad. —Si te hubieran recetado un Supresor de Maná, tus niveles de poder habrían descendido a niveles más equiparables a los de tu pareja y la concepción habría sido posible.
—Entonces...
—La segunda parte difícil del embarazo estaría directamente relacionada con el feto— El sanador le cortó con delicadeza.
—Explícate— Le pidió Sheamus al sanador.
—Es simple— Suspiró. —Si tu maná es superior al del feto en gestación, terminarías abortando, tu maná perturbaría el flujo de maná del bebe, matándolo en el proceso— Horror tensó su pecho, pero el sanador no había terminado. —De igual manera, si el flujo mánico del bebe fuera más fuerte que el tuyo terminaría matándote a ti y a sí mismo en el proceso. Sin embargo, no tienes que asustarte. Examiné a ambos hace un rato y sus niveles de maná son aceptables.
¿Por qué diablos no dijiste eso desde el inicio? Sintió unas ganas locas de aventarle algo al sanador.
—¿Tenías que asustarnos de esa manera?— el viejo se quejó.
—No era mi intención— Les sonrió con una expresión benigna, que hizo recelar a Sascha. —Pero es importante que comprendan los riesgos.
El corazón de Sascha, por fin se puso al día con los acontecimientos y escogió ese momento para latir como un loco. Una energía efervescente quemó en su riego sanguíneo, la sensación transmitiéndose a lo largo de sus sinapsis nerviosas. Sus ojos picaban y a duras penas contuvo el paroxismo de lágrimas. Una sensación de ebriedad nubló sus pensamientos. Apoyó su mano protectoramente sobre su vientre aun plano.
“¡Voy a ser mamá. Voy a ser mamá!”
—Espera un momento, ¿dijiste bebés? ¿cómo en plan plural?— Sheamus intervino y Sascha descendió de la nube de felicidad en la que estaba.
—Sí— El sanador le sonrió. —Felicitaciones, estas embarazada de gemelos.
“¿En serio?” Una expresion de incredulidad velo sus facciones. “Después de todo este tiempo ansiando tener hijos y ahora tendré dos, ¿Así de fácil?”
—Muéstrame— Tiró de la túnica del sanador con ansiedad, ¿y si todo era un error? ¿Una broma? No podría soportarlo. —Por favor.
El hombre asintió. —Bien.
El sanador volvió sacar el escáner. Con un gesto de su mano, le ordeno volver a recostarse. Luego colocó el escáner por encima de su vientre y con la habilidad nacida de una vida llena de práctica sistemática, operó el escáner con diestros dedos.
Una imagen holográfica se proyectó por encima de ella y el interior de su cuerpo se reveló ante la mirada escrutadora de Sascha y su maestro. El sanador inyectó de maná las yemas de sus dedos y manipuló la imagen hasta encontrar lo que buscaba. Pellizcó y amplio con sus dedos sobre la imagen tridimensional y la imagen se amplió.
Sacha parpadeó y jadeó aturdida.
Dos renacuajos del tamaño de un grano de arroz aparecieron ante sus ojos, demasiados pequeños aun para ser llamados fetos, pero ya eran lo suficientemente grandes como para que luego de unos ajustes de Stephan un sonido tan dulce como miel llenara el espacio hasta ese momento silencioso.
Era el sonido de dos corazones latiendo.
Mientras observaba, la imagen se volvió gradualmente borrosa, Sascha limpio sus ojos y conmocionada noto la humedad perlando el dorso de su mano.
—Según mis cálculos deberías de estar en la primera semana de gestación.
Sacha no respondió, su expresión era la de alguien a quien habían golpeado con un mazo en la cabeza. ¿Una semana? La última vez que tuvo relaciones íntimas luego de meses de abstinencias fue hace tres días y no fue con un humano. Sascha soltó una risita medio histérica, después de todo el monstruo sí que le había dejado un bicho mágico. Bueno, dos bichos mágicos.
—¿Sascha? ¿estás bien?
Parpadeó, dándose cuenta que estaban solos otra vez.
—Si. Lo estoy— Aceptó finalmente.
Monstruo o no. Bichos mágicos o no. Ella seguía estando embarazada. Qué ironía que hizo falta un monstruo para hacer su mayor deseo realidad.
¿Él lo sabrá? Y si no lo sabe, ¿debería decirle?
—¿Vas a decirle al bastardo?
¿Bastardo? Él sin dudas alguna era un monstruo, pero no lo consideraba un bastardo.
—¿Eh?— levanto la mirada y observo a Sheamus.
—A James, ¿vas a decirle sobre los bebés?— repitió el anciano pacientemente.
—¿Por qué demonios tendría que decirle?— parpadeó, ¿En qué pensaba su maestro?
Sheamus arqueó las cejas.
—Bueno es el padre, incluso si es un bastardo tiene derecho a saber— Hizo una pausa y la miró con ojos entrecerrados —¿Por qué te ríes?
Sascha se calmo, pero la curva que elevaba sus labios no desapareció.
—¿Recuerdas lo que le dije a Brigette? James no es el padre.
—¿Era en serio?— arqueó las cejas, ella se encogió los hombros y asintió —¿quién es entonces?
—No puedo decirte— Suspiró, su mano trazaba caricias inconscientes sobre su vientre plano. —Te meterás en problemas de saber.
—Los problemas no me molestan— Insistió.
Incluso sabiendo que no debía, que era más seguro para su anciano maestro no estar al tanto, Sascha no pudo evitar la tentación.
—Bien— Se rindió. —¿Tienes tu interruptor acústico?
Sheamus asintió con las cejas arqueadas y sacó una pequeña peonza de un bolsillo. Alimentó el aparato con su maná y lo hizo girar. Sascha sintió un instante de sordera cuando los sonidos exteriores desaparecieron y luego sus oídos se adaptaron.
—Un monstruo... el padre de mis hijos es un monstruo, ¿y qué?
El anciano la miró sin comprender durante un segundo, para luego gruñir.
—Explicame todo desde el principio, ¿y Sascha? No dejes nada fuera.
Sascha le explicó todo desde el principio, comenzando desde el momento en que abandonó la botica, terminando con ella despertando en el borde del Bosque. Cuando terminó, el viejo apretaba tanto los molares que venas resaltaban en su cuello y sienes.
—Voy a golpearlo, lo juro.
Sascha se encogió de hombros, por suerte. Era imposible que los caminos del monstruo y su maestro alguna vez colisionaran. Y si eso sucedía, se aseguraría de estar a cubierto y bien lejos de los dos.
El anciano maldijo y blasfemó durante casi treinta minutos y solo se detuvo cuando ella comenzó a bostezar.
—Con más razón tienes que irte, Sascha— Sheamus meneó la cabeza con tristeza. —Aquí no estarás a salvo, ni tú, ni los bebés y más cuando el bastardo se entere de que en verdad le fuiste infiel.
—Lo sé— Aceptó con un suspiro.
—Iré— frotó su vientre. —Iremos.
—Me comunicaré con Melida— El anciano recogió y apagó el interruptor acústico y los sonidos exteriores regresaron.
—¿Dónde vive ella?— Le preguntó, una ocurrencia tardía cuando el anciano se alejaba.
El anciano la miró por un segundo con una mirada penetrante.
—En el borde exterior del Bosque— Respondió y se alejó.
Sascha parpadeó y suspiró. Frotó sus ojos. Al parecer estaba condenada al Bosque sin importar lo que hiciera.
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EPDMHEUM
RomanceTitulo y sinopsis original en el apartado de información. Espero de todo corazón que tengas momentos agradables y divertidos con mi historia.